La puerta

No dejes a los niños solos en casa. Porque la liarán, montarán una fiesta, te la destrozarán. E incluso puede que les dé por abrir alguna "puerta" del más allá e invoquen demonios o bichejos repulsivos.
En The Gate, la primera incursión cinematográfica del irregular Stephen Dorff , unos chavales abren sin quererlo una puerta diabólica (una agujero en el suelo del jardín) que, si no consiguen cerrar a tiempo, supondrá el dominio de los demonios sobre la Tierra. Los demoniejos buscarán dos sacrificios humanos para llevar a cabo su propósito.
Y ahí están los tres chavales: Stephen Dorff, su hermana y su amigo; capaces de enfrentarse a lo peor. Porque son más listos que los demonios aunque no levanten ni un palmo del suelo. Claro que, teniendo unos cohetes en casa, ¿quién no es capaz de ganar al Mal?
No obstante, hay que saber ver los puntos fuertes de la película. A pesar de lo limitado de las actuaciones y de la previsibilidad del argumento, se deja ver y resulta bastante entretenida. Para los nostálgicos del cine ochentero, la estética de La Puerta y su toque cutre-casposo les enamorará. A eso le añadimos dosis de humor; efectos especiales más que aceptables para la época con unos demoniejos currados; algo de terror, un poco simplón, claro; y obtenemos una película para pasar el rato.

Como me ha sorprendido ver la baja puntuación de este clásico de los 80 en la página.

Bueno que le vamos a hacer. Cómo gustos, colores.

Así que esta crítica va a dirigirse a los incondicionales del film. A aquellos que tuvimos oportunidad de verla en Aullidos, a las tanta de la noche en la 2.

La película tiene un encanto innegable.

Dos amigos se dan cuenta de que se ha abierto una puerta del infierno en el patio de uno de ellos, y una serie de accidentes la abren de par en par.

De un lado tenemos a los personajes: a un chico (Dorff) con una relación complicada con su hermana, que no le hace ya tanto caso (la hermana esta ya crecidita) y es el mejor amigo de un frikazo increible amante de los discos raros de heavy metal y la magia.

Con ese elenco y algunos secundarios más (como la pareja de hermanas tontainas amigas de la hermana o los guaperas) la cinta se mueve a buen ritmo, con unos efectos especiales entrañables y maravillosos. Y bueno un final peliculero con cohetes, pero que demonios... todo se le perdona.

Puede que me guie la nostalgia, pero no me importa. Siempre la recomendaré. GENIAL...

Quién me iba a decir a mí que el temible Tibor Takács, artífice de subproductos televisivos con ratas, tornados y demás amenazas humanas improbables, decidió debutar en su momento -o casi- con una simpática, entrañable, casi modélica película de terror juvenil como la que nos ocupa. Al igual que Los Goonies, la película absorbe su energía narrativa (y su encanto) de la sangre misma de la fantasía adolescente, o de esa geografía infantil (cerrada a los adultos) donde lo imposible tiene lugar.

Es un niño (carismático Stephen Dorff) el primero en sentir la brisa sobrenatural que anuncia la intromisión del Mal en la vida cotidiana. Los padres desaparecen a los pocos minutos, en la impoluta urbanización no se ve a un sólo adulto, de hecho nadie parece detectar nada de lo que ocurre en la casa que conecta este mundo con el averno, como si realmente todo sucediese en la mente de los chavales protagonistas. En este sentido tiene especial significación el personaje de la hermana, en plena edad de tránsito a la madurez, obligada a elegir entre los vicios de una adolescencia descreída (la sesión de levitación a la que nadie, salvo el protagonista, da credibilidad) y los vestigios de una infancia ya agónica que todavía tiene fuerzas para creer en la magia y el poder de la aventura.

Takács, así, se reconcilia con ese sentido de la maravilla típicamente juvenil que llena las páginas de tanta buena literatura de aventuras, enfrentando a sus criaturas con una amenaza superlativa (nada menos que la instauración del Infierno en la Tierra) plagada de peligros, porque sin peligro no hay aventura, y en la que vencer al mismo Satán puede depender de un puñado de fuegos artificiales.

Poco importa si a veces se pasa con el azúcar o si hay situaciones/reacciones poco verósimiles (aunque a veces justificadas por lo expuesto anteriormente), porque el brío, el ligero tono macabro (que rehuye el gore, pero no el asco) y ese deseo de materializar el horror como si de una emanación de nuestros terrores inconscientes se tratara, convierten a esta pequeña sesión de escalofríos en una de las más disfrutables y nostálgicas (ese delicioso aroma eighties) que uno pueda echarse a la cara.

Por descontado, la mejor película (o la única decente) de su infame realizador.

Lo mejor: esos diablillos deudores de Ray Harryhausen, y su conseguido tono de ligereza.
Lo peor: que no se entre en su juego, o que se la tome excesivamente en serio.

A ver, sí, la peli no es nada del otro mundo. Hasta se podría decir que es malilla. Hay muchos aspectos a destacar negativamente, demasiados. Pero tiene una entrañable ambientación de terror ochentero y ciertos momentos buenos. Es de estas pelis que se la pones a tu sobrino de 12 o 13 años y seguro que le gusta y le aficiona al género fantástico "sano" (nada de slashers y gores).
Una historia en el fondo para el público juvenil, pero entretenida y bien cerrada, que ya es decir, con un susto memorable cuando todo parece acabado...
A destacar ver de tan niño a Stephen Dorff antes de ser... ¿famoso?

Problemas para evaluar una obra que ofrece un razonable pasatiempo pero una ejecución muy mejorable. O dicho de otro modo, es malilla pero es amena, lo que confirma que después de todo, la gran mayoría de mis cuatros, buena parte de treses y hasta algunos doses, son películas que pese a sus deficiencias, si os gusta el cine, se pueden ver. Este es el caso de la juvenil "La puerta", curiosa mezcla de "Poltergeist" (1982) y "Los Goonies" (1985), donde lo peor viene de la primera y lo mejor de la segunda, de limitado presupuesto, llamativo éxito comercial y estética completamente ochentera, todo con un punto bizarro.

Evidentemente más que miedo o terror, pese al fantástico argumento, en el jardín de casa una puerta es abierta para que los demonios puedan acceder a nuestro mundo, lo que se trata es de aventura adolescente, género muy fuerte en los años ochenta pero desaparecido en la actualidad. Lo mejor es la extrañísima coincidencia entre lo que soñé hace un par de días y algo que aparece aquí. La película en sí ofrece una ensalada de fenómenos paranormales que no sabes si tomarte a risa o no. Al menos el grupito es curioso, en el que los niños son héroes y ellas encantadoras paquetes que no saben qué hacer, salvo chillar.