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Cielo amarillo

Western Una banda de ladrones de bancos recorre el desierto y llega a un poblado fantasma donde sólo vive una joven con su abuelo... El guión de Lamar Trotti se basa en una historia de WR Burnett y en "La Tempestad" de William Shakespeare. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo western de alto contenido psicológico ( creo que son los que más me gustan), donde nos relatan las andanzas de un grupo de forajidos y la desarraigada vida que llevan.
La peli comienza con el último atraco que perpetran en un banco de una ciudad y la posterior huida con el ejército pisándoles los talones.
No tendrán más remedio que adentrarse en un terrorífico desierto de sal para disuadir a sus perseguidores de darles caza y ahí el espectador comienza a ser parte de ese grupo y a sentir, bajo ese sol abrasador, la profunda soledad y mala vida que llevan estos hombres.
Consiguen cruzarlo de mala manera, pero sólo para descubrir que el poblado que les espera al otro lado, es una ciudad fantasma.
Por eso cuando se den cuenta que sus dos únicos habitantes son una muchacha ( Anne Baxter) y su abuelo, sospecharán que algo muy valioso ocultan y todos tendrán una razón para aprovechar la situación.
No es un western al uso. No hay ningún conflicto exterior, los problemas empezarán a surgir entre ellos y cada personaje, tiene una personalidad y una motivación muy diferenciada.
Tampoco hay ningún personaje entre los bandidos especialmente positivo, ni siquiera Peck que, aunque luego irá evolucionando, de primeras no duda también en aprovecharse de la situación.
La codicia y el sexo irá posicionando a estos hombres resquebrajando su, aparente, unidad inicial que culminará en enfrentamiento.
No he mencionado a Widmarck. El detonante del conflicto, excelente también, no hace falta decirlo. La verdad, es que todos están excelentes en sus papeles.
La película resulta claustrofóbica y agobiante. Primero, en ese cegador desierto y, luego, en ese derruido pueblo abandonado, escenario de la mayor parte del drama. Nada o muy poco, sucede al aire libre. Los conflictos de los personajes son internos y Wellman, en consecuencia, también los dirime en espacios interiores.
Ocho personajes. Todos importantes con un determinado papel. Muy, muy buena película.
La secuencia final me encanta. Un toque de humor después del agobio que hemos estado sintiendo.
Wellman era otro maestro, no cabe duda.
Izeta
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16 de noviembre de 2005
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un desierto es un espacio y un espacio se cruza le dice Gregory Peck a un grupo de atracadores en unas de las primeras escenas de Cielo Amarillo, modélico western de William A. Wellman. Con ribetes de cine negro (su guionista W.R. Burnett fue responsable de peliculas como High Sierra o La jungla de asfalto), y con escenas de fuerza telúrica, el director de The Ox-Bow Iccident construye una historia dura marcada por la aspereza del territorio, la concisión de sus diálogos y una tensión sexual muy apartada de las convenciones del cine de la época.

Personajes fronterizos que se traicionan en la búsqueda del botín definitivo, un paisaje mineral impregnado de una sensación de sequedad y agobio dan a la película un aire extraño y fantasmal que redunda en convertir a Ciello Amarillo en un western notable, en donde a pesar de desarrollarse en llamativos exteriores (montañas, llanuras y desiertos) sus imagenes desprenden una sensación de obscuridad y tiniebla.
granon
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1 de setiembre de 2008
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los extensos territorios del Oeste americano eran como la tierra prometida. Un vergel salvaje y agreste, poco mancillado por la presencia del hombre, que ocultaba en sus entrañas riquezas y tesoros, y sueños de libertad.
El Oeste era la quimera de quienes querían probar fortuna, era la segunda oportunidad para quienes deseaban empezar de nuevo, era un galardón de bosques, montañas y desiertos de belleza incomparable, que muchos se lanzaron a conquistar.
Pero el Oeste no se dejó conquistar sin plantear un encarnizado desafío. Y muy poco consistió en aventura épica exaltada por los románticos. La realidad era otra. La realidad era el odio y las hostilidades entre los indios nativos y los colonos que llegaban expulsándolos y relegándolos a reservas. La realidad eran las duras condiciones de vida que solían encontrarse quienes se atrevían a abandonar los vestigios de la civilización y lanzarse a unas tierras exigentes que no solían regalar casi nada sin esfuerzo, sin sudor ni sangre. Era la ley del más fuerte, la ley del hambre, de la codicia, de la rapiña. La ley de la supervivencia.
