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España España · Málaga
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8
Drama Año 1183. El rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet reúne a toda su familia para pasar las Navidades y decidir quién le sucederá en el trono. Manda llamar a su esposa, la maquiavélica Leonor de Aquitania, a quien mantiene encerrada en una torre después de haberla repudiado, y también a sus tres hijos: el taimado Geoffrey, el insignificante John (Juan sin Tierra) y el colérico Richard (Ricardo I Corazón de León). Conviene tener en ... [+]
6 de setiembre de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la historia de Inglaterra ya se me antojaba apasionante al ver películas como "Cromwell", "Un hombre para la eternidad" o "Becket", en la película sobre la que escribimos se me revela un nuevo despertar de ese interés y esa fascinación en torno a los reyes y grandes hombres de Gran Bretaña. Y tales efectos (subjetivos y personalísimos, obviamente) son producidos, en gran medida, por la calidad y envergadura dramática que se pueden atisbar a primera vista en esta obra, descarnada y enérgica como pocas.

Sólida y elíptica en su estructura y brillante en su ambientación, con una música correcta a cargo de John Barry (que años más tarde se asentaría como un grandísimo compositor de bandas sonoras); puede presumir de unos diálogos que no hacen sino hablarnos bien de la obra de teatro en la que está basada. El castillo en el que tiene lugar toda la acción hace de ratonera a unos personajes que a lo largo de la historia se irán despojando y sacando sus cartas en una partida dominada por la ambición inacabable y las rencillas por el poder.

Es entonces cuando, durante dos horas, el espectador se ve sumido en una vorágine agobiante y demoledora mientras la mezquindad, la inquina, el egoísmo y la maldad salen de su escondite y los personajes quedan retratados sin ningún tipo de caridad o apego por parte del director, que encuentra a dos prodigiosos aliados en K. Hepburn y P. O´Toole (que también se luciría sobremanera en la antes mencionada "Becket" unos años antes), actores ambos irreprochables que dotan al drama de intensidad y profundidad. También Anthony Hopkins avisaba ya en este debut sobre el magnífico intérprete del que podrían disfrutar en tantas películas los amantes del cine.

Desoladora y aciaga cuando las peores y más bajas pasiones humanas se desvelan poco a poco, esta obra acorrala a sus personajes para que, por inercia, vayan delatando que, tras esa cascada de mezquindades y afanes míseros, se ocultan una serie de rencores, secretos y cargas pretéritas (nunca inconfesables durante el filme) que los impulsan a actuar unos contra otros según convenga en cada instante a sus codiciosos intereses, deviniendo una película llena de impetuosidad y a la vez transparente.

Transparente porque en pocas ocasiones se puede asistir a un desnudamiento de los personajes de tal magnitud como ocurre con "El león en invierno", película cruda como el más inclemente de los inviernos y despiadada como el más fiero de los leones.
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