Nos encontramos un film chino, que en un primer momento podría hacernos suponer que sigue la estela del más reciente cine coreano o japonés, ya que desde el título se nos persuade del elemneto violento del film, y su primera secuencia parece querer marcarnos ese camino.

Pero nada más lejos de la realidad, la violencia que se refleja en el film, no es tan poderosa, ni el argumento de las cuatro historias que desarrolla tan rompedor, sin embargo, lo que parece esencial se vuelve secundario, y lo principal se torna transfondo, ya que no se trata de hacer un thriller o contemplar diferentes formas de violencia y venganza.

Lo relevante del film es como se cuela por todos lados un fresco de la sociedad china contemporánea, con unos, en mi opinión, endebles argumentos, se nos presenta una sociedad con toda su realidad y complejidad. Nunca la calle estuvo mejor rodada, nunca el día a día mejor plasmado, pocas veces se han mostrado unos cambios sociales de tanto alcance, todo ello con un transfondo de desarraigo, soledad y venganza (más que violencia).

El autor quería ser Tarantino y Vittorio De Sica al mismo tiempo, y lejos está de Tarantino, pero mucho tiene del mejor De Sica, como cronista de un tiempo determinado y una sociedad en transformación. Mas que un film, un testimonio de la China actual.