Poco tiene que ver la historia con nuestro querido Sherlock Holmes, aparte de su amigo el Dr. Watson, en una ciudad de Londres algo siniestra y del siglo XIX pero con una estética y un ritmo enloquecido de "video clip" del siglo XXI, donde lo que cuenta ya no es la razón sino la imagen. Una aventura "detectivesca" de imágenes sobre un tema bien moderno (o posmoderno, como diría Naju81 en FilmAffinity): una confabulación para destruir el mundo. Esta hipérbole sobre el tema de la delincuencia o la locura sobrepasa cualquier tipo de novela policial del siglo de Conan Doyle o su literatura. Porque la película es una adaptación de un "comic" y no de una obra literaria. En el "comic" es suficiente escribir "boom" para llenar un cuadro (en el cine una gran explosión y llamarada), y esto no puede faltar en una película norteamericana de nuestros tiempos, como ocurre también en este caso.