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Ciudad de conquista

Drama Danny (James Cagney), es un sencillo camionero de Nueva York que tiene por novia a Peggy (Ann Sheridan), una chica con una gran habilidad para la danza, talento con el cual aspira llegar a triunfar. Danny, para estar a la par con ella, decide entonces dedicarse al boxeo, su talento innato, pero sus sueños empezarán a separarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
16 de julio de 2007
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay que esperar un película de cine negro, aunque tiene elementos como la fatalidad, el destino, rudeza, éxito y decadencia efervescentes, ese aspecto claroscuro a veces, pero la obra va más allá. Más allá o más acá, porque realmente se puede considerar como un epílogo del cine social de los años 30 y un prologo del cine negro de los años 40. No es una cinta de boxeo al uso, ni un drama deportivo ni social, es el ojo de una cerradura al cual asomarnos pudiendo observar los sueños y aspiraciones de los protagonistas. Lo que más me ha gustado, además de la soberbia banda sonora de Max Steiner, ha sido la historia, dulcemente llevada, sin altibajos, sombría pero esperanzadora, con ese vagabundo narrando, más que narrando, viviendo, brotando en los momentos culminantes del film. James Cagney esta soberbio, a veces demasiado bonachón, como todos los personajes, demasiado extremistas en su condición moral, cuestión que la aleja un poco del cine negro que estamos acostumbrados. Tal vez sean lo peor las escenas de lucha aunque no el combate, como disfrutará quien vea la película, además de la fronteriza candidez de algunos personajes y ese código Hays haciendo de las suyas. En definitiva, me ha sacado unas lagrimitas, ¿tal vez, a veces sea un poco ñoña?, pues sólo digo, ¡viva la ñoñez!.
Minyatur
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13 de marzo de 2010
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué película tan especial, tan entrañable. No puedo más que compartir la euforia de mi compañero de barra en la licorería y su reivindicación del azúcar bien refinado. Qué placer reencontrarse con las viejas maneras cuando menos te lo esperas, en una película olvidada de la que nunca habías leído o escuchado. Una película con un ritmo endiablado, el viejo ritmo de los años 40 y 50 en Jolibud, de los artesanos del oficio. Un ritmo así es prácticamente impensable en una película de hoy en día. Se han perdido las viejas maneras, ya sabéis. Y hablamos de ritmo, eficacia narrativa y un buen dibujo de personajes, todo en uno. La primera media hora es todo un banquete en este sentido. Dirigida con pulso firme por Anatole Litvak, un tipo que nunca llegó a rodar ninguna obra maestra pero que jamás me ha decepcionado hasta ahora, y capitaneada por un fantástico Cagney, Cagney, ese coloso, flanqueado por un espléndido Anthony Quinn, prácticamente en su primer papel de cierta enjundia, que encarna aquí al malo maloso de la función y reluce como un par de zapatos nuevos, y Ann Sheridan, tan maravillosa como siempre. La película, de un romanticismo arrebatador, algunos dirán acartonado, yo digo arrebatador, otros dirán ñoño, yo digo "se te ha caído la pastilla de jabón", es una particular mezcolanza de drama romántico, pugilístico, con sombreados de cine negro y espíritu de musical. Un paseo nocturno por el bulevar de los sueños rotos que pasa por la calle de la ambición, sin duda uno de los lastres más pesados que puede acarrear un ser humano, encarnado en el personaje de Sheridan, y en la calle opuesta, Cagney, dando vida al tipo tranquilo, sencillo, y henchido de amor en el que uno se ve, o quisiera verse, irremediablemente reflejado. Una verdadera pena que el guión haga aguas en algún que otro momento y se pare a beber de los abrevaderos más habituales, por que la película no lo merece. Pero ésto acaba por ser pecata minuta, por que la sensación de triunfo y el canto al algodón de azúcar bien refinado que le hincha a uno el pecho cuando desfilan los créditos, y se percata de que algo se le ha metido en el ojo, esa sensación es la que perdura. Mi compañero de barra da con la palabra justa; enternecedora. Eso, o es que hoy he vuelto a tener uno de esos días.
Peter Gabriel 77
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6 de setiembre de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film realizado por Anatole Litvak (1902-1974) (“Nido de víboras”, 1948) con la colaboración de Jean Negulesco. El guión, escrito por John Wexley, se basa en la novela “City for Conquest” (1935), de Aben Kandel. Se rueda en los platós de Warner Bros. Studios (Burbank, CA). Producido por el propio Anatole Litvak y James Cagney para Warner Bros. Pictures, se estrena el 21-IX-1940 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en la ciudad de Nueva York en 1930 (prólogo) y en 1940. Danny Kenny (Cagney), de unos 20 años, es un joven chofer de camiones hasta que las circunstancias le llevan a dedicarse al boxeo con el apodo de Young Samson. Peggy Nash (Sheridan) es una muchacha de unos 18 años, que tiene grandes aptitudes para el baile y desea triunfar como bailarina. Eddie Kenny (Kennedy), hermano de Danny, es músico y compositor. Murray Barns (Quinn) es un muchacho de 20 años al que le gusta participar en concursos de baile y que ambiciona dedicarse a la danza. Los protagonistas son naturales del East West Side de NYC y se conocen desde la infancia. Danny es sencillo, sincero y generoso. Murray es presumido, egoísta y autoritario. Peggy es guapa, atractiva y soñadora.

La obra exalta la ciudad de Nueva York, su arquitectura imponente y grandiosa, sus calles y sus gentes. A estas las muestra jóvenes, soñadoras, ambiciosas e inmersas en un universo de oportunidades y riesgos, alicientes y peligros, éxitos y fracasos, que se han de asumir y afrontar con iniciativa, competencia y espíritu de lucha. Por lo demás, la urbe es vista como un crisol de culturas, etnias, creencias y tipos individuales diversos y contrapuestos. Los personajes, que se presentan bien definidos, son entrañables, cercanos y creíbles.

