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¡Cómo sois las mujeres!

Comedia Mario y Teresa forman un matrimonio aparentemente feliz, pero ella le echa en cara que no valora lo suficiente su trabajo en el hogar. Como él no está dispuesto a reconocer la importancia de las tareas domésticas, Teresa le propone intercambiar los papeles. Mientras que Teresa consigue un trabajo, y se desenvuelve bastante bien, Mario es incapaz de mantener la casa en orden. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
14 de marzo de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por desgracia Arturo Fernández ya había dejado atrás sus papeles con fuerza en determinados films policíacos y aquí lo encontramos ya en un papel de comedia que resuelve con cierta gracia junto a la sugestiva Teresa Gimpera que es una de las actrices representantes del cine español más decoroso. La película no acaba de reflejar del todo el talento de Pedro Lazaga aunque es verdad que el film tiene los detalles propios de su inconfundible personalidad. A pesar de la ideología tendenciosa que va desplegando el film tiene algunos momentos agradables mientras que en otros momentos todo resulta demasiado azucarado y convencional. La película se abre con una agradable canción romántica y quizá en los primeros momentos promete mas de lo que ofrece después o sea un resultado aceptable pero discutible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cromatico
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23 de febrero de 2018
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha pasado justo medio siglo, cincuenta años de 1968 al 2018, y sin embargo la presente película sigue siendo de plena actualidad. Algunos me dirían que nada de eso, que es una antigualla ya felizmente superada pero a mí no me lo parece. En teoría, porque es verdad, todos somos ahora mega igualitarios, según una encuesta del 2017 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) sólo el 3% de los varones españoles (un 9% de mujeres) preferiría que su pareja no trabajase fuera de casa. Pero estoy seguro de que en este terreno, como en otros, hay un punto de hipocresía, además de mucha corrección política feminista, tanta que no nos atrevamos a confesar nuestros más íntimos deseos. Es decir y me refiero a nosotros los hombres, ¿de verdad queremos que nuestras mujeres trabajen fuera del hogar y compartir las tareas domésticas al 50%? Yo no quiero pero el que sí tendrá que explicar porqué según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, que se publicó hace unos días en EL PAÍS, el 13 de febrero, las féminas dedican el doble de tiempo a las tareas domésticas que el varón. O incluso ¿no nos sentimos acaso heridos en nuestro amor propio si ella gana más pasta que nosotros? Creo que sí.

El caso es que Pedro Lazaga reflexiona con cierto humor no exento de inteligencia sobre la particular guerra de sexos que se desarrollaba a finales del franquismo, 1968, en España. "¡Cómo sois las mujeres!" es indudablemente machista pues da por sentado que los roles tradiciones son los más adecuados. Pero resulta que por descuido masculino o por las malas influencias femeninas, la mujer comienza a emanciparse y entonces no hay quien la pare, incluyendo aquí la inquietante cola final. A mí esta idea es la que me parece más importante. Que si una chica quiere dedicarse a cuidar el hogar y la familia es porque así lo decide no porque le obliguen o porque no le quede más remedio pues es una inútil sin remedio. Para nada. El rol doméstico femenino no me resulta en absoluto inferior al masculino pero para las izquierdas sí lo es de tal modo que nos venden que una mujer no se realiza si no sale a la calle a ganar dinero. Este cambio puede darle más independencia económica y personal pero también al hombre pues no se siente ya ligado a las obligaciones que antaño implicaba el modelo tradicional. Así las personas son más libres y, al mismo tiempo, se sienten más solas, vacías e infelices. Mal negocio.
Reaccionario
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8 de enero de 2017
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale que hablamos de los años 60 y las cosas eran como eran (por ejemplo, las mujeres no podían abrir una cuenta corriente sin el consentimiento del marido, tal cual), pero aun así el insoportable tufo machista de la moraleja final en esta peli suena más a los años 40 que a 1968. Y es que a Pedro Lazaga, solvente director y con un buen número de obras destacables, a veces le salía el ramalazo de nacional-catolicismo franquista y le pasaban estas cosas, no podía evitarlo.

Y el caso es que la película se va sosteniendo por las excelentes interpretaciones de Arturo Fernandez, Teresa Gimpera y Juanjo Menéndez, en papeles que les van como anillo al dedo. Ver al eterno galán lidiando con el delantal, la fregona y el aspirador, no tiene precio. Y a la guapísima Teresa Gimpera, quizá la actriz más elegante que ha dado el cine español, de exitosa vendedora de chalets, pues lo mismo.

Pero que queréis, llega el final y todo se va al carajo. Ya digo, a Lazaga, Masó y Salvia (tal para cual, en lo bueno y en lo malo) les sale su autentico yo y nos cierran la peli con la más zafia, sonrojante y carpetovetónica morcilla machista: el hombre a trabajar y la mujer en casa a fregar, lavar y cocinar. Chorreante bocata de panceta barata como postre a una aceptable comida con algún toque de delicatessen.

Una pena, con otro final minímamente más avanzado y menos cavernicola la peli hubiera sido salvable como simpática comedia costumbrista. Pero en 1968 ya no eran de recibo este tipo de mensajes, los tiros empezaban a ir por otro lado.
Sir Lancelot
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3 de abril de 2013
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de 1971 una mujer en España no podía abrir una cuenta corriente sin el permiso de su marido ni firmar un cheque. Esta película es de 1968, año yé-yé, y para muchos espectadores de hoy en día que vean esta película les parecerá más bien un documental sobre la vida en las cavernas antes que una comedia "rupturista". El punto de partida de la película, una esposa que intercambia roles con su marido y es ella la que trabaja fuera mientras él se queda como "amo de casa", ha perdido hoy en día su vigencia. Mantiene no obstante la película algo de su gracia original, en, por ejemplo, como contrapone las escenas en que la pareja protagonista eran novios a la vida de casados con niños. ( la forma en que Arturi Fernández llama a Teresa Gimpera por su nombre en la película: "Mercedes" en plan cursi de novios y cuando grita "¡Mercedes!" una vez casados).

Solo recomendada para nostálgicos de los años sesenta y estudiantes de sociología con reparos.
peleon
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