Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
8
Drama El joven doctor Yasuoto regresa a su pueblo después de estudiar en Nagasaki, pero en cuanto llega sufre una gran desilusión: en lugar de ser nombrado médico del shogun lo envían a una clínica que cuenta con muy pocos recursos y está dirigida por un médico apodado "Barbarroja". Allí, el nuevo interino adopta una actitud arrogante, negándose a usar uniforme y rebelandose contra el resto de médicos. (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando hablamos de Kurosawa, se suele recurrir al tópico de la occidentalización de su cine. En realidad, el cineasta observaba – desde una triple postura técnica, emotiva y reflexiva, absolutamente japonesa – esa cultura occidental que había contribuido a su formación artística y humana. Lo cual dio pié a una vigorosa ruptura de cualquier limitación creativa, consiguiendo “trascender sus márgenes culturales concretos para crear un discurso absolutamente universal”. Buena prueba de ello es “Barbarroja”, un film profundamente humano que plantea un dilema moral a un joven doctor, elegir entre gozar de los privilegios económicos que podría reportarle el ejercicio de su profesión o el sacrificio personal que exige una interpretación moral del juramento hipocrático.

Siglo XIX en el pequeño pueblo de Edo, el presuntuoso Yasumoto (Yuzo Kayama) recién licenciado en Nagasaki, donde ha aprendido novedosas técnicas, ve truncadas sus aspiraciones de convertirse en el doctor de cámara del shogun, al ser obligado por su familia a aceptar como destino un hospital local para pobres. Una vez en el centro, el joven médico se muestra apático en su labor e indisciplinado respecto a las rígidas normas impuestas por el director, el Dr. Kyojio Niide (Toshiro Mifune), conocido por sus pacientes como “Barbaroja”, un medico que defiende la teoría que para combatir la enfermedad hay que eliminar la pobreza y la ignorancia. Pese a las reticencias iniciales, la fascinante personalidad de Barbarroja y su aplomo a la hora de soportar la crudeza de los casos con los enfermos que debe afrontar, despertarán en el joven una vocación que hasta entonces carecía.

Sin dejar de lado cierto tono de crítica moral hacia aquellos que ejercen profesiones de responsabilidad social, Kurosawa se centra en el aspecto humano de la labor médica. La sutileza del guión en la que se enlazan una tras otra las narraciones de los hechos que han llevado a los pacientes al hospital, sirve al cineasta para reflexionar acerca de la enfermedad y la propia condición del enfermo, dando paso a la sugerente idea que en el estado de enfermedad se une lo físico con lo moral. Por eso Barbarroja no trata a los pacientes sólo con fármacos, sino que lleva una aproximación humana a cada enfermo. Un aspecto en el que la medicina convencional no suele reparar por fala de tiempo, sensibilidad y recursos humanos.

Todo ello filmado con gran maestría, una lección del emplazamiento de la cámara en cada plano, en cada encuadre, con una vigorosa puesta en escena. Es una película de aprendizaje de la vida construida de una manera absolutamente novelesca, es el progresivo camino de un joven hacia el autoconocimiento, hacia el hallazgo de la generosidad oriental, la consulta gratuita a los pobres y adoptando los ropajes de la parábola. La melodramática música está inspirada en la sinfonía nº 94 de Haydn y en la 9ª sinfonía de Bethoveen. Finalmente me gustaría recordar un proverbio japonés que dice: “Ser un hombre significa haber experimentado todo en la vida, victorias y derrotas”. Naturalmente porque somos seres imperfectos que debemos aprender de los errores.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow