A primera vista comienza con una gran fotografía, una acción bien medida, planos largos sobrecargados y mucho, mucho movimiento.

Pero quizás a esta película, que ya venía con miles de prejuicios y agravios comparativos inevitables, le ha faltado eso, movimiento, dinamismo, fluidez. Le han sobrado parones innecesarios, que si bien explican mucho, no están bien elegidos y cortan las escenas.

Por otro lado: una película épica no se puede hacer sin épica ninguna. Me explico: una escena de lucha a la que le calzas unos planos lejanos de un (apartado, eso sí) grupo de niños en ponys (sí, la imagen es de todo menos épica, niños con ponys corriendo alrededor de hombres fornidos en caballos de guerra, toda una amenaza); lo siento, pero no es épica. Parece de coña.

O los forzados clichés emotivos de honor, salvación y devoción al protagonista, con subida de plano hacia la luz... No convence. Lo siento, pero aquí Ridley Scott decepciona.