Haz click aquí para copiar la URL
Voto de travis braddock:
7
Comedia Para poder estar con su amante, la madre de Zazie la manda a París, a casa de unos familiares. Pero la niña, que tiene doce años, se escapa para recorrer París y conocer lugares y gentes nuevas. (FILMAFFINITY)
23 de abril de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Zazie en el metro" puede parecer una rareza en la carrera del francés Louis Malle, cuyo cine se movió mayoritariamente en terrenos dramáticos, pero no tanto si atendemos a las circunstancias de la persona. De orígenes acomodados, siempre despreció las convenciones burguesas y a pesar de iniciar sus pasos tras la cámara en un momento en el que lo hacían compatriotas como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Alain Resnais o Claude Chabrol, él nunca se sintió parte de la Nouvelle Vague y quiso seguir sus propios intereses, ya fuera en Francia o en Estados Unidos, con filmes como "Los amantes", "Ascensor para el cadalso", "El soplo al corazón", "La pequeña", "Adiós muchachos" o "Herida", antes de su temprana muerte por un linfoma a mediados de los 90. De este ansia de libertad hace gala en "Zazie en el metro", un filme que fue un sonoro fracaso comercial en su estreno en 1960 para acabar convirtiéndose en pieza de culto.

"Zazie en el metro" es la adaptación de la novela homónima de Raymond Queneau, que se burlaba de muchas convenciones literarias, jugaba con el lenguaje y desafiaba el concepto de realismo. Con un material de partida de ese calado no podía salir la clásica historia de iniciación a la vida de una muchacha, aunque ese sea el fondo de la trama. Para su traslación a la pantalla, Malle y su coguionista Jean-Paul Rappeneau (luego director de películas como el "Cyrano de Bergerac" protagonizado por Gerard Depardieu) quiso homenajear al humor mudo y a Charles Chaplin y desde el principio nos deja claras sus intenciones, con una cámara que adopta el punto de vista del tren para mostrarnos la llegada a París de Zazie (la encantadora Catherine Demongeot), una niña de 12 años que viene acompañada de su madre. En el andén se encuentra su tío Gabriel (un no menos inspirado Philippe Noiret), haciendo una disertación sobre la higiene de los franceses y la madre de Zazie tarda escasos segundos en dejarle al cuidado de su hija mientras es llevada literalmente en volandas por su amante. A partir de ahí comenzará el peregrinar de la pequeña, en compañía de su tío (que se dedica a vestirse de flamenca para actuar en un cabaré) y de otros personajes no menos curiosos, siempre con las calles de la capital gala como escenario. Unas calles atestadas de coches debido a la huelga en el servicio de metro, lo que apena mucho a Zazie, que venía a la capital con ganas de montarse en el suburbano.

Malle se muestra más interesado en el cómo que en el qué y su puesta en escena da buena fe de ello, dando prevalencia a la imagen sobre el argumento, que no deja de ser un “mcguffin” que le permite juguetear con los colores, las texturas de la imagen y las posibilidades de la composición cinematográfica para crear una realidad alternativa. De la mano de los personajes paseamos por varios rincones parisinos, siendo testigos de cómo estos deambulan o se persiguen a pie o en coche por el Pasaje Brady, el Mercado de las Pulgas, la Plaza de la Concordia o lo más alto de la Torre Eiffel. Sin embargo, no todo es fachada y el filme desgrana algunas cargas de profundidad sobre la edad infantil y el paso a la madurez, permitiéndose incluso algunas bromas políticamente incorrectas a costa del despertar sexual de la joven y lo que esto afecta a los que la rodean. Zazie es un espíritu libre, una niña algo revoltosa a la que le gusta ir a lo suyo y a pesar de su corta edad tiene claro que el mundo de los adultos es un lugar complicado para vivir, lleno de contradicciones y de gente que no puede hacer lo que quiere. Un lugar en el que para lograr su propia independencia no podrá librarse de ser perseguida.

Zazie en el metro es hija de su tiempo, de un momento en el que muchos creadores buscaban reinventar el cine, deconstruyendo lo que se había visto hasta ese momento. En la película está muy presente el cine mudo en las alocadas persecuciones, que también parecen un homenaje a la animación de Tex Avery, sumados a la idea de extrañeza de Jacques Tati a la hora de mostrar los avances del mundo contemporáneo. Y también uno reconoce algunas de las soluciones visuales que propone Malle, plasmadas después en diversas cintas, ya fueran de compañeros de generación (los saltos de eje, los fallos intencionados de raccord o los cortes arbitrarios de las escenas que tanto practicó Godard) o de carácter cómico. Ver a los personajes hablando con total seriedad de algo ridículo o los gags en segundo plano, las hemos visto en el cine de los ZAZ ("Aterriza como puedas" y similares), las carreras a cámara rápida con música ad hoc nos pueden recordar a las de Benny Hill y el uso de la cámara, la ciudad de París y la falta de prejuicios de su protagonista trae a la cabeza a Jean-Pierre Jeunet, especialmente en "Amelie".

La peripecia de Zazie puede pasar por un dibujo animado o un cómic en imagen real, pero también por un manifiesto surrealista y dadaísta en toda regla, a la hora de exponer el absurdo de las convenciones, artísticas (en una escena los actores acaban destrozando el decorado del lugar donde se está produciendo la acción) o humanas (lo único que Zazie acaba sacando en claro de su estancia en París es que ha envejecido). Zazie en el metro es una bizarrada (tanto en el sentido anglófono como en el francófono de la palabra) tan curiosa como osada, brillante y tontorrona, que se disfruta con una sonrisa y que ayuda a que apreciemos un poco más a este bendito arte que con tanto acierto puede hablar de lo que somos, en nuestras grandezas y nuestras miserias.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow