Un clásico de los 60, una de esas películas que pueden gustar (y gustan) a todos, que encaja igual como comedia dramática que como drama levemente teñido de comedia y es que trata el asunto de los prejuicios raciales (desde ambas orillas y recíprocamente), un tema delicado y tendente al dramatismo, sin énfasis, con levedad, ternura y verismo, para proclamar a la par que una libertad de elegir un amor, de opinar, de vivir, una apología del ser humano como ente en sí mismo.
Buen guión y eficaz dirección de Kramer, en un título definitivamente inolvidable por el ser el último encuentro cinematográfico entre Tracy y Hepburn -por la muerte del primero-, dónde por cierto Tracy hace una maravillosa composición, pese a que fuese Hepburn quien obtuviera su tercer Oscar. Por todo ello, un título realmente entrañable.