Sofía Coppola nos presenta en "Piscilla" a una víctima y a un villano. Como siempre nunca vamos a saber la verdad. Elvis de 24 años conoció a Piscilla de 14 años: ya éste desequilibrio fomentará otros desequilibrios hasta el derrumbe de la pareja.

Casarse con el mejor cantante de todo el siglo XX pasado ya de por sí es un reto descomunal. Priscilla, de acuerdo a ésta versión, es la calma dentro de la tormenta. El equilibrio junto al inseguro seductor que de paso es violento, machista y drogadicto. Además de dejarse manipular por sus amigos más cercanos; el manager y el propio padre.

La película de Coppola es delicada. Y esa delicadeza queda remarcada por la actriz Cailee Spaeny cuya belleza es innegable. Si bien el decorado es lo que habla la versión de Priscilla nos luce sospechosa por ser tan cándida. Al parecer todo indica que la pareja si se quiso pero con el tiempo no fueron capaces de mantenerse juntos. Si ya esto cuesta entre simples mortales es casi un imposible entre famosos y adinerados muy vulnerables ante las fauces de la vanidad.

Sofía Coppola tiene el mérito de tocar un mito. Y no sólo lo toca sino que también lo cuestiona y toma partido por lo que ella asume como la parte más débil. Mujeres apoyando a mujeres. Es obvio que el patriarcado ha dejado una herida permanente y mujeres con voz e inteligencia no van a perder la más mínima oportunidad para denunciar esto.

El principal morbo es el sexual. Y aquí todo queda en la imaginación. Piscilla es una Lolita que quiere ser asumida como "objeto del deseo" y Elvis es presentado como un retorcido en ésta lides. Se niega a consumar el acto sexual por unos extraños motivos que no tienen nada que ver con el decoro o respeto al otro. Es él quién dicta las pautas de la relación y como es famoso y poderoso impone su voluntad patriarcal. Y como Piscilla se rebela y se divorcia; y finalmente lo deja: esto para una feminista es el Santo Grial.