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Sin terminar de crear algo verdaderamente original, esta película logra con pocos mimbres generar interés e inquietud. Un grupo de jóvenes van a pasar el fin de semana en una casa en mitad del desierto. Entre bromas y atendiendo a una leyenda urbana de internet, realizan el acto de invocación de un turbador ente paranormal que buscará su propio ritual macabro.

A pesar de estar ante un film pequeño, los valores de producción son bastante buenos. Para nada nos parece estar frente a un producto cutre o de medio pelo y todo parece bastante cuidado en el plano estético y cinematográfico. No obstante, el guión pronto nos empieza a lanzar señales de alarma ya que echa mano de diferentes atributos identificables de cintas ya conocidas. El ritual de invocación se parece sospechosamente al de Candyman y el desarrollo de la trama tiene momentos que recuerdan a It Follows (2014) y otros a Coherence (2013) mezclado con el cine de posesiones.

Hasta que llegamos a un punto en el que de verdad sentimos interés, tenemos que tragarnos una buena cantidad de minutos con todos estos veinteañeros interactuando entre ellos, que no destacan por su encanto. Aunque, al menos, no exhiben comportamientos especialmente deplorables más allá de beber y fumar hierba. Además, son demasiados para que te quedes con sus caras y nombres; consciente de este handicap, y en lo relevante de que resulta para la trama, hay una escena donde te los presentan a todos, pero ni por esas. Hacia el desenlace, se comete un error lamentable que, por si acaso, dejo para el espoiler. ¿Qué necesidad había? Pese a todo, se deja ver y dura lo justo y necesario.