Guerra de mentiras

El giro hacia lo humorístico que pega la película en su momento culminante da idea de la falta de confianza que los propios autores debieron de sentir hacia el interés, la profundidad y la gracia que verdaderamente podía contener lo que estaban narrando, a pesar de la trascendencia de los hechos que se barajan y que se presentan como reales. Sin duda, la historia saca a la luz detalles muy creíbles sobre el intento de legitimación de los ataques de Estados Unidos a Irak que en su día emprendieron los servicios secretos de las potencias occidentales, con posterioridad al atentado a las torres gemelas (a base de resucitar unas investigaciones de un científico alemán que habían sido arrinconadas años atrás por la evidencia de que eran fraudulentas). Pero esa cínica maniobra de los poderosos del mundo, tratando de colar por bueno lo que estaba ya demostrado que no lo era, hubiera dado en manos más hábiles para una historia muchísimo más enjundiosa sobre la mentira como alimento del poder. Aun con todo, no está mal echarle un vistazo.

No es que el fondo de la cuestión tenga ni pizca de gracia, pero Johannes Naber tampoco da con la tecla para ponersela y no acaba de encontrar el tono. Una plomiza puesta en escena tampoco ayuda. La cosa acaba siendo un aguachirle que desvirtua en buena medida una sustancia digna de mejor guiso donde la "inteligencia" germana ejerció de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio y los "espabilados" de Bush utilizaron una servilleta para limpiarse sus pecados.

Las mentiras de destrucción masiva auspiciadas por buena parte del mundo democrático conllevaron en torno a un millón de muertes y un país devastado, para derrocar a un dictador que ese mismo mundo había aupado en su momento y de paso hacer negocios con la venganza. En fin..., por aquí aún tenemos a un expresidente que sigue en lo de " mantenella e no enmendalla ".

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