El film tiene cierto cariz ochentero (los ochenta duraron hasta principios de los 90) y es como una secuela de “Pesadilla en Elm Street”, con el toque de realidad virtual y unos apuntes lynchianos quizás no reconocidos pero discernibles en la banda sonora (que plagia tanto a Badalamenti como a la partitura de “Pesadilla en Elm Street” de un modo cansino). El film empieza bien, pero carece de punto de vista y de firmeza en la realización, que es meramente funcional (más allá de algunos molestos insertos de montaje, a veces acompañados de forma improcedente de música “alternativo-metalera”), con lo que la película sólo ilustra un guión con personajes y situaciones endebles, que no consigue jugar con la realidad y la ficción como debería. Pudiera haber sido una modesta película de serie B con un toque interactivo, pero todo en ella es rutinario y sin mucho sentido. El personaje de Trickster es otro error: típico graciosete a lo Freddy, con un maquillaje grotesco y frases y chistes para la galería, casi siempre superfluos. Hacia su final la película cansa un poco (ese “clímax” entre el protagonista y Trickster); además, el discurso temático de la peli es pobre (el tema de la violencia en el cine y el entretenimiento y a necesidad de discernir realidad de ficción). Eso sí, retrata algunas constantes de su época (primitivos pero simpáticos f/x digitales incluídos) y la dirección de fotografía es buena.