¿Qué pasa cuando acaba una película y no sabes si te ha gustado o no? En este caso, la respuesta podría ser: hay una línea muy fina entre la genialidad y la tomadura de pelo.

Eso es “Mr. Nobody”, la película que no era nadie, que no se puede catalogar. Una película alejada del cine al uso, que transcurre libre y muta cada cinco minutos en otra de estilo, enfoque y ritmo narrativo diferente. Si se cogen las partes por separado, un caos; pero todo encaja una vez echada a rodar. Parece un milagro que entre tanto azar y tanta confusión surja una película tan luminosa, capaz de mantenerte concentrado, pugnando desde el asiento por resolver el enigma. Pista: decídete y serás libre. La vida es así.

Quejas: “Mr. Nobody” es un mero instrumento de sugestión. Casi parece no haber historia. Ni siquiera es una película onírica. Todo es artificial, con comportamientos intensos y diálogos inverosímiles. Mucho colorido, mucho movimiento. Canciones elegidas con talento. El objetivo es engatusar al espectador. Lo logra, pero mucho me temo que tiene razón al afirmar que el humo nunca vuelve al cigarrillo. Una película que organiza una auténtica batalla campal en la mente del espectador, pero sólo por una vez. Esa es mi principal reticencia: como los fuegos artificiales, todo es encanto, elegancia y magia mientras dura. Una vez terminada la función, queda el humo en el cielo, y los colores no vuelven a salir. “Mr. Nobody” es un ingenio de un solo uso. En su complejidad, parece imposible verla de nuevo. Pero hay que verla, como hay que experimentar ciertas cosas en la vida, esas tan fulgurantes e increíbles que nos encantan a los seres humanos.

Todo un despliegue de técnica y creatividad -muchos afirmarán que inducida por ciertas sustancias- que embarca al espectador en un viaje a las fronteras de la imaginación. Y aún no sé si me ha gustado o no, claro (creo que sí).