El director Neame tine una filmografía de esas desconocidas sembradas de sorpresas y de peliculas de más valor de lo que aparentan, es de esos a los que un día la crítica recupera con la categoría de genio. Sinceramente aquí no lo es, solo buen oficio.
La película que hizo mis delicias y sonrisas con 9 años abusa durante gran parte del metraje del argumento central. El poder que ejerce la posesión del dinero sobre los demás. Pero todo tiene un precio.
Un pobre americano en Londres es víctima de unos directores del Banco Central de Inglaterra, otorgándole en un cheque un millón de libras. Lo que era desprecio por parte de la sociedad se convierte en admiración. Ni siquiera le hacen pagar la cuenta de sus gastos y es invitado a las grandes fiestas de la sociedad. Éste es el gran equívoco de esta comedia amarga. Porque "la verdad" siempre existe, y el amor también. El temor del protagonista, un socarrón y apuesto Henry Adams (Gregory Peck) de ser descubierto sobre todo por la chica Jane Griffith que ama, es lo que más pesadillas le provoca.
Esta especie de cuento de Cenicienta tiene también una cuenta atrás , debe pasar un mes sin gastar el millón (para un pobre, se trata de una broma macabra).Los inventores de la broma hacen una apuesta entre ellos. Las aventuras de cómo lo consigue o no, agasajado por el poder, las desventuras y situaciones dramáticas y de comedia casi infantil nos llevan a una película agradable, sin pretensiones y con mucha moraleja, a ser posible visionada en familia.