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El ángel ebrio

Drama. Cine negro Sanada (Takashi Shimura) es un médico con un carácter muy peculiar, que vive atormentado por lo que pudo haber sido su vida y no fue ahogando sus penas en alcohol, aunque a pesar de todo, ejerce su labor con una dedicación casi absoluta en un barrio periférico del Tokio de postguerra, donde la mafia impone su ley en las calles. Un buen día, el doctor recibe a altas horas de la noche a un hombre (Toshirô Mifune) enfermo de tuberculosis ... [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
30 de diciembre de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Especialmente compleja en lo moral, temático y profundidad de personajes, e inusualmente lírica en lo visual sobretodo por el tema tratado (se sitúa dentro del género criminal y de denuncia social) y por la época en que fue rodada: Año 1948, entre la película de época medieval: “El cazador de samuráis” y el melodrama: “Duelo silencioso”.

Kurosawa deja de lado la descripción de posibles acciones delictivas de los gángsters o de visiones sobre el funcionamiento del hampa (sólo vemos sus juergas, borracheras, apuestas de juego,...), en un Japón decadente de posguerra, que todo guionista no habría podido reprimirse en contar, para recrearse únicamente en los personajes y sus relaciones.

Contiene escenas inesperadamente bellas como son: El duelo de guitarras al caer la noche junto al estanque podrido, el beso del enfermo a la mujer fatal que le abandona en una preciosa elipsis visual, el sueño-pesadilla del enfermo en la orilla del mar, la pelea final entre los gángsters protagonistas (genial utilización de espejos e iluminación)llenos de pintura blanca, la muerte del protagonista entre telas de ropa colgadas al viento, la escena final de despedida entre la ayudante y el doctor.

Por poner alguna pega quizá de abusa de la insistente imagen del estanque o ciénaga podrida como metáfora recurrente, por si no te habías dado cuenta a la primera. Quizá dirigida a un público no acostumbrado a este tipo de recursos.

Resumiendo: Una película compleja, poética, valiente y nada complaciente. En definitiva, todo un espectáculo cinematográfico.

Frase: “Las mujeres como tú, hacen que haya hombres como él.”
Roderick Usher
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16 de marzo de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
41/01(03/03/17) El maestro japonés Akira Kurosawa demuestra en su cuarta realización tremenda madurez creativa, donde mezcla cine humanista (recordando a su posterior “Barbarroja”), con el thriller, con el romanticismo, con el drama, con una gran capacidad de emitir emociones a través de las imágenes y de las historias, abordando sutilmente los estragos que la post-guerra causó en su país, ello condicionado por la censura imperante, y en un claro tono que recuerda al neorrealismo italiano por su crudeza y cine cuasi-documental de denuncia social. Asimismo destacable por ser la primera colaboración del realizador con el mítico actor nipón Toshiro Mifune y que se prolongó en 16 films más. La cinta se convierte en un adusto fresco de la situación en las ciudades japonesas en los crudos tiempos que siguieron a la devastadora guerra, un ambiente darwinista donde solo los más fuertes sobreviven y salen a flote, donde la bondad es confrontada con la maldad, la gente de bien como el doctor frente a las mafias (yakuzas) locales, donde la miseria impera aflora la ley del más fuerte y malvado, esto reflejado en una frase que bien parece dicha por Kurosawa "A los Japoneses les gusta castigarse con sacrificios banales". La cinta ahonda en la compleja relación de un médico altruista de un barrio pobre de una gran ciudad que por azar se ve tratando a un matón con tuberculosis, brotando entre ellos una ruda amistad, desprovista de sentimentalismo maniqueos, sintiéndose natural, en lo que es un lienzo de perdedores en un tiempo de perdedores. El notable guión es obra del propio director y de Keinosuke Uekusa (“Un domingo maravilloso”).

Sanada (Takashi Shimura) es un alcohólico médico en postguerra en Japón que un día comienza a tratar de un disparo a un joven gangster local, Matsunaga (Toshiro Mifune), mientras le atiende el doctor atisba síntomas de tuberculosis, Sanada intentará que Matsunaga cambie sus licenciosos hábitos y comience un tratamiento, lo que derivará en constantes tiras y afloja entre los dos. Tendrá importancia en el relato un ex convicto, Okada (Reizaburô Yamamoto), ex novio de la ayudante del médico, Miyo (Chieko Nakakita).

