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La rosa tatuada

Drama. Romance Serafina Delle Rose (Anna Magnani), una apasionada mujer de origen siciliano que vive en una población sureña, vive entregada al recuerdo y a la fidelidad de su marido, muerto a manos de un policía. Pero un día conoce a un rudo camionero (Burt Lancaster) y su vida empieza a cambiar. En su primera película en Hollywood, Anna Magnani se llevó el Oscar a la mejor actriz. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
19 de julio de 2007
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tennesse Williams, premio Pulitzer de teatro en dos ocasiones, es conocido mundialmente por muchas de sus obras que fueron llevadas al cine. ¿Quién no conoce, aunque no haya visto, títulos como “Un tranvía llamado deseo”, “La gata sobre el tejado de zinc”, “La noche de la iguana”, “De repente el último verano”, “Dulce pájaro de juventud”, etc.? Dicho esto, ya es merecedora de al menos cierto respeto esta “La rosa tatuada”.

Primera parte: tras la muerte de su marido, Serafine llora sin descanso su pérdida, se refugia en los recuerdos y en la supuesta fidelidad de aquél en vida y tiraniza en cierta forma a su joven hija. El ritmo narrativo no está muy logrado y el personaje no nos resulta simpático sino todo lo contario.

Segunda parte: aparece Álvaro y todo da un vuelco. Ritmo adecuado, diálogos inteligentes, interpretaciones sublimes.

Ganó tres Oscar: el de fotografía, el de dirección artística y el de mejor actriz. Injustamente no le dieron un Oscar a Burt Lancaster, ese completo actorazo al que jamás había visto hacer un papel tan complicado y tan alejado de los habituales.
BAKUNIN
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5 de julio de 2008
25 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anna Magnani, ciclón, tsunami, fuerza de la naturaleza. ¿Sobreactuando? ¿Sobreactúa un huracán? La fuerza y el temperamento en el país de las maravillas. Primera película en los United States y Oscar a la mejor actriz. Ahí queda eso. ¡Forza Italia! Nuestra Anna de las mil furias compartiendo cartel con un Burt Lancaster magistral pero humano. Anna no. Ella está en otra dimensión. Ella es la casta, la raza, el coraje... Ella es Sicilia, con su Madonna y sus siglos de historia y supervivencia.

No puedo negar que el terremoto Magnani conmueve mis estructuras. Y lo hace aún reconociendo que el bueno de Burt está sublime como nieto poco espabilado del tonto del pueblo. Mezcla explosiva esa de cuerpo atlético, cerebro en vias de desarrollo y viuda consolable siciliana. Con gotas de calor sureño y esas camisetas mojadas tan propias de Tennesse Williams. ¿El resultado?: Un cóctel Molotov rebautizado como Cóctel delle Rose. Un romance apasionado, tórrido e incandescente al que un director demasiado cohibido como Daniel Mann parece desposeer de esa fuerza bruta que, sin duda, debió transpirar la novela para sujetar la historia a los convencionalismos más pacatos.

Durante la primera parte de la película, la fuerza de Anna Magnani es tal, que no precisa rival que le dé cancha. Ella se basta y sobra para llenar el escenario. En la segunda parte, el contrapunto lo pone Burt Lancaster quien, a mi parecer, es el único actor capaz de "enfrentarse" a ella. Ese tandem presagiaba tardes de gloria incandescentes, hogueras de pasión y la cosa se quedó en fuegos artificiales por arte y parte de un director al que condicionaron demasiado los tiempos del qué dirán...

Tennesse Williams no pensó en Anna Magnani para el papel de Serafina delle Rose. No. En realidad, escribió el papel para ella. Creo que con esto se dice casi todo..
FATHER CAPRIO
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6 de marzo de 2011
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film realizado por Daniel Mann (1912-1991) a partir de la obra de teatro de Tennessee Williams “The Rose Tattoo” (1950), adaptada por Hal Kanter. Se rueda en la isla o cayo Key West (Florida) y en los Paramount Studios (L.A., CA). Nominado a 8 Oscar, gana 3 (actriz, fotografía y dirección artística). Producido por Hal B. Wallis para Paramount Pictures, se proyecta por primera vez en público en sesión de preestreno el 12-XII-1955 (NYC, NY).

La acción transcurre en una pequeña localidad de Florida, ubicada junto al mar, en una barriada marcada por la pobreza, la ausencia de servicios públicos, el primitivismo de las gentes y la marginalidad. La protagonista, Serafina Delle Rose (Magnani) idolatra al marido, trabaja en casa como modista de la vecindad y profesa concepciones sobre la moral, las costumbres, la religión, las relaciones familiares y el papel de la mujer en la casa, saturadas de convencionalismos y viejos prejuicios, que limitan sus habilidades y la hunden en la soledad, la represión y la desesperación.

Resulta interesante la descripción que se hace el ambiente que reina en el profundo Sur de EEUU en los años 40 y primeros 50. El peso de concepciones arraigadas y sacralizadas que coartan la libertad de las personas, las someten a un control social opresivo e hipócrita, justifican las prácticas de la doble moral y consagran el dirigismo religioso, queda plasmado con eficacia y de modo que conmueve e inquieta al espectador.

La interpretación de Anna Magnani es apasionada y gestual, como corresponde a un personaje siciliano. En la escena de la sala de fiestas se dejan ver T. Williams y Hal Wallis. Es curioso que al personaje más presente en la obra, Rosario Delle Rose, marido de Serafina, sólo se le vea de espaldas o en la lejanía. Nunca se le ve el rostro. De ese modo adquiere una dimensión espectral que previene sobre el alcance y la trascendencia de su papel dentro del relato. Sobre este personaje, el espectador sabe desde el comienzo más cosas que la esposa por motivos concretos e intencionados, que se relacionan con la interacción que se da entre el público y la figura de Serafina.

El relato hace uso frecuente del contraste para dar relieve a las situaciones y a las incidencias de la acción. Mediante la yuxtaposición de planos, escenas y personajes contradictorios, el film dice más cosas de las que se manifiestan en los diálogos y las palabras. En este sentido aportan significación y profundidad dramática las divergencias entre la madre y la hija, la contraposición de la casa familiar y la sala de fiestas del “Mardi Gras Club”, el templo católico extremadamente aseado y ordenado frente al aspecto de abandono y suciedad de los espacios de la vecindad que rodea la casa de Serafina, etc.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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20 de octubre de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tennessee Williams escribió “LA ROSA TATUADA” en 1951, y fue el mismo quien haría el guión cinematográfico que luego filmaría el director Daniel Mann tres años después. Como suele ocurrir en muchas de sus obras, de nuevo la mujer es la protagonista, y esta vez se trata de una modista siciliana que también viajó a probar suerte a los EEUU y allí vive con su hija adolescente y con su marido al que cuida con la mayor dedicación. Una frase es elocuente al comienzo del filme: “Mi marido es de primera, por eso le daré siempre huevos de primera”.

Pero, cuando su marido muere en un accidente, Serafina delle Rose se siente desmoronada y se resiste a creer que su esposo tuviera una amante como lo revelan claras evidencias, sobre todo la que afirma que él, al igual que su amante, llevaban una rosa tatuada en el pecho. Desde entonces, la palabra rosa tendrá toda suerte de connotaciones en la historia, asociada por momentos con la belleza entre espinas, la fragilidad, su carácter efímero, expresión romántica... y como símbolo del amor asociado al corazón.

La historia de Williams cuestiona profunda, y profusamente, aquella suerte de creencias que deniegan los ímpetus más humanos y que, al causar represión, dolor y frustración, demuestran que quizás sea necesario revisarlas, porque, cuando algo que haces te causa grata complacencia y felicidad, no puede definitivamente ser malo. Y ya es bien sabido: Hazle resistencia a algo y día a día lo tendrás presente.

Rosa se contiene y enseña a su hija la continencia, pero cuando entra en su vida el espontáneo, burdo, y casi ingenuo, Alvaro Mangiacavallo, su carne comienza a sentir y entonces se debatirá entre seguir las enseñanzas del catolicismo o complacer sus persistentes impulsos… Algo así como lo que le sucede a los curas cuando se las tienen que ver con su improcedente celibato.

En su debut en el cine norteamericano, Anna Magnani demuestra que su talento no tiene fronteras y sin dificultad alguna se alza con el premio Oscar a la mejor actriz. Y Daniel Mann, se reafirma como un gran director de actrices, pues la Magnani fue la segunda de tres actrices (Shirley Booth y Elizabeth Taylor fueron las otras) que, en un corto período de ocho años, se llevaron la estatuilla a sus hogares.

Queda para la historia otro significativo estudio de personalidad femenina… y Serafina nos deja una frase justa que vale la pena recordar:

“Nada es demasiado bueno para un hombre, si ese hombre es bueno”
Luis Guillermo Cardona
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11 de abril de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que salva a la película del olvido es por un lado el innegable y bien reconocido talento de Ana Magnani, y la soprendente interpretación de Lancaster. Y digo sorprendente porque es la primera vez que lo veo no hacer de él. Es más, en la sinopsis dice "un rudo camionero", supongo que la escribió alguien que no la vio y dijo "Burt Lancaster hace de camionero. Listo, debe ser un rudo camionero". Porque muy lejos está de ser rudo. Grata sorpresa, después de haber visto muchas películas suyas, ver que podía abordar otros registros.

Como he dicho en otras críticas, el teatro es el teatro, el cine es el cine.
En el teatro, los intérpretes tienen que hablar fuerte, tienen que hacer muecas muy exageradas donde no quede duda alguna de sus sentimientos, ni su forma de ser. Porque claro, el desafortunado de la fila 32 no se entera de nada si no
Algunos directores parecen olvidarse de estas cosas. Porque la verdad, estamos viendo una obra de teatro con exteriores.

Otro detalle que nunca había pensado tanto como con esta película es que en el teatro, el engaño es consciente. Quiero decir, por buena que sea una escenografía es difícil olvidarse que es de cartón pintado. Obviamente que no importa, es parte de lo que uno busca. Como está exageración en las actuaciones.
En el cine hay muchas más posibilidades de aportar a este "bello engaño", porque los vemos más naturales, andando por sus barrios, de día y de noche, pueden cambiar de apariencia de una escena a otra. Pero especialmente LOS DIÁLOGOS se suponen que son de personas que se encuentran y hablan. No de escritores profesionales que automáticamente replican frases agudísimas y acertadas. Y, no llegando al nivel de hastío de "Suddenly, last summer" si se vuelven engorrosos los parloteos a 200 km por hora en un momento.
Y se vuelve muy repetitiva por momentos. Dandole mucho tiempo también a historias secundarias como la hija, que no llegan a importar pero a la vez se llevan mucho metraje.

En fin, que me imagino que no es muy sencillo adaptar obras de teatro al cine. Y menos de estilo tan florido y dramático (en todo el sentido de la palabra) como las de T. Williams.
Nico
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