Se suele decir que segundas partes nunca fueron buenas, pero no es verdad. Aquí tenemos un ejemplo: el magistral David Lynch y Mark Frost lo volvieron a conseguir. Sin duda, una secuela de la original «Twin Peaks» a la altura de las circunstancias, llena de la habitual creatividad y fuerza visual del genial David Lynch, con momentos oníricos y surrealistas realmente fascinantes y, en definitiva, una gozada el poder disfrutar de una serie así, tan fuera de lo común y rompiendo la gran barrera de la mediocridad que impera en el panorama no sólo televisivo, sino del Cine y de las Artes en general. Se agradece muchísimo (al menos por mi parte) el que existan aún artistas y productores que sean valientes y se arriesguen a lanzar productos audiovisuales con tan altísima calidad, tan creativos y tan extraordinarios como esta vuelta de Twin Peaks. Magnífica.