Aquí las señas de identidad de un realizador grande están ya presentes en el modo de presentar los personajes, en el modo de ambientar, en el modo adusto de relacionarse los personajes, en el manejo de las alegorías visuales, en el fluido ritmo narrativo, y más recursos de potencia visual, la escena onírica, todo ello con un sutil equilibrio. En lo que es un canto de esperanza para los japoneses, que con la ayuda de gente buena el país podrá salir adelante, pero si reina el egoísmo y la autocomplacencia naufragaran. Kurosawa una radiografía seca de este periodo complicado, exhibiendo un caleidoscopio de personajes en dualidad, pues vemos lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, los depredadores que se aprovechan de la desgracia y los buenos que sufren las consecuencias de las penurias posguerra. Siendo magnífica la relación de tira y afloja que se establece entre los dos protagonistas, reflejando cada uno la ambigüedad de la dualidad remarcada, por un lado está el doctor Sanada, un borrachín pendenciero, jaleoso, pero en el fondo sensible a los problemas de sus enfermos, y está Matsunaga, un mafiosillo arrogante, libertino, pero que cuando se sabe enfermo sufre un gradual cambio, mostrando ternura, comprensión y sobre todo debilidad, e inseguridades, y al final el honor del yakuza que lo puede.

Un relato bañado de tristeza climática, de amargura, de desazón, con el escenario de una ciudad sin nombre, donde solo parece se pueda salir de la miseria a través del gangsterismo, lugar de podredumbre moral simbolizado en la ciénaga omnipresente, en la que juegan los niños, siendo un nido de enfermedades, quizás en una metáfora de lo que era el país entonces, donde la población tutelada por el ganador yanki se sentía desamparada, sin rumbo, sin referentes morales, donde cundía el vicio y la decadencia espiritual, y en este purgatorio, pues parece la antesala del Averno brilla “El Ángel ebrio”, un paradójico tipo que no parece tener esperanza en la humanidad, llegando a verse como un misántropo, pero por otro lado se le ve preocupado por salvar a la gente, incluso salvarla de sí mismos.

La censura por mor del “ocupador” y tutelador del país nipón, Estados Unidos imponía un código restrictivo sobre la imagen que de ellos de se podría dar en la pantalla, con lo que Kurosawa tuvo problemas para incluir en el relato todo lo que hubiera deseado sobre como este “invasor” había provocado la precariedad social, esto es soslayado en la escena del club de jazz, exponiendo con sutileza la influencia de la “decadente” cultura americana en la nación del Sol Naciente, con su Big Band, sus atuendos o la música, enmarcando esto en un escenario en el que desenvuelven los mafiosos, con lo que la alegoría entre este modo de comportarse y la degradación social es nítida, y ello sin que aparezca en pantalla ningún occidental. Mafia que es presentada de modo un tanto tangencial, sin que veamos sus “negocios sucios”, solo su hedonista vida entre fiestas, alcohol, apuestas, prostitutas, etc, siendo estos el ejemplo máximo del declive moral de Japón. La nota de esperanza es el Doctor y una paciente adolescente (Yoshiko Kuga) que si sigue de modo rígido las recomendaciones de Sanada, un alma dulce, alegre y optimista, que representa el futuro del país, y Matsunaga lo malo de lop que no puede desprenderse la sociedad corrupta del tiempo.

Takashi Shimura encarna con vigor extraordinario al médico de carácter fuerte, con enorme sentido del deber, pero muy matizado, con defectos, iracundo, pendenciero, borrachín, y a la vez demostrando gran carisma y ternura por sus pacientes, entrañable. Toshiro Mifune es un ciclón, arrollador, enérgico, electrizante, vemos físicamente (gracias al buen maquillaje) como va enfermando, añadiendo un fenomenal lenguaje gestual, formidable rol.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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6 de agosto de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rindiendo homenaje a las víctimas inocentes de la masacre, al cumplirse los 70 años de la bomba atómica sobre Hiroshima, me ha parecido oportuno escribir la reseña sobre esta película que en cierto modo refleja la tragedia del pueblo japonés, que tan magistralmente mostró Kurosawa en sus films de esta época.

A través de la historia entre un delincuente tuberculoso y un médico alcohólico que hace las veces de su mentor, Kurosawa se mueve entre el género policíaco y el drama social, la película narra la turbulenta relación entre los dos protagonistas y ofrece la posibilidad para reflejar el Japón destruido de la post-guerra, arruinado por los bombardeos y la derrota. Los decorados son los barrios bajos de la ciudad, con su secuela de pobreza, enfermedad, miseria y crimen. Son el marco idóneo para una historia de perdedores, impregnada de pesimismo y amargura, que refleja ese habitual temperamento humanista y redentor del cineasta.

Afectado de tuberculosis, Matsunaga, miembro de la “yakuza” (mafia nipona), acude una noche a la consulta del doctor Sanada para que le extraiga una bala de la mano. Desde ese preciso instante, el médico empieza a preocuparse por la salud del delincuente, sin lograr que éste, entregado por completo al control del barrio, tome conciencia de su mal estado y se responsabilice de su enfermedad. Al poco tiempo Okada, jefe de la banda, sale de la cárcel e intenta recuperar a su esposa Miyo, que ahora se ha convertido en la ayudante del doctor.

