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Pat Garrett y Billy el Niño

Western. Drama William Bonney era conocido por todos como "Billy el Niño". Estando encarcelado en Lincoln, después de ser condenado a morir en la horca, llega a sus manos un colt 44, con el que intimida a los guardianes y consigue huir a México. El sheriff Pat Garrett, que en otros tiempos cabalgó junto a él, será el encargado de darle caza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
11 de noviembre de 2016
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Una reinvención del personaje de Billy el niño, que se mueve y pavonea como si fuera una estrella del rock (o del country). Inigualable Kis Kristofferson y magnífico James Coburn. ¿Y quien se iba a imaginar que participe, en un papel secundario pero relevante, todo un premio nobel de literatura? En fin, un gran western crepuscular.
xermanvazquez
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3 de mayo de 2018
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Echó abajo los cimientos del "western" clásico con "Duelo en la Alta Sierra", definió las pautas del crepúsculo con la apocalíptica "Grupo Salvaje" mientras que brindaba una melancólica y mordaz fábula al género en "La Balada de Cable Hogue".
La última obra de Sam Peckinpah en el cine del Oeste marcaría, de algún modo, el camino hacia el ocaso del mismo. Y queda conseguido con la épica tragedia de "Pat Garrett y Billy, "el Niño" ".

Uno nace como Henry McCarty en 1.859, pasará a llamarse William Bonney y todos le conocerán como Billy "el Niño" cuando su reputación de forajido ya esté en lo más alto. El otro nace nueve años antes bajo el nombre de Patrick Floyd Garrett, y de pistolero se recicla en sheriff; dos personajes míticos de los tiempos de los cowboys, los indios, las revoluciones y las espuelas que encuentran en el film de Peckinpah quizá la mejor de sus recreaciones, aunque de nuevas no venía el asunto.
Las aventuras de estos hombres en el mundo del cine se daban desde comienzos del siglo pasado, siendo la realizada por King Vidor una de las más logradas, aunque hubo otras buenas muestras como la de David Miller, o la de Arthur Penn (incluso hay una versión mediterránea dirigida por Julio Busch con Peter Lawrence como Billy). Tras el gran éxito de "La Huida", Peckinpah se disponía a vivir la etapa más difícil de su carrera, la cual iba a caer en picado por su cada vez mayor abuso del alcohol y las drogas y por la ruptura con su esposa. Sin embargo, aún tenía fuerzas para abarcar otro proyecto; esta vez tomaría la historia de Rudy Wurlitzer, que se suponía iba a dirigir Monte Hellman, para crear su "western" definitivo.

El resultado fue una colaboración entre ambos para escribir el guión que no acabó demasiado bien, ya que Wurlitzer quedó muy resentido con el director por el enfoque trágico y poco fiel que le dio a la historia y a los dos protagonistas, que acabaron convertidos en viejos amigos luego enfrentados. La historia se inicia en tierras tejanas y en la frontera con New Mexico (lugar favorito de Peckinpah para sus cruzadas de sangre, venganza y caballos) en 1.881, cuando ya se ha librado la batalla de Lincoln y Billy es perseguido, informado por Pat Garrett, cuyos días de convertirse en sheriff están muy próximos.
Más tarde se iniciará la caza. Garrett se unirá a dos hombres asignados por el gobernador Lewis Wallace y acosarán continuamente a Billy, condenado por asesinato, pero sus intentos serán en vano. De este modo, los dos olvidarán sus años de amistad y se enzarzarán en una violenta persecución; caerán tanto amigos del forajido como colaboradores del nuevo sheriff hasta que llegue el momento en que los dos se vuelvan a ver, y no para saludarse ni para decirse palabras bonitas, sino para probar las balas de sus respectivas armas.

