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Una luz en el hampa

Intriga. Cine negro Kelly es una prostituta que llega a la ciudad de Grantville huyendo de su pasado. Tras un primer encuentro con Griff, el capitán de la policía de la ciudad, consigue rehacer su vida trabajando como enfermera en un hospital para niños inválidos. Además, se enamora del hombre más bueno y rico de la ciudad; pero las cosas no son exactamente lo que parecen. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
5 de noviembre de 2006
49 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film independiente, escrito y dirigido por Sam Fuller. Se rodó en plató con un presupesto ínfimo. Coproducido por Sam Fuller, se estrenó el 29-X-1964 (EEUU).

La acción tiene lugar en Grantville, pequeña ciudad americana, entre agosto de 1963 y enero de 1964, con prólogo situado en otra ciudad en julio de 1961. Narra la historia de Kelly (Constance Towers), prostituta que, tras un altercado con su chulo, decide recorrer ciudades pequeñas bajo la falsa apariencia de promotora de ventas de champán. Al llegar a Grantville conoce al capitán Griff, de la policía, que la acoge en su casa, donde comparten una noche de sexo por dinero. Los recuerdos del pasado la mueven a iniciar una nueva vida como enfermera del centro para menores con discapacidad. Se gana el afecto de los compañeros por la eficacia y ternura con la que trata a los niños.

La película explora el mundo de hipocresía, impunidad y corrupción que se da en las ciudades pequeñas de EEUU, libres de delincuencia durante muchos años, pero víctimas de los caprichos de caciques locales, que ocultan sus vicios bajo su buen nombre como personas altruistas, benefactoras de la sociedad y caritativas. Las apariencias de orden, normalidad y moralidad son la preocupación central de la población y de la policía. Kelly, pese a su cambio sincero de vida, es vigilada por Griff, que no cree en la veracidad de su lucha y la insta reiteradamente para que vaya a trabajar al prostíbulo de Candy (Virginia Grey), situado en una localidad próxima, que él visita con frecuencia y en el que desea compartir sexo con ella. La población se ve conmovida por el rapto y asesinato de algunos menores por un pedófilo sádico. El descubrimiento casual del mismo por parte de Kelly mueve a la policía a detenerla, reconstruir su pasado e instar su procesamiento. Los interrogatorios del antiguo chulo, Candy, Dusty, Buff y otros, incriminan a Kelly con falsedades que ponen de manifiesto la cruel realidad que se oculta bajo la placidez de la ciudad. El autor exalta la fortaleza y la fuerza moral de Kelly, símbolo de la mujer maltratada, explotada, silenciada y sometida, que decide liberarse.

La música incluye una partitura original de aires sombríos, a los que añade fragmentos de la sinfonía 5ª y de la sonata "Claro de luna", de Beethoven, y la emotiva canción "Tell Me Please". La fotografía usa fuertes contrastes de luz y sombra, tomas largas y encuadres inquietantes. Crea ambientes lóbregos, de trazos expresionistas. El autor dedica un guiño a su "Corredor sin retorno", que se exhibe en el cine de la villa. El guión denuncia la hipocresía social y se refiere a temas tabú como aborto, prostitución, inducción a la prostitución y pedofilia. Incluye referencias a Goethe y Lord Byron. La interpretación de Constance Towers sobresale por fuerza, realismo y versatilidad. La dirección luce un magnífico pulso narrativo.

La crítica social de la película le valió el rechazo de Hollywood y de la crítica del momento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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26 de marzo de 2008
30 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fuller las adoraba, sí, y no perdía ocasión para ponerse del lado de ellas, así como de insistir en que había mucho más canalla entre las autoridades y los bienpensantes que entre los marginados de la sociedad.

Constance Towers era la mejor para encarnar esos personajes. Imponente en belleza y única en estilo de interpretación "fulleriana", tiene aquí un gran papel, tal vez el mejor de su rara carrera; un personaje, además, que arranca con una de las primeras secuencias más impactantes de la historia del cine feminista, y acaba con un inesperado prodigio de síntesis dramática y dramático documento social.

Una luz en el hampa es una de las más logradas obras de Fuller, la más redonda de las sus películas negras con lo menos cuatro secuencias para ver una y otra vez, en especial la del final en la casa del gran amor de Constance: cuánta sutileza, cuánta tensión sólo con imágenes de reveladoras acciones humanas, sin palabras.

