Añadiendo más mentiras a la ecuación, Lindy decide no contárselo al que es su pareja (por miedo y vergüenza, por supuesto) e intentar mantener una relación esporádica con un desconocido que le ha gustado para ver hasta dónde puede llegar. Esto mientras intenta meterse los dilatadores a diario con la frustración posterior.

Y así estamos buena parte de la cinta, viendo sufrir a Lindy, que no entiende hasta el final que no tiene por qué obligarse a vivir su vida como quiere la sociedad y que en la naturaleza ocurren cosas de este estilo, pero siempre se encuentra una pareja y una utilidad.

En general da mucho que pensar. En cómo juzgamos sin conocer o en cómo creemos que nos van a juzgar los demás, cuando la realidad es que todos tenemos algún problema, alguna cosa de la que nos avergonzamos y que si dijéramos en alto veríamos que hay más personas que nos comprenden y que no estamos solos.

Al final, cuando aparece la ginecóloga que está sustituyendo al otro doctor, es un alivio para la protagonista y para el espectador, porque le dice que no hace falta que sufra tanto por ese defecto. Y tiene toda la razón. Creo que hay muchas formas de vivir el amor y el sexo y seguramente personas con esos problemas encuentren su media naranja.

Me ha gustado cómo trabaja la actriz principal y también los secundarios. Aunque la cinta tiene algunos altibajos entretiene y sirve para reflexionar. Tampoco es un drama para echarte a llorar, aunque sí resulta muy frustrante.