¿Recuerdan a aquellos graciosetes de la clase que aprovechaban al alumnado más raro para hacer sus chanzas en deleite del resto? Trey Parker y Matt Stone, los más extravagantes de su aula, sí que lo hacen. Metafóricamente han bailado sobre las tumbas de esos maliciosos, culminando su venganza con la irreverente y genial "South Park", una comedia de animación única y que ha tenido diferentes transformaciones.

¿Cómo pueden resultar atractivos unos dibujitos tan feos? Sin embargo, así resultan, dotados de un carisma brutal que da un paso más adelante durante ese periplo dorado en que algunos llegaron incluso a rebautizar como: "El show de Cartman y Butters".

Ácidos cuando no directamente irreverentes, estos deslenguados críos tienen la destacada habilidad de ser democráticos en su parodia: nadie está a salvo. Políticos, famosos, religiones...incluso sus propios espectadores se exponen a sufrir sus dardos.

Desafortunadamente, pagan el peaje de la chabacanería a la que, en ocasiones, se entregan. Verdadera lástima, ya que, cuando sus guionistas se lo proponen, sus mejores episodios tienen un nivel de profundidad divertida que nada deberían envidiarle a los clásicos Simpsons.

Toda una experiencia. Hay que dejarse caer por South Park. Como los hábiles bufones de la Edad Media, los pocos que pueden decirle las verdades a los poderosos con gracia.