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Voto de Antonio Morales:
6
Drama Restauración de la monarquía inglesa por parte de Carlos II (mediados del XVII). Tras ser llamado por el rey a palacio, Robert Maribell, un joven médico, sucumbe hasta tal punto a los placeres de la corte que acaba perdiendo sus maravillosas aptitudes como médico y enamorándose de la favorita del rey. (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una estimable producción, estéticamente bella y técnicamente perfecta, sobre el telón de fondo de la restauración monárquica emprendida por Carlos II en 1660, una vez rota la hegemonía proteccionista de Oliver Cromwell, y tomando como conductor del relato a un joven médico que vive su particular proceso de regeneración personal y de recuperación de la autoestima, convertido por azarosas circunstancias en cortesano de élite al servicio de las aventuras amorosas del monarca, Michael Hoffman ha realizado una película que reconstruye una época concreta caracterizada por la oposición entre el renacimiento de las artes y la escasa calidad en la medicina, pues contrasta escandalosamente la suntuosidad pictórica y arquitectónica contra la superstición de la clase médica y el azote de la peste.

Robert Merivel (Robert Downey Jr.) el médico, es conocedor de ambos mundos y logra unir sentimientos reales y lazos afectivos entre ellos. Buen doctor, ajeno a las ideas preconcebidas de la época en medicina, consigue ganarse la confianza del libertino Rey (Sam Neill), caprichoso y hedonista que le otorgará tierras y título de noble. A cambio, Merivel debe abandonar la profesión que tanto quería para hacer de tapadera casándose con la amante del monarca. Extraño privilegio, extraña situación, imposible triángulo sentimental. Como en casi toda la película, las situaciones no son lo que parecen. Los espacios sórdidos terminan siendo acogedores, los ambientes sensuales e introspectivos acaban convirtiéndose en escenarios de dramas largo tiempo silenciados.

En realidad, una historia de contrastes donde la medicina se convierte en un recorrido tortuoso y liberador a la vez, desarrollada entre enfermos mentales, mendigos y víctimas de la peste que convierten a Londres en un paisaje dantesco, que una producción como esta no puede obviar. La puesta en escena se sienta así, quizá sobremanera, en ese minucioso trabajo de diseño de producción. La cámara se mueve en suntuosos escenarios, con grandes “travellings” y panorámicas, condicionado por el espacio escénico, que el espectador lógicamente note que es una superproducción. Los avatares de la historia pasan gradualmente del drama a la comedia para estacionarse en los recodos de la tragedia histórica.

Los actores cumplen discretamente ante la aparatosidad de la representación, Hoffman es un director impersonal al servicio de la producción, los hermanos Weinstein de Miramax. Una película amena que muestra los excesos de la monarquía en un país sumido en atavismos feroces que se deja ver sin más pretensiones que imitar a las célebres adaptaciones literarias británicas, estilizadas, famosas por su academicismo y fidelidad histórica.
Antonio Morales
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