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Voto de Antonio Morales:
6
Drama A los 82 años, exiliado en Burdeos con Leocadia Zorrilla de Weiss, la última de sus amantes, el pintor Francisco de Goya reconstruye para su hija Rosario los acontecimientos que marcaron su vida. Una vida en la que se suceden convulsiones políticas, pasiones emponzoñadas y el éxtasis de la fama. (FILMAFFINITY)
2 de abril de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personal visión de Goya por parte del cineasta Saura y su operador, el virtuoso Storaro que ya habían trabajado juntos en “Flamenco” y “Tango”, del universo del pintor encarnado magistralmente por Paco Rabal de anciano y por un correcto José Coronado de joven, que reflexiona sobre su vida desde la experiencia adquirida por sus años, desde el exilio de la tiranía del Rey Fernando VII, en la ciudad francesa del vino junto a su esposa e hija. En “Goya en Burdeos”, Carlos Saura se aleja del naturalismo y el realismo para buscar soluciones fascinantes de una puesta en escena más próxima al teatro, la música, el baile, la fotografía, la ópera y, por supuesto… la pintura. Un compendio de todas las artes que se transforma en una delicia para los que amamos la cultura en general.

Saura y Storaro pergeñan un relato retrospectivo de un genio del arte, donde cine y pintura confluyen de forma visual, adquiriendo una notable dimensión de un relato que carece de planteamiento, nudo y desenlace, para convertirse en un film conceptual. La peculiar fotografía de Storaro resalta la luminosidad del Goya joven apuesto, conquistador, y la oscura y tenebrosa del Goya anciano, donde apreciamos su tristeza y amargura. Hay toques de surrealismo buñueliano, que se desprende de la influencia que el sordo de Calanda ejerció siempre sobre Saura. Surrealismo en las escenas oníricas, que guardan un cierto paralelismo entre ambos, tanto Goya como Buñuel eran: artistas geniales, ambos aragoneses, ambos tozudos y también sordos.

El film se zambulle en el territorio de la memoria, su melancolía por no haber conocido una España culta e ilustrada, sus pinturas negras que reflejan el horror del tiempo que le tocó vivir, su relación amorosa con la Duquesa de Alba (Maribel Verdú) que cumple dándole al personaje un cariz especial y femenino, además de la estupenda escenificación de “La Fura de els Baus”. La película luce espléndidamente en los juegos de luces y decorados que recrean cuadros y pasajes conocidos del pintor, con una dirección artística impresionante.

Lo que no me gusta del film, y por lo que le rebajo la nota, es por el tono didactista que sufre el relato, porque Saura tiende a impartir doctrina sin percatarse de que el cine suele ser reacio a la pedantería, al menos, así lo entiendo yo. Los grandes maestros del cine, John Ford pongamos por ejemplo, tiene auténticos tratados sobre la condición humana o sobre los mitos épicos, pero están perfectamente imbricados en las peripecias dramáticas de los personajes. Saura hace deambular a Goya con molestos monólogos sobre sus intenciones artísticas o reformistas. Más allá de los defectos apuntados que suelen ser consustanciales al cineasta, el film me ha parecido una propuesta estimulante.
Antonio Morales
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