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Voto de Antonio Morales:
6
Drama José Manuel, un director de cine separado de su mujer y que apenas tiene relación con sus dos hijos, prepara una película: "Me deprimo despacio". Colabora en el guión su amigo Federico, al que su esposa está a punto de abandonarle. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que existan muchos admiradores del cine de Garci que superen mi devoción hacia su cine y su amor por el cine clásico, sus tertulias cinematográficas y sus programas que siempre he seguido descubriendo multitud de detalles, conceptos y soluciones que me habían pasado desapercibidos. Lo cual no significa que algunas veces no se pueda equivocar cegado por su pasión cinéfila, y algunas de sus películas no resulten brillantes. Eso es lo que ocurre con esta comedia dramática, excesivamente teatral y plomiza, en mi opinión, plagada de citas fílmicas y algo pedantes para el no iniciado. De ahí que el film de Garci, “Sesión contínua”, fuera un fracaso en taquilla, porque el público en general no tiene porqué ser un erudito cinematográfico y conocer o asumir los continuos guiños cinéfilos que Garci nos va lanzando continuamente, aunque seguro que es con la mejor intención.

No es menos cierto que Garci, hacía poco que había sido premiado con el Oscar, se había dado un baño de multitudes en Hollywood, rindiendo pleitesía a la industria americana y en cierto modo con esta película pretendía homenajear con esta modesta y mínima obra de cine dentro del cine, a todos esos maestros y leyendas del cine que aparecen al comienzo del film, muchos de los cuales había tenido el honor de conocer durante su visita a Los Ángeles, y a los que está dedicado la película. Por cierto, dejando claro que él la financió con su dinero, según parece llegó a deber unos 25 millones de pesetas de la época, sin costarle ni duro al contribuyente, no como otros presuntuosos que acostumbran a hacer experimentos con las subvenciones de nuestros impuestos.

Una película muy humana, nostálgica y melancólica, como casi siempre en el universo de Garci, que narra los avatares de Jesús Puente y Adolfo Marsillach encarnando estupendamente a un guionista y un director que preparan una película: “Me deprimo despacio”, a cuyo productor, el siempre magistral José Bódalo, intentan convencer de filmarla en blanco y negro dado el tema que trata. No deja de ser, el eterno dilema de buscar la fórmula del éxito. Los diálogos y situaciones intentan ser jocosas y brillantes pero no siempre lo consiguen, adoleciendo como ya dije antes de una excesiva acumulación de eslóganes cinéfilos. Unos personajes que prefieren refugiarse en el placer de la ficción a tener que enfrentarse a la dura y cruel realidad en sus respectivas vidas. Una dependencia de un tiempo pasado que no volverá. Un homenaje a la mitología del cine.
Antonio Morales
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