La figura del médico es la reencarnación de una moral que adquiere caracteres superiores frente al dolor y la muerte. Representativa de la contradicción humana, la película aborda la relación tutelar del médico hacia el paciente que ignora aquello que más le conviene. “El ángel ebrio” adquiere mayor importancia en el empeño del médico por apartar al “yakuza” de los ambientes corruptos en los que frecuenta. El humanismo del doctor (Tákashi Shimura) entra en conflicto con el orgullo de Matsunaga (Toshiro Mifune), ambos actores realizan un trabajo excepcional. Algunos elementos funcionan perfectamente en su relación simbólica con la historia, como esa charca putrefacta y contaminada de gérmenes que vemos en la película a los niños jugar, con el influjo de su poderosa presencia sugieren todo el ambiente de degradación social del que es víctima ese perímetro de la ciudad.

La cinta posee cualidades estéticas heredadas de la iconografía del cine negro norteamericano y de la corriente social neorrealista que estaba en boga. Fue el primer film en el que Kurosawa mantiene el control absoluto de su obra, dirección, guión y montaje. También es el primer film con Toshiro Mifune que se prolongaría hasta Barbarroja en que acabó la amistad entre ambos, protagonista de 16 películas y alter ego del director. El amor de Kurosawa por Dostoievsky se revela en “El ángel ebrio” que consideraba al escritor ruso como uno de los autores que mejor trataban de la condición humana. Por eso, hizo una adaptación de “El idiota” que espero ver y comentar pronto.
Antonio Morales
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11 de julio de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ángel ebrio podría catalogarse como una de las grandes películas de cine negro japonés. Porque no solo posee intriga constante que da impulso a un relato de por sí dramático, sino además aborda el mundo criminal desde la decadencia misma. De lo insano. Lo putrefacto. Lo perjudicial y dañino que es para el hombre.

En El ángel ebrio vemos personajes dispares e imperfectos. Llenos de vicios y personalidades fuertes. Por un lado tenemos al doctor Sanada (Takashi Shimura) -nuestro ángel ebrio- quien, de noble corazón padece de alcoholismo y corto genio. Su paciente es un yakuza llamado Matsunaga (Toshiro Mifune) -terco y violento- que no sabía que padece de tuberculosis. Ante esto, esconde su miedo a la muerte con violencia. Comenzará entonces a darse una extraña pero conmovedora relación entre ellos hasta la llegada del misterioso Okada a la ciudad.

El ángel ebrio consigue incluso más que entretener: es una invitación constante a sumergirse en la idea del juramento hipocrático. Porque cabe preguntarse, ¿Vale la vida de un criminal?

Kurosawa nos da una lección de vida. De esperanza, y expone que la peor enfermedad no es la que se padece de por sí, más bien es el entorno en que uno se desenvuelve. De nada sirve la cura si estamos inmersos en la mierda.

Con la brillantez que lo caracteriza, Akira Kurosawa juega con el simbolismo como herramienta narrativa, esta vez haciendo alusión a una laguna estancada cerca de las dependencias del doctor Sanada y las muchas similitudes, cuasi parábola de esta, con los bajos fondos del mundo criminal.

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que el gran interés de la obra es denunciar con inteligencia que la Yakuza es la gran enfermedad que padece el Japón de postguerra. Es su propia tuberculosis. Dicho de una manera samurái: es un katanazo directo en el vientre de los códigos Yakuza.

Y esto lo hace para reforzar la idea fundamental de la película: si no se tiene voluntad, de nada vale intentarlo. Ya se habrá perdido toda esperanza.
cine con palillos
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15 de agosto de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy, y después de algunos años de lectura de las críticas en esta página, me atrevo a hacer la mía. Ruego que me sepan disculpar mis errores.
Si hay algo que admiro de los grandes directores es esa cualidad que tienen de que traten el tema que traten, son capaces de hacerlo con maestría y rigor. Con un conocimiento profundo de lo que tienen entre manos. Kurosawa es uno de ellos.
No da lugar un visionado sencillo, sino que requiere una mirada atenta e intensa para comprender sus intensidades emocionales.
En "El ángel borracho", Kurosawa se va por la parte mas occidental del Japón de la postguerra. Un Japón derrotado y con la conciencia llena de culpa. Más que por la derrota, por el desastre de la guerra.
Creo que los personajes de la pelí son perdedores, sin salida. Sólo la niña lleva la luz. Eso significa que todavía han de pasar muchos años hasta que se vea algo de claridad en el futuro.
Como sugerente me ha parecido la parte del baile. Como amante de las músicas orquestales de esos años, me ha gustado la versión japonesa del swing.
Véanla en versión original. No se pierdan el tono de "cabreo" permanente del doctor.
Superalcalde
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