Y quien tenía un revólver o un rifle, no entendía más ley que la del gatillo, el cañón y las balas.
Muchos incautos se arrojaron en pos de montañas de oro acerca de las cuales circulaban rumores cada vez más agigantados. Muchos buscaron un paraíso y se encontraron con que los paraísos rara vez son gratuitos. Se cobran su precio. Ya se trate ese precio de las incomodidades de una descarnada rudeza, de los peligros constantes, de la perpetua desprotección, de la ausencia de leyes institucionalizadas, de la cruenta lucha para salir adelante en un entorno que, pese a sus ricos recursos naturales, exige muchísimo trabajo, penalidades y el añadido de hordas de forajidos que cabalgan por todo el Oeste saqueando y matando. Por no hablar de la herida dignidad de los indios, que no se dejaron masacrar sin pelear.
En el Oeste la vida humana vale poco y tiene precio.
Bandas de ladrones proliferan y se desplazan como plagas de pueblo en pueblo dejando su marca de robos y muertes. Corre el año 1867, tras la Guerra de Secesión. La banda protagonista, liderada por un Gregory Peck curtido, recio, con dotes de mando y con ciertos principios, roba en los bancos que va hallando. Tras uno de sus robos, huyen de los policías del pueblo y tienen que adentrarse en un desierto de sal en el que sus perseguidores, sensatamente, no osan entrar. Tras un agotador periplo que está a punto de costarles la vida, los del grupo llegan a una ciudad muerta. Cielo Amarillo. Una ciudad que surgió a raíz de la fiebre del oro y que se disipó con la misma celeridad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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23 de enero de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica cinta del director de "Incidente en Ox-Bow"; Wellman acaba de demostrarme que no sólo el gran John Ford sabía rodar un western de altos quilates. El film es de una factura impecable en muchos aspectos. Uno de ellos es la espléndida fotografía en blanco y negro; ese desierto de sal que es el Owens Lake alberga unos planos extraordinarios, al igual que el poblado fantasma que da nombre a la película: "Yellow Sky". Pero si a ello añadimos un gran guión y unos actores como Gregory Peck, Richard Widmark y Anne Baxter, el resultado no puede ser mediocre. Tanto el comienzo de la historia como el desenlace son fabulosos, no así la parte central, que en mi opinión decae un poco. Creo que es un film a reivindicar por todos a los que nos gusta el western porque está muy por encima de algún título más conocido. Notable.
colt45james
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30 de enero de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
018/18(17(01/10) Entretenido y extraño western realizado por el infravalorado William A. Wellman, inspirado en “La tempestad” de Shakespeare, es una historia de cine negro en el marco del género del oeste. El argumento gira en torno a un grupo de siete excombatientes unionistas de la Guerra Civil, comandados por James "Stretch" Dawson (Gregory Peck), que se dedican a robar bancos, tras el último atraco el ejército les persiguen y para escaparse de él deben cruzar un infinito desierto de sal, cuando están a punto de morir de sed encuentran una ciudad abandonada, como un oasis mágico, en la que viven únicamente una muchacha Constance “Mike” Mae (Anne Baxter) y su abuelo (James Barton).Es un irregular estudio sobre la codicia, en el que algunos situaciones chirrían y con un final (spoiler) burdo, parece impuesto por la censura, como parece metida con calzador la aparición sin ningún sentido de los indios, es como si los productores hubieran dicho <es del oeste y tiene que haber apaches>. Estos serían los defectos, sus virtudes son el regalarnos un ameno duelo entre dos grandes actores, Gregory Peck y Richard Widmark (Dude), una gran puesta en escena, unos actores de reparto que rayan a gran altura, con unas maravillosas escenas en el desierto, de las que consiguen transmitir la asfixia, sufres con los personajes, así como resaltable resulta el duelo final en el salón, fuera de plano para que la tensión por lo sucedido aumente. Recomendable a los que gusten de westerns. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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