Si las imágenes de lava, magma y fuego en todas sus formas recogidas en este documental fueran efectos visuales, serían los efectos visuales más alucinantes que has visto en un tiempo largo. Pero..., ¡no lo son! Lo cual, claro, sólo va a ayudar a volarte la cabeza más todavía. Si estás entre ese 99% de mortales que nunca se ha asomado al desfiladero de un volcán y no parece que vayas a hacerlo nunca, si no sabes qué aspecto tiene el metal líquido incandescente cuando explota en una burbuja de aire y se queda impregnado en una plasta densa de negro magma..., tengo buenas noticias para ti.

En esta peli Herzog explora (y es esto, chavales, "explora", no "da una clase de primero de carrera" —para las críticas que dicen que qué disperso) explora la potencia colosal, difícil de procesar, del contenido de la Tierra cuando tiene una fuga y lo medio vislumbramos. La mierdecilla irrelevante que somos frente a eso, el hondo sentido de reverencia que de forma muy natural y muy sana nos nace. La peli te cuenta esto, primero, dejando que lo sientas sin tenértelo que explicar: las tomas de metal incandescente salpicando el magma plastoso y todo eso. Cataratas de fuego naranja de 20 metros, tsunamis de humo devorando montañas..., una pasada, sólo con esto sería para no perdérselo.

Pero además, Herzog alterna estos cortes con salidas de campo a puntos calientes de contacto humanidad-volcanes. Cada relato es distinto, pero todos están atravesados por el desequilibrio salvaje de fuerzas entre la arramplante enormidad del volcán y..., en fin, nosotros. La mayoría hablan de creencias y mitologías construidas en torno a un volcán: cultos cargo melanesios, la montaña de la Revolución en Corea del Norte, epopeyas nórdicas sobre la muerte del Valhalla a manos de Cristo..., todas esas historias resulta que tienen lava y cráter. Pero no todas van en esa línea. En otra especialmente fascinante te lleva Herzog a la cuna etíope del ser humano, y te enteras que aprendimos a usar cuchillo con la obsidiana que escupió el volcán local.

En fin, una hora y media de recorrido, muy visual y muy poco lineal, por una fuerza avasalladora de la naturaleza ¡Una hora y media de gozada!