Delwende

Una vez declarada oficialmente bruja, Nopoko padecerá el rechazo de sus paisanos, de los habitantes de otros poblados, así como de los residentes en Uagadugú. Pougbila, su hija, que no estaba en el poblado cuando todo ocurrió, busca a su madre por diferentes rincones hasta llegar a un centro de acogida de mujeres en la capital. Ella también padece la exclusión social como hija de, digamos, bruja. Hemos de admitir que la trama realmente no es demasiado compleja, pero sí lo suficientemente eficaz para mostrarnos escenas rurales y urbanas de Burkina construidas sobre la magnífica fotografía de Jürg Hassler que muestra fielmente las actitudes de la geografía humana y los colores ambientales, con particular delectación en el vestuario.

De manera que en Delwende la brujería, o la actitud contra la brujería, mejor dicho, sirve para examinar al entramado social burkinés desde dos puntos de vista: el externo del espectador que asiste a la proyección de esta cinta y el interno de un personaje, el loco, a quien da vida Thomas Ngourma y que no participa en los desvaríos de la comunidad, sino que la observa parapetado tras un destartalado y polvoriento radiocasete con aspecto de haber sido construido en la década de los setenta del siglo pasado en el que consigue captar alguna onda. Con ese doble juego de contemplaciones externa e interna se logra una especie de travesura metafísica en la que los espectadores se comportan como actores, y viceversa. Desde nuestra butaca, no nos resulta extraño por ello que cuando Diahrra se plantee la existencia de Dios acuda al loco, es decir, a quien goza de una doble naturaleza: personaje y hombre.

Hay otra película africana muy reciente, I Am Not a Witch (2017), de Rungano Nyoni, guionista también del filme, al igual que Yameogo, que sí es un dardo lanzado al corazón de la vesania supersticiosa. Digamos que en I Am Not a Witch la brujería es un fin en sí mismo, mientras que en Delwende es un medio para mostrar otras cosas. De hecho, si Pougbila quiere reivindicar el buen nombre de su madre, no es por lo pernicioso de unas creencias atávicas, sino por la poca limpieza del proceso acusador.

Muy meritorio también el final abierto del filme burkinés donde se concentra todo el drama de Noploko.