2 de noviembre de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente, en ocasiones se malinterpreta la palabra compasión. Pareciera condescendencia o sentimiento de superioridad mal disimulado. Pero, no lo interpreten en ese sentido cuando decimos que Federico Fellini mira a Cabiria con ternura, piedad de la buena. Solamente hay amor en la forma de enfocar del cineasta italiano a esta prostituta marginal en una Roma que nunca duerme.
Giulietta Masina nos regala una interpretación excepcional, siendo el alma, ojos y corazón de una película especial, una que debe estar en cualquier colección del séptimo arte transalpino que se precie. A pesar de los excelentes secundarios, es ella quien lleva todo el peso de la película con la misma alegría con la que Cabiria se niega a darse por vencida.
Fellini desnuda los miedos y problemas de una chica de la calle, aunque no renuncia en ningún momento a que brillen en todo momento más sus virtudes, especialmente una incandescente inocencia y búsqueda.
Imposible no enamorarse de esta película.
Un diamante en bruto estaba escondido en la Ciudad Eterna. Solamente había que prestarle atención.
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