Una noche en Casablanca

A pesar de no gozar del prestigio ni del reconocimiento popular y crítico de otros clásicos de los Marx, este film producido por David L. Loew y dirigido por Archie Mayo ("El Bosque Petrificado") contiene algunas inspiradísimas escenas de humor surrealista y absurdo que nada tienen que envidiar a muchos de los mejores momentos de su filmografía.
Y es que la hilarante secuencia del baile en el hotel con Chico y Harpo abarrotando la sala de mesas y sillas, o los desternillantes líos de armario con Sig Ruman, son sólo dos ejemplos verdaderamente antológicos y representativos del inigualable humor de estos incomparables cómicos.

Slapstick de primer nivel, un ritmo endiablado, diálogos de una brillantez insuperable, situaciones caóticas, singulares caracterizaciones, personajes secundarios de gran altura cómica.....en fin, otra tronchante oportunidad para reír a mandíbula batiente con este irrepetible trío de geniales hermanos.

Parece ser que un joven Frank Tashlin (futuro director de notables y coloristas comedias con el protagonismo del histriónico Jerry Lewis) colaboró sin acreditar en la escritura de algunos gags de esta delicia del humor anárquico y descarado.

Parodiando, en cierto sentido, a "Casablanca" los hermanos Marx se enfrascan en una de sus surrealistas aventuras, aquí salvando un tesoro escondido en un hotel dónde no hacen más que asesinar directores ( el próximo será Groucho...), del que los nazis (un oficial con peluquín concretamente) quieren apropiarse. Humor delirante, absurdo, mecánico, inteligente, pero ni de lejos a la altura de la brillantez de las obras maestras del genial trío.

Tras «Una noche en Casablanca» les quedaban pocas películas juntos a los Hermanos Marx y eso hay que reconocer que da un pelín de nostalgia. Luego empiezas a pensar que era inevitable, que era incluso necesario. Que hay que tener edad para cada cosa y que ellos fueron lo bastante sabios como para saber cuándo había llegado el momento de irse. Genios para siempre.

En esa genialidad Groucho pondrá el lenguaje patas arriba y retorcerá la ironía, el sarcasmo y la inteligencia hasta límites nunca antes sospechados. Pocos han sabido recoger el testigo de ese humor casi despiadado hacia el prójimo, donde cualquier acidez, grosería, insulto, alabanza, crítica o sensatez puede salir bajo su bigote para dejarte pasmado y sin palabras. En «Una noche en Casablanca» es el más gracioso, el más brillante.

En esa genialidad Chico sabrá cómo responderle y muchas veces será él quien deje sin palabras a Groucho, que ya tiene mérito. En esta ocasión quedará un poco más a la sombra de sus hermanos, algo que no es del todo nuevo en su filmografía y que nunca me ha parecido justo. En esa genialidad Harpo volverá a hechizarnos con su arpa a través de la «Hungarian Rhapsody» de Liszt y nos desquiciará pilotando un avión en una muy divertida secuencia entre la acción y el humor.

En ese otro mundo donde existe lo que no ha ocurrido aquí, seguro que anda la parodia original que los Marx tenían pensada para esta película sobre «Casablanca». Qué falta de luces de quienes lo impidieron.

Trataban los Marx, como Rusty en una escena del comienzo de su película, de sujetar el edificio, de evitar un siniestro total tras años y más años de procurarle diversión al personal. Y, al fin y a la postre, queda en el parecer del pueblo soberano, en el sentir de cada uno de nosotros, de los que hemos crecido salpimentando conversaciones con aquellas frases maravillosas, y de los que no, dar un veredicto: hacer pasar a la película como una de las mejores piezas de la inmensa obra de los Marx, o mentir por ver si con ello se saca algo.
No seré yo el que diga no estar en desacuerdo con lo que sea.

La cosa se pone seria, o todo lo seria que se puede poner con este trío de zumbados al frente. Ahora hay nazis, asesinatos, espías, conspiraciones, tesoros y un guion bastante más elaborado que los que solían protagonizar los hermanos Marx.

Pese a todo el peligro que les rodea, seguirán a lo suyo con sus locuras, liándola por donde pasan, sacando de quicio al resto de personajes y deleitándonos con sus números musicales. Es decir, más de lo que tanto nos gustaba y gusta, y dejando para la posteridad una de las mejores escenas cómicas de su carrera donde demuestran que hacer la maleta, no es una tarea nada fácil..

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