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Voto de Antonio Morales:
8
Romance. Drama. Aventuras Finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un hombre herido viaja en un convoy sanitario por una carretera italiana, pero su estado es tan grave que tiene que quedarse en un monasterio deshabitado y semiderruido, donde se encarga de cuidarlo Hana, una enfermera canadiense. Aunque su cuerpo está totalmente quemado a consecuencia de un accidente sufrido en África, tiene todavía ánimo para contarle a Hana la trágica historia de su vida. (FILMAFFINITY) [+]
11 de noviembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gruesa línea negra trazada por un pincel se confunde con la forma sinuosa de las dunas del desierto: la sombra de una avioneta oscila como una mariposa sobre las doradas redondeces de un cuerpo desnudo. Anthony Minghella quedó fascinado por la lectura del “El paciente inglés” escrito por Michael Ondaatje, convenciendo al productor independiente Saul Saentz, amante de la buena literatura que ha producido: “Alguien voló sobre el nido del cuco” y “Amadeus” ambas premiadas con un montón de Oscars, para que se hiciera cargo del proyecto.

El resultado: una obra que recupera el tono épico de la década de los cuarenta, aunando un grandioso fresco histórico-social con el romanticismo íntimo, y que, pese a contar con un gran presupuesto y célebres actores, deja un regusto de film europeo con las sobrias interpretaciones, la cuidada fotografía y sobre todo un laborioso montaje arrasando en los Oscars de 1996. Minghella intentó insuflar la poesía del libro a la imagen cinematográfica creando una película fascinante, aunque he de reconocer, que no apta para todos los paladares.

Hana, una enfermera franco-canadiense (Juliette Binoche) convencida de cargar con una maldición, ya que todos los hombres a quienes ama perecen en la guerra, decide retirarse a un monasterio deshabitado de la Toscana junto a un paciente amnésico, Almásy (Ralph Fiennes) cuyo rostro quedó desfigurado a causa de graves quemaduras. Entre las pertenencias de este hombre misterioso, Hana recupera un libro de Herodoto, el historiador griego del siglo V antes de C., donde haya una serie de curiosas cartas, dibujos, mapas y fotografías; y para distraerle de los terribles dolores que no consigue aplacar las dosis periódicas de morfina inyectadas, empieza a leerle fragmentos a la cabecera del lecho. Conforme se suceden las lecturas, el moribundo rememora su pasado, la construcción narrativa a base de “flash-back” del presente al pasado tiene algo de esquivo, de evasivo, que concuerda coherentemente con el sentido global del film.

La película no juzga a sus personajes. Sin embargo la pasión se manifiesta como una fuerza capaz de convertirnos en estúpidos, delatores, inmorales: en su nombre se cometen actos inmundos y causan infinitos sufrimientos, a menudo de manera inconsciente o involuntaria. Almásy es un personaje dantesco, condenado a arder por fuera y consumirse por dentro. Reconquistar su memoria, gracias a las lecturas de Hana, le hará revivir los fantasmas que pueblan sus pensamientos – la imposibilidad de salvar la vida de su amada y la trágica ironía de que la nobleza del fin conllevará la vileza de los medios utilizados, la deslealtad a su país, sus compañeros, sus ideales – mientras, curando sus llagas, la enfermera alivia su propio corazón, angustiado por las muertes de sus seres queridos durante la contienda.

Los personajes de esta desgarradora historia, sí que intentan superar las convenciones sociales que los constriñen, como demuestra el bonito discurso sobre la inutilidad de conceptos como patria, etnia o nacionalidad que subyace en el interior del film. La historia de “El paciente inglés” es también la de la pasión por un paisaje, un mito y un libro. Minghella fascinado por la escritura de Ondaatje; Ondaatje por la vida de Almásy y Almásy por la inmensidad del desierto.
Antonio Morales
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