De las últimas de Disney es la más desfallecida de todas, con unos dibujos de formas más estilizadas y heterodoxas, canciones que ni fu ni fa y algún aspecto moderno.
Es la historia de Hércules, hijo del patriarca del Olimpo Zeus, el cual deberá recuperar, en compañía de una especie de cabrito y de su hermoso caballo Pegaso, la inmortalidad a través del heroísmo, imponiéndose al asqueroso rival de su padre por el poder.
Que "Hércules" no sea nunca brillante y ocasionalmente convincente no significa que Disney renuncie a sus señas de identidad: buenos -muy buenos- y malos -muy malos-; buenos -muy buenos- sentimientos; la candidez inofensiva; el equilibrio para gustar universalmente; el ingenuismo; el inevitable final feliz. Pero lo que parece claro es que Disney necesita renovarse porque la innovadora, ingeniosa y fascinante Dremworks viene produciendo películas de una categoría sobresaliente, dentro de un cine infantil disfrazado, pues tiene en el público adulto su sector más rentabilizador.