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Voto de Vivoleyendo:
9
Comedia Último film mudo de Chaplin. El vagabundo Charlot viaja con un circo ambulante y se enamora de una mujer jinete que está enamorada de un musculoso trapecista. Mientras tanto, le suceden mil y una peripecias. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2008
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlot, el vagabundo más adorable y apaleado de la historia del celuloide, vuelve a hacer de las suyas en esta preciosa comedia con trazos de romance y de drama. En una obra de Chaplin nunca pueden faltar esos detalles que hacen del amor desinteresado una bandera, y que hacen de los sinsabores y descalabros un puente agridulce hacia la capacidad de levantarse una y otra vez de las caídas. De seguir adelante con la conciencia tranquila y el alma tal vez herida, pero no derribada.
Charlot, el patoso caballero educado, bondadoso y sin blanca, acaba siendo sin pretenderlo el payaso estrella de un circo en dificultades. Sus meteduras de pata continúan divirtiendo a todos los públicos (tanto a los asistentes al circo como a los que estamos al otro lado de la pantalla), y su romanticismo trémulo acaricia los recovecos más suaves del espíritu, despertando esa simpatía que para mí estará perpetuamente ligada al personaje más tierno que ha pasado jamás ante mis ojos de espectadora.
“El circo”, además, despereza ciertos recuerdos atesorados. Las remembranzas de aquellos tiempos en los que aún se mantenía el esplendor de aquellos espectáculos nómadas. Circos de nombres exóticos que anunciaban maravillas, que efectuaban aquellas giras multitudinarias y que deslumbraban con sus números de magia, de humor, de riesgo, de palpable peligro, y de perplejidad.
Acudir al circo era comprar un billete para presenciar lo increíble, lo que no se podía ver en vivo todos los días. Era quedarse boquiabierto con los brillos de las lentejuelas, con la solemnidad del maestro de ceremonias, con los intrépidos trapecistas que se jugaban la vida por unos aplausos y por un plato de comida, con el valor de los domadores que circulaban sin aparente temor entre fieras salvajes que podrían destrozarlos de un zarpazo o de una dentellada, con el brillante humor de los payasos vestidos de forma ridícula, con aquellos prestidigitadores que hacían desaparecer ante nuestras narices personas, animales y objetos, con aquellos malabaristas que hacían equilibrios con espadas sobre sus cabezas o manteniendo en el aire un montón de pelotas, bolos, aros, que hacían girar platos sobre palos flexibles sin que se cayeran, o aquellos faquires que caminaban sobre clavos o tragaban fuego.
Los circos entraron en decadencia y crisis, y ya hoy día son muy pocos los que recorren las carreteras inclementes para ofrecer espectáculos cada vez más deslucidos y menos audaces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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