La exposición se apoya en un narrador (Frank Craven), que permite al espectador contemplar la realidad abigarrada y compleja de la metrópoli desde una perspectiva distanciada de los hechos concretos. Este recurso contribuye a dar cohesión a la sucesión de hechos que conforman el relato. La diversidad de los mismos y los giros que las circunstancias imponen a lo largo del tiempo, aportan factores que enriquecen la historia y la hacen interesante y atractiva. Con todo, deficiencias del guión, algunas inconsistencias y otros factores, hacen que la obra presente algunos altibajos y discontinuidades. El ritmo narrativo es intenso y sostenido en el tiempo. Otra característica del film viene dada por la mezcla de géneros con la que juega (melodrama, boxeo, cine negro, musical …).

Las interpretaciones de Cagney, Sheridan y Crisp respiran naturalidad y acierto. Se dan acompañadas del debú en cine de Arthur Kennedy y Anthony Quinn y de la curiosa presencia de un joven Elia Kazan, que trabajó como actor antes de dedicarse a la dirección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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16 de diciembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ciudad de conquista” es un melodrama urbano con unas gotas de cine de gánsteres, otras de cine negro, ingredientes de película de boxeo y toques de musical. Está dirigida por Anatole Litvak, un director procedente de lo que hoy conocemos como Ucrania, y que como muchos directores del viejo continente, realizaron sus mejores trabajos en suelo americano. La lista al respecto sería interminable, baste citar algunos nombres, como Alfred Hitchcok, Billy Wilder, Fritz Lang o Jean Renoir, entre otros muchos. Litvak no tuvo tanta popularidad como esos cuatro, pero firmó un buen puñado de películas de altísima calidad, como la presente, “Ciudad de Conquista”, o títulos tan interesantes como “El cielo y tú”, “Voces de muerte”, “La noche eterna”, “Nido de víboras” o “Anastasia”. Como curiosidad indicar que, aunque no esté en los créditos, durante un periodo la película la rodó Jean Negulesco, director de origen rumano que tendría en Hollywood una trayectoria también muy interesante.

Litvak ofrece una historia caótica (sin que esto en ningún momento sea un defecto, sino todo lo contrario), como la gran ciudad, llena de personajes apasionantes, con emociones intensas y catárticas, como debe ser en todo buen melodrama, con una música que acompaña los sentimientos que afloran "in crescendo", y con unos personajes que tienen ese determinismo trágico que es tan propio del buen cine negro. Litvak se deja influir por el caos de la ciudad para rescatar historias anónimas que cuentan y dan el pulso a las calles y barrios de Nueva York, logra captar el alma de la ciudad, centrándose en la vida íntima de sus personajes anónimos, una vida llena de aventura, desventura, de crueldad, bajos fondos, de sentimientos contradictorios pero también de compañerismo, lealtad, superación y amor…

La película cuenta además con un reparto de lo más interesante y variopinto, capitaneado por un sensacional, como siempre, James Cagney, quien compone un personaje muy querido por el público, ese boxeador que es capaz de sacrificarse por todos antes que por él mismo, un personaje que evoluciona sobre todo físicamente, permitiendo a Cagney el lucirse en más de un aspecto. A su lado Ann Sheridan, haciendo de la chica del “prota”, pero con sueños que van más allá de tener una pareja estable, un personaje quizá demasiado convencional, pero perfectamente interpretado por Sheridan, quien se marca unos cuantos bailes al lado de un actor que por entonces empezaba, Anthony Quinn, quien interpreta a un ser despreciable y egoísta, y que curiosamente, todo lo que tiene que ver con él es solucionado en la película de forma precipitada y sin ninguna explicación. En el grupo de secundarios, varios nombres conocidos, como Ward Bond, que no está acreditado y que aparece sólo en una escena haciendo de policía urbano, Arthur Kennedy, en la que era su primera película como intérprete, dando vida al hermano del protagonista, y Elia Kazan, el grandioso director de films tan inolvidables como 'Al Este del Edén' o 'La Ley del Silencio', dando vida a un amigo de los dos hermanos, una especie de gángster con buenas intenciones, y que por supuesto protagoniza toda la parte de cine negro del film, con un final bastante inesperado, pero lógico. También tenemos al genial Donal Crisp (¿cómo olvidarnos de él en '¡Qué Verde era mi Valle!'?), que da vida a un representante de boxeadores, convirtiéndose en uno de los mejores amigos de nuestro protagonista.

Toda una delicia para los amantes del cine clásico, un film estupendo, que de no ser por algunas escenas resueltas de forma un poco apresurada, estaríamos hablando de una obra maestra, no lo es, pero nos llega y nos llena de sobra.
Juan Marey
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1 de enero de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Danny Kenny (James Cagney) es un tipo bonachón que por ayudar a su hermano Eddie (Arthur Kennedy) con sus estudios musicales y a su novia Peggy (Ann Sheridan) con su carrera de baile se mete a boxeador profesional. Pero en el camino los tres alcanzara el éxito, pero solo uno llegara a la cima, el segundo sucumbirá ante las malas intenciones de otros y el tercero por su egoísmo su éxito le será amargo.

El film cuenta también con la actuación de dos grandes estrellas del cine, el galardonado director Elia Kazan de “On the Waterfront” (1954), interpretando a un joven gánster y el actor mexicano Anthony Quinn de “Viva Zapata!” (1952), personificando a un bailador de salón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
operez
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