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Voto de Adela Hache:
8
2012
Documental, Intervenciones de: Ladislao Orosco, Nazareno Rodríguez
Documental
Un hombre que va en busca de su identidad. Un animal autóctono cuyo único destino es la extinción. La magia de un viaje por la montaña. Buscando al Huemul es una película sobre la vida de Ladislao Orozco, un hombre de la Patagonia que se resiste a desaparecer.
14 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film -de 78 minutos- está estructurado como un viaje de aventura y conocimiento que realizan dos jóvenes patagónicos con raíces mapuche: Ladislao y Nazareno, que de alguna manera remiten a la dupla universal del Quijote y su escudero. Ladislao está empecinado en encontrar un huemul, el ciervo autóctono patagónico en peligro de extinción, al punto de que es una rareza hallar alguno, ya que los últimos ejemplares están recluidos en la parte más inextricable de la precordillera. A esa obsesión ha incorporado a Nazareno, más conocedor del virginal terreno montañoso. Aunque más inexperto en las cuestiones prácticas, Ladislao complementa la ayuda de su acompañante con la lectura de dos libros, uno sobre las características y costumbres del huemul, y otro sobre la Campaña al Desierto y el exterminio de sus habitantes originarios.
Precisamente, el film se inicia con sendas citas provenientes de estos libros, que operan a modo de guía para el doble recorrido que propone la película: la primera frase pertenece al Perito Moreno, el gran estudioso de la naturaleza austral, y cuenta cómo el huemul cuando se siente perseguido, prefiere introducirse en las aguas heladas del lago y hundirse hasta desaparecer. La segunda cita es sobre la Campaña del Desierto y el exterminio de la raza mapuche. El paralelismo es evidente y se refleja en una búsqueda externa, real y concreta pero también en un proceso interno que hace interesarse a los protagonistas cada vez más por sus raíces.
A medida que los protagonistas se alejan de la urbanización, retroceden en el tiempo, el caballo se vuelve esencial para transportarse y a veces ni siquiera sirve para llegar a lugares donde no hay puentes ni luz eléctrica ni celular y solamente, a veces, la radio funciona. El paisaje se vuelva cada vez más potente y la figura humana se reduce y se ensombrece. Una experiencia que roza lo místico se traduce no sólo en imágenes visuales sino auditivas: en los sonidos prístinos del viento, el fuego o el agua como pocas veces puede apreciarse en registros cinematográficos incontaminados por cualquier objeto comercial o cultural.
Esta búsqueda se asemeja a la del quetzal, el ave sagrada de la selva costarricense: algunos expedicionarios llegan a escucharlo pero es casi imposible verlo. Aquí, se muestran las huellas del huemul (aproximadamente 7 cm, para el ejemplar adulto) pero no aparece más que en un dibujo. El film bien podría llamarse “Esperando al huemul”, a semejanza de títulos como “Esperando a Godot” o “Esperando la carroza”, porque la búsqueda deviene circular, se estanca y sigue infinitamente, como el gerundio del título.
Precisamente, el film se inicia con sendas citas provenientes de estos libros, que operan a modo de guía para el doble recorrido que propone la película: la primera frase pertenece al Perito Moreno, el gran estudioso de la naturaleza austral, y cuenta cómo el huemul cuando se siente perseguido, prefiere introducirse en las aguas heladas del lago y hundirse hasta desaparecer. La segunda cita es sobre la Campaña del Desierto y el exterminio de la raza mapuche. El paralelismo es evidente y se refleja en una búsqueda externa, real y concreta pero también en un proceso interno que hace interesarse a los protagonistas cada vez más por sus raíces.
A medida que los protagonistas se alejan de la urbanización, retroceden en el tiempo, el caballo se vuelve esencial para transportarse y a veces ni siquiera sirve para llegar a lugares donde no hay puentes ni luz eléctrica ni celular y solamente, a veces, la radio funciona. El paisaje se vuelva cada vez más potente y la figura humana se reduce y se ensombrece. Una experiencia que roza lo místico se traduce no sólo en imágenes visuales sino auditivas: en los sonidos prístinos del viento, el fuego o el agua como pocas veces puede apreciarse en registros cinematográficos incontaminados por cualquier objeto comercial o cultural.
Esta búsqueda se asemeja a la del quetzal, el ave sagrada de la selva costarricense: algunos expedicionarios llegan a escucharlo pero es casi imposible verlo. Aquí, se muestran las huellas del huemul (aproximadamente 7 cm, para el ejemplar adulto) pero no aparece más que en un dibujo. El film bien podría llamarse “Esperando al huemul”, a semejanza de títulos como “Esperando a Godot” o “Esperando la carroza”, porque la búsqueda deviene circular, se estanca y sigue infinitamente, como el gerundio del título.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El espíritu del western está también presente en esta dupla viril amistosa de los protagonistas, en el paisaje primordial y en el puro disfrute de la libertad en los espacios abiertos y salvajes. Una épica autóctona sin violencia, registrada con los tiempos del sur, más lentos, intensos y silenciosos, como el lenguaje por momentos inaudible del castellano mezclado con palabras mapuches.
Ladislao sueña con encontrar un huemul, porque afirma que “las cosas originales de este mundo se están acabando” y porque quiere parecerse a sus antepasados para los que era habitual esa presencia; Nazareno, el acompañante, se expresa mucho menos, pero siempre colabora desde un accionar silencioso. El documental los sigue, se interna con ellos atravesando bosques montañosos, depresiones volcánicas y pequeños lagos que cruzan sobre árboles caídos desde hace siglos. Ellos persiguen indicios concretos del paso del animal: sus huellas, la bosta... aunque sin embargo no tienen otra estrategia que no sea hallarlo. En esto parecen coincidir con el deseo del director Juan Diego Kantor, convencido de que el ejercicio consta no en encontrar, sino en buscar; en el conocimiento que genera el viaje en sí, más que en el objetivo que parece alejarse (aunque no desvanecerse) como una utopía.
Ladislao sueña con encontrar un huemul, porque afirma que “las cosas originales de este mundo se están acabando” y porque quiere parecerse a sus antepasados para los que era habitual esa presencia; Nazareno, el acompañante, se expresa mucho menos, pero siempre colabora desde un accionar silencioso. El documental los sigue, se interna con ellos atravesando bosques montañosos, depresiones volcánicas y pequeños lagos que cruzan sobre árboles caídos desde hace siglos. Ellos persiguen indicios concretos del paso del animal: sus huellas, la bosta... aunque sin embargo no tienen otra estrategia que no sea hallarlo. En esto parecen coincidir con el deseo del director Juan Diego Kantor, convencido de que el ejercicio consta no en encontrar, sino en buscar; en el conocimiento que genera el viaje en sí, más que en el objetivo que parece alejarse (aunque no desvanecerse) como una utopía.