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Voto de travis braddock:
8
Drama Biografía sobre el pintor británico, J.M.W Turner (1775-1851). Artista reconocido, ilustre miembro de la Royal Academy of Arts, vive con su padre y su fiel ama de llaves. Es amigo de aristócratas, visita burdeles y viaja frecuentemente en busca de inspiración. A pesar de su fama, también es víctima de las burlas del público y del sarcasmo de la sociedad. Profundamente afectado por la muerte de su padre, decide aislarse. Su vida cambia ... [+]
31 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuadros como ‘El Temerario remolcado a dique seco’ o ‘Lluvia, vapor y velocidad’ nos hablan de Joseph M. W. Turner, un artista que no quiso conformarse con pintar paisajes y objetos con total exactitud, sino que quiso reflejar la sensación de la visión humana ante los mismos, con brochazos sueltos y sin acabar de definir del todo las formas, para capturar la sensación del momento, como si la acción se estuviese desarrollando ante nosotros.

Mike Leigh centra su película en el último tercio de la vida de Turner, desde mediados de los años 20 del siglo XIX, cuando ya es un artista reconocido, hasta su muerte, en 1851. Así, le vemos trabajar en sus pinturas y en sus relaciones con otras personas, donde no fue tan diestro como en su arte. Aunque estuvo presente en la vida artística de su época y trabó contacto con otros pintores, no fue muy dado al politiqueo y la compra de intereses que tantas veces contamina al mundillo cultural. Y en sus aventuras amorosas, vemos que tuvo una relación con una mujer con la que tuvo dos hijas a las que no prestó mucha atención y cuya existencia ocultó ante los demás, antes de pasar los últimos años de su vida junto a otra mujer a la que conoció en uno de sus viajes en búsqueda de la mejor forma de capturar la luz solar. Todo ello marcado por la presencia de su padre, con el que estuvo muy unido y cuya muerte le causó una profunda impresión y de su ama de llaves, una mujer no especialmente agraciada que estuvo a su servicio durante años de forma fiel y a la que usó como ocasional refugio sexual, en una de las licencias históricas que confiesa haberse tomado el director para desarrollar la trama.

Da gusto como Leigh sigue las tradiciones del biopic a la manera que Turner las de la pintura de su tiempo y difumina el trazo de la misma manera, dejando la información para que la vayamos absorbiendo. En "Mr. Turner" no hay desarrollo ni flashbacks de la infancia del artista, de la que se nos da una idea en breves líneas de diálogo, así como tampoco se le pinta como un incomprendido prodigioso que experimenta grandes sufrimientos y tiene alguna historia de amor redentor. No hay una gran lección o cambio vital, pues Turner acaba la película siendo básicamente el mismo que cuando la empieza, como un tipo poco agraciado físicamente, algo cascarrabias, que muchas veces expresa sus emociones con gruñidos y que no aspira a cambiar el mundo que le rodea ni la historia del Arte. De hecho, Turner asistirá con curiosidad al nacimiento de la fotografía como nuevo medio de reproducir la realidad, como parte de ese mundo mecanizado de la Revolución Industrial que se abría paso llevándose por delante lo tradicional, tal como reflejó en los cuadros antes citados. En uno se escenificaba el ocaso de un viejo buque de madera arrastrado por uno metalizado y motorizado y en el otro la llegada de un tren humeante a un paisaje agreste.

Otro de los aspectos a destacar es la magnífica interpretación de Timothy Spall, habitual del cine de Mike Leigh, que sin grandes alardes está excelente en su recreación de Turner y se merece todos los premios que le puedan dar por este trabajo. Un reconocimiento merecido para un actor con más de 30 años de carrera a sus espaldas y cuyo rostro de perro pachón podemos encontrar en infinidad de películas, algunas de escasa repercusión y en otras más exitosas, como la saga de Harry Potter, donde daba vida al personaje de Colagusano o en "El discurso del rey", donde fue el mismísimo Winston Churchill.

A Leigh se le puede reprochar una cierta morosidad que hace que en ocasiones la película se haga un poco larga, aunque ello es fruto de una trama en la que no existen agarres fáciles para el público, al estilo del personaje que se retrata, no muy dado a la empatía. Esa inmersión de la película en el carácter del personaje se deja notar también en la excelente fotografía de Dick Pope, habitual en el cine del director y que aquí propone una paleta de colores que habrían hecho soltar un gruñido de aprobación al propio Turner, mostrando un tono visual que resulta bello sin caer en el preciosismo.
travis braddock
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