Un hombre solo

Western interesante por las escenas del gato y el ratón en las que tiene que ir ocultándose Ray Milland por todo el pueblo, ya que es un auténtico fugitivo de la justicia. Destaca el fuerte arranque y un final que podría decirse está bien resuelto, con una trama entremedias convencional en el aspecto técnico, bien dirigida por el propio Ray Milland. El principal atractivo de la película está en la pareja protagonista, formada por el fugitivo con la guapa joven que aparece de improviso. Es un encuentro casual en el escondido almacén y el posterior coqueteo entre ellos es agradable; muy conseguido. Como secundarios podemos señalar al televisivo Raymond Burr y a un malo fijo en los Westerns, Lee Van Cleef.

Destacan los exteriores que consiguen dar las dimensiones necesarias para creernos que están en un pueblo grande, no como en esas películas que plantan un escenario con cuatro paredes de casas, una carreta y dos arbolitos y sale un montón de gente y las típicas señoras de negro con sombrero y sombrilla que van por la única calle que hay, y, por lo menos un servidor, con perdón, no deja de preguntarse que dónde vive tanta gente y adónde van. Por tanto, el ambiente con ese incipiente amor entre los protagonistas queda bien, igual que el clásico vestuario sin más pegas para este tipo de películas. Por lo demás, historia de acción típica de un Western entre buenos y malos con una tensión aceptable que te hará llegar hasta el final.

"Un hombre solo" es el primero de los largometrajes que dirigió el actor Ray Milland; largometrajes, por cierto, nada fáciles de ver. Es un western interesante, sólido, con un estupendo comienzo, sin diálogos y bastante acción, y con un final algo convencional, pero satisfactorio. Como en muchas otras películas del Oeste de la década de los 50, aparece el gran actor Lee Van Cleef en un papel secundario que no le permite muchos matices ni desarrollos dramáticos, puesto que ni siquiera encarna al malo; peor aún, es el ayudante del malo (Raymond Burr). Pocas veces se ha visto en el cine de Hollywood un caso tan sangrante -y flagrante- de actor desaprovechado como el de Lee Van Cleef. En cuanto a Ray Milland, compone el papel de un pistolero que llega a un pueblo desconocido para él, imparte justicia a su manera, y, de alguna manera, se redime de su pasado. Al igual que este pistolero, el "sheriff" corrupto interpretado por Ward Bond también buscará su redención. Entre estos dos personajes, Mary Murphy logra también un buen lugar en la historia.

El sistema de color de esta película, el "Trucolor", es el mismo que el empleado en "Johnny Guitar" (1954), de Nicholas Ray. Lógico, pues ambos films fueron producidos por la misma compañía, Republic.

No importan las razones por las que nuestro protagonista aparece en el desierto, lo importante de ese potente inicio es que va a encontrarse con la escena de un asalto a una diligencia y que por culpa de los azares de la vida, buenos o malos, va a acabar en un pueblucho en el que van a desencadenarse los acontecimientos. No queda otra que aceptar que esas situaciones son indispensables para que la película arranque, y de qué manera, con un actor principal (a la vez que realizador del largometraje) que apenas suelta una palabra cuando los hechos principales tienen lugar. Todo llegará, habrá tiempo de conocer al bueno, a los malos y a una mujer que por azares de la vida también, hermosa y soltera, se encuentra receptiva y es capaz de hacer lo que sea para que todo encaje.

De acuerdo, no es una obra maestra, pero es que ver cada día una película de diez no es lo normal. Creo que se encuentra por encima de la media, entretiene una barbaridad pese a la poca acción que encontraremos, es más, a veces es más un thriller psicológico que un western. Sin embargo y pese a sus limitaciones (claramente encaja con la serie B) merece la pena ver a ese hombre apañándoselas para sobrevivir a una turba violenta y descontrolada, enfrentado con el cacique del pueblo y la región y capaz de tirar para adelante ante un marrón que se encuentra por azares de la vida. Las decisiones más complejas se han de tomar en situaciones límite, y aquí de esas hay unas cuantas.

Y además sale Lee Van Cleef...

Eso es lo que intenta un pistolero maduro, Wesly Still (Milland), que en medio del desierto, sin cabalgadura y casi sin agua, se tropieza con una diligencia que ha sido asaltada con sus pasajeros asesinados. Aun no ha llegado al pueblo vecino y, para todos, ya es el culpable. Perseguido por las calles y las casas entra en el banco y, mira por donde, escuchando tras la puerta conoce a los verdaderos responsables que allí están reunidos. Mira que los escuchetes ...
Al final logra esconderse en la mismísima casa del sheriff que vive con su bella hija Nadin (Murphy), donde transcurre buena parte de la cinta. Es un buen escondrijo, pues él está enfermo de fiebre amarilla y nadie se acerca por allí a visitarlo excepto el Dr. Mason. En la puerta hay una bandera amarilla que ahuyenta a los curiosos.
Recordemos que la fiebre amarilla, vómito negro o plaga americana, pues con todos estos nombres es conocida debido a su carácter ictérico y a uno de sus síntomas principales, es una enfermedad infecciosa causada por un virus que transmiten varias especies de mosquitos, generalmente de corto radio de acción, lo que limitaba a las zonas urbanas las grandes epidemias. Solía anunciarse como aquí se hace mediante telas amarillas en el umbral de la casa infestada, avisando así del riesgo que corre quien lo franquee. Prudentemente veremos que alguna vecina les acerca los alimentos dejándolos a la entrada. Como todas las fiebres, a falta de quinina se combatía aplicando paños de agua fría en la sienes a la espera de superar la crisis, así se hace aquí también.
Técnicamente la película es bastante deficiente, con un color y unas escenas nocturnas que dejan mucho que desear. La interpretación en general es solvente.
El comienzo es trepidante y prometedor dominado por largos silencios, aunque luego la acción languidece en medio de diálogos bastante convencionales. Hay algunas escenas interesantes, como la del enfrentamiento verbal del sheriff con su hija, el "santuario" personal que ésta tiene en el sótano de la casa donde parece vivir una segunda vida, o el encuentro del pistolero y el malvado en la soledad de la iglesia ante un montón de féretros esperando la sepultura.
Cinta interesante, limitada de medios pero con algunos detalles ciertamente originales.

Sencilla, básica, clara, interesante, concisa, directa y satisfactoria producción en forma de western en la que un hombre conocido por sus fechorías del pasado, se topa con una diligencia atacada y opta por ir al pueblo más cercano para informar del asunto, pasando a ser el sospechoso número uno.
Dirige y toma el papel de protagonista absoluto, Ray Milland, logrando ofrecer un trabajo sencillo bien presentado y con un desarrollo interesante.
La película no cuenta con un gran trabajo de iluminación y algunas secuencias pecan de ser demasiado pobres y oscuras, pero por encima de todo lo comentado queda una historia bien presentada y desarrollada, logrando mantener el interés. Algo que no suele ocurrir en algunos westerns que se hacen eternos y muy plomizos.
Un hombre solo, queda como un correcto y acertado proyecto en la carrera artística del actor y director, Ray Milland, dejando muestras de su capacidad para dirigir.