El hombre que amaba a las grandes putas, admiraba en ellas su belleza, su carnalidad sin tapujos, su sexualidad irreverente y a la vez sublime, y sobre todo su coraje para hacer frente a hombres poderosos, hipócritas y destructivos.
horacio
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9 de junio de 2009
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Películas como ésta son algo así como un directo al hígado. Sin tanteos previos ni movimientos de pies a lo Cassius Clay. Desde la campana de salida. Absolutamente impactante la secuencia inicial donde Kelly, que luego se desvelará como prostituta, se desmelena textualmente zurrando la badana a su representante, su chulo para entendernos. Casi no nos hemos sentado en el sillón y Fuller parece decirnos, “Abróchense los cinturones que despegamos y se esperan turbulencias”. Olvídense de sueños americanos, Disneylandias y estatuas de la libertad. Esto va en serio.

Promesas cumplidas. La vida es jodidamente dura y del barro no se sale tan fácil. No basta con mirarte en un espejo, escupirte a la cara y repetir compulsivamente, “conmigo no van a poder”. No. Fuller lo tiene claro y nos lo restriega por los morros. Las hipocresías sociales no van a permitir tu redención. Nada importa lo que digan los catecismos y devocionarios acerca de la alegría en el reino de los cielos por un pecador arrepentido. Aquí no hay arrepentimiento que valga. Vuelve al tajo que es lo tuyo. El orden establecido te redirecciona más allá del río, fuera de su jurisdicción, eso sí, después de haber alterado conjuntamente el mismo orden que se vanagloria de preservar. Hipocresías a go-go. La amiga por la que te partes la cara y se la partes a la madame, jugándote el pellejo, te vende por un plato de lentejas sin ni siquiera chorizo. ¿Dónde estamos?. ¡Por Dios!. En el paraíso USA de los 60. Criticas sociales: NO. Frenen a Fuller parecen decir, ante una sociedad americana especialmente desubicada tras los acontecimientos de Dallas.

Y en España la cosa no parece mejorar. El beso desnudo se traduce por Una luz en el hampa, seguramente para evitar perversiones pecaminosas. ¿Pretendían que recordáramos subliminalmente el rayo marisolero de luz?. La desnudez del beso tiene sus profundidades de patología psiquiátrica y nada que ver con los films de Tinto Brass o los aún nonatos films de Emmanuelles varias. Una anécdota más que no resta calidad al film, porque la tiene y es mucha como no podía ser menos viniendo de quien viene y fotografiada por un Stanley Cortez al que seguro recuerdan por La noche del cazador, esa monumental película de Laughton cuyos encuadres han quedado para siempre impresos en las retinas de cuantos espectadores la hayan disfrutado.

De la película se podrían decir muchísimas cosas. Les animo a descubrirlas por ustedes mismos. Pero les apuntaré algo más. Un film donde un gesto, una canción, un niño y un instante de desesperación y violencia dejan en desuso las palabras, es un film inteligente, de un director inteligente y que nos hace inteligentes. Nunca la inteligencia lo tuvo tan fácil. Apriétense los machos que Samuel Fuller no para en prendas.
FATHER CAPRIO
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1 de julio de 2008
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fuller es quizás el gran realizador de la serie b norteamericana con permiso del ínclito Nicholas Ray, con quien compartía la admiración que hacia ellos sentía gran parte de la nouvelle vague, especialmente Godard. Sin embargo, mientras Ray es considerado un grandísimo director, Fuller queda relegado siempre a un segundo plano debido a su irregularidad, tan demostrable como su absoluta genialidad en determinadas películas en las que lograba dejar una impronta imborrable, con un sello que le hacían único. Se encargó de renovar el cine negro de bajo presupuesto, en brillantes cintas como Manos peligrosas o Casa de bambú, o el western, puesto que aquí estuvo antes que los Daves, Helman, Peckinpah o Leone, destacando la interesante Forty Guns, un western que podríamos llamar de corte europeo que anticipaba en determinados momentos al spaguetti western con una puesta en escena que mezclaba clasicismo y una rabiosa modernidad a partes iguales. Es quizás lo que acontece en The naked kiss, una mirada diferente al género policíaco, realizando una película propia de los 40 y 50 en los años 60, modificando muchas de las reglas propias del género, y experimentando formal y argumentalmente para dar como resultado una de las películas híbridas más inquietantes, surrealistas y delirantes que nos ha brindado la historia del cine, que marcaba un paso a la modernidad cinematográfica siendo una de las primeras cintas norteamericanas marcadas por Godard, puesto que Fuller se transmutaba en el realizador francés y conseguía dilatar el tiempo en largas escenas de diálogos arbitrarios con un sutil y elegante uso de la cámara, convirtiéndola en una de las películas más europeas que el cine norteamericano ha tenido nunca.

Nos hallamos ante una visión totalmente diferente acerca del cine negro americano y de la población del país, así como de los temas que se pueden tratar en el cine americano, convirtiendo esta cinta en una galería de personajes variopintos que van desde una honrada puta feminista con alma de buena samaritana con ciertas reminiscencias de la Marnie de Hitchcock, a un policia