"Pat Garrett y Billy, "el Niño" " es un canto al ocaso del género que llegó en un momento en que nadie confiaba en él, declarado moribundo; aunque la fiebre del "spaguetti western" estaba en su apogeo en aquellos años, en EE.UU. sólo Sam Peckinpah y Clint Eastwood le insuflaron vida al género decentemente a la par que se apartaban de los códigos clásicos. En 1.973, mientras que John Wayne seguía en sus trece al mando de Burt Kennedy en "Ladrones de Trenes" y Eastwood nos trajo con "Infierno de Cobardes" uno de los títulos más interesantes y extraños, Peckinpah daría vida al que consideraría su "western" definitivo.
Como siempre, el rodaje fue de todo menos apacible, condicionado por la mala relación entre el director y el presidente de la MGM, James Aubrey, y aunque más tarde los productores decidieran acortar el montaje original del director, cargándose la película por completo, hoy en día ya podemos disfrutar de su versión integra, y en ella Peckinpah nos brinda una descorazonadora, descarnada y cínica recreación de los hechos reales, con una poética rebosante de arena, sangre, moscas y muerte (lo que es su imaginario característico, vamos) y un tono fatalista, pues vemos que ninguno de los personajes de la historia puede huir de su aciago destino, adornado con enormes dosis de violencia, un aire de extrañeza y grandes secuencias donde vuelve a brillar el atractivo uso del "slow motion".

Brillando en los papeles principales tenemos a la estrella "country" Kris Kristofferson (previamente fue considerado Bo Hopkins para hacer de Billy), midiéndose en un intenso duelo interpretativo con el implacable James Coburn, fantástico en la piel de Garrett...aunque hay que decir que poco o nada tienen que ver estos personajes con los auténticos (Dylan se parece más al Bonney real que Kristofferson). Los dos ofrecen grandes actuaciones y están seguidos de los conocidos Charles Martin Smith, Harry D. Stanton, L.Q. Jones, Bruce Dern y hasta los propios Wurlitzer y Peckinpah en papeles muy secundarios, junto a colaboradores recurrentes de este último como Jason Robards, Emilio Fernández o el gran Slim Pickens.
Muy curiosa es la aparición de un jovencillo Bob Dylan encargado de esa magistral banda sonora que refuerza el tono dramático del film. Aunque es difícil de decidir, puesto que el director ha intervenido en el "western" con un puñado de obras inolvidables por igual, sigo creyendo que la mejor de ellas es "Grupo Salvaje"...no obstante, "Pat Garrett y Billy, "el Niño" " es la confirmación de que si alguien pudo marcar de mejor manera el camino del género hacia su crepúsculo ese fue Sam Peckinpah.

Dos escenas para el recuerdo: la de Garrett con las prostitutas en el hotel (una de las que fueron cortadas para su estreno en cines) y, por supuesto, esa en la que vemos a Baker dirigirse al río a morir bajo la triste mirada de su esposa y las notas del "Knockin' on Heaven's Door" de Dylan de fondo. Una secuencia magistral que pone los pelos de punta.
Chris Jiménez
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18 de agosto de 2020
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Violento western que narra la persecución de Pat Garrett a Billy el niño. Muy recomendable a los amantes del género y a los que estéis empezando con los western. Tiene muchas virtudes y algunas cosas que le dan identidad propia ante otros western:

- Es un western con bastante acción, algo que realmente no suele ser muy común.
- Los dos personajes son muy odiosos, pero la amistad y honor que se van mostrando a lo largo de la película consigue que empatices en algunos puntos.
- Es una película de Sam Peckinpah y como otras películas suyas esta también es muy violenta.
- Diálogos muy macarras del viejo oeste y muy buen guión.
- Tiene un ritmo que la hace muy ligera, la historia te va llevando y cuando te quieres dar cuanta ya está acabando.
- La banda sonora de Bob Dylan le da un toque muy especial y personal.

En resumen, es una película muy recomendable para los amantes del buen cine.
Mankuku
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12 de junio de 2023
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Sé que Peckinpah tiene muchos seguidores acérrimos que disfrutan de su cine tan personal, a veces nostálgico, a veces visceral, siempre con impronta. Destaco 3 o 4 magníficas películas del director californiano que tengo en mi videoteca y reviso cada tanto.
Sin embargo, respecto a la famosa y legendaria historia de “Pat Garrett y Billy the Kid”, contada y coreografiada (balaceras y similares) en el “modo Peckinpah”, opino que es un western interesante, pero la película se me hace espesa y veo un producto irregular.
No ha sido sencillo el análisis ni comentario. Me pregunto ¿Dónde colocar el foco?
El material que se tiene entre manos es una buena historia, no cabe dudas, y que se puede narrar de diversas maneras y de diferentes perspectivas. Y así se ha hecho.
Pero aquí Sam como que saca a flote sus propios fantasmas, sus reclamos y sus adicciones.

La película está plagada de bebedores (el alcohol es lo que más les importa, casi tanto como el dinero), tipos sin moral (amorales para algunos), ni siquiera tienen sus principios claros. Divagan, en pensamiento y acción. Son bandoleros que escapan de la expansión de la sociedad legalizada (legalidad corrupta también, cómo no). La “civilización” los acosa.
Garrett, cansado de ir y venir como un forajido más, se pasa al lado de la Ley. “Es un modo de seguir vivo”, su gran frase, para justificar la aceptación del flamante cargo que ostenta y de su "nuevo orden" personal. Como si eso fuera un pecado mortal. Y lo es, para sus antiguos compañeros de correrías criminales, incluido Billy. En una escena le preguntan al Niño: “¿Por qué no lo matas?”, cuando tuvo a tiro de cañón a Pat. “Porque es mi amigo”, responde el joven.
Es el propio Peckinpah -como director- quien adopta el punto de vista de los forajidos y su identidad valórica, la cual entra en violenta colisión con los nuevos paradigmas, surgidos al lado de valores como la justicia, la legalidad y el orden. Y está claro que estos principios están mediatizados por los intereses económicos, evidente. Es el inveterado pragmatismo estadounidense como semilla del surgimiento de una Nación.
La manera del director de atrincherarse en el “viejo orden”, y enfocar desde ahí la película, es lo que me provoca ruido. Es la forma, más que el fondo. Como ensalzando esa libertad mal entendida, libertad para asesinar, robar, despojar, destruir (y además, libertad para golpear y violar mujeres). Esa particular autonomía ahora se ve acorralada. Entonces, esos pistoleros desarrollan un perfil psicológico de desencanto y sentido de pérdida, lo cual da el tono a la película. Lo que pretenciosamente llaman “crepuscular”.
Se supone que enfatiza en la amistad traicionada por deberes superiores, pero la construcción y posterior evolución de dichos vínculos de camaradería la veo con poco nervio, no bien perfilada, discontinua.

En todo caso, inmensa interpretación de James Coburn como Garrett, aunque no sé si tan a gusto se sintió con el cariz que le dieron al personaje, salvo por la escena en el burdel, aunque allí aprieta demasiado las tuercas en su trato con las mujeres.
¿Billy, que tenía 21 años en la realidad, interpretado por un actor de casi 37? No se lo cree ni el propio Kristofferson y así le queda el papel. Como pistolero, es mejor cantante, incluso es mejor camionero (“Convoy”). Aunque reconozco que se esfuerza.

La música termina por cansarme, escuchar toda la película la vocecita y el guitarreo de Bob Dylan (hablo de él como cantante, no como compositor) en un western, uf, no me parece. Más encima le dan un rol menor, como actor. Sin comentario. Hay varios momentos en que simplemente no cuadra esa música con la acción, no la acompaña. En varias escenas simplemente no crea “atmósfera”. Estaba bien para un tema, pero no toda la cinta.
¡Qué distinto lo que ocurre con la maravillosa dupla Leone-Morricone!

Finalmente, a destacar la hermosa fotografía y ambientación, unos planos generales fantásticos, todo esto, el punto más alto de la película.

Trama y desarrollo = 5.0
Personajes = 7.0
Fotografía y ambientación = 9.0
Banda sonora = 3.0
PROMEDIO = 6.0
KRIVO
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16 de diciembre de 2008
25 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pat Garrett y Billy The Kid muestra una serie de escenas violentas protagonizadas por postizos pistoleros de chulescas poses y diálogos de tebeo tomados muy en serio por Peckinpah en primeros planos injustificadamente largos. Las dos o tres ideas que posee el filme se agotan en cinco minutos (crepúsculo del viejo oeste, teórica amistad entre los protagonistas y amistad traicionada por el dinero) y están expuestas de manera torpe, recurriendo contínuamente al subrayado y a lo explícito.

Espectáculo adolescente-barriobajero por la ridícula y burda reiteración temática, violentística manera de entender el cine (que esconde en el fondo falta de elaboración intelectual e incapacidad total de ser sutil o refinado) y por su inexpresiva banda sonora (nula elaboración compositiva adecuada para satisfacer a las coyunturales mentes más simples en vez de matizar convenientemente lo expuesto en la pantalla), Pat Garrett... anticipa una manera de entender el cine basada en el trazo gordo, en la estrafalariedad nihilista, que tendría a Tarantino como su principal heredero.
opera 0
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