Si a finales de los noventa asistimos el resurgir del cine de terror adolescente, unos años más tarde llegaría el turno de los remakes de películas de terror orientales. A producciones tan exitosas como La señal (The Ring) o El grito (The Grudge) les siguieron toda una retahíla de subproductos que terminaron por agotar la fórmula. Por ello sorprende la presencia (valga la redundancia) de Presencias extrañas, más que nada por lo desafortunadamente tarde que se apunta a una moda que se antoja caduca. Por cierto, la película es un remake de Dos hermanas (Janghwa, hongryeon).

La historia da inicio con la presentación de Anna (Emily Browning), una joven que acaba de ser dada de alta del sanatorio en el que fue internada tras la muerte accidental de su madre (Maya Massar), muerte de la que la joven se siente culpable. Una vez de regreso al hogar descubre que su padre (David Strathairn) ha rehecho su vida con la enfermera de su madre, Rachel (Elizabeth Banks). La desconfianza que despierta Rachel en Anna y en su hermana Alex (Arielle Kebbel) llevará a las chicas a investigar su pasado y sus posibles intenciones.

Convendría destacar lo tramposo de su guión, así como su manía de jugar con todos los tópicos del género, es decir, sustos por doquier más efectistas que efectivos, sustos que abusan de efectos sonoros en las escenas clave en lugar de crear verdadera tensión. Es más, afirmaría que, de no ser por su último acto, la película no sería más que un predecible thriller de fantasmas. Afortunadamente, la creíble interpretación de Browning y el final consiguen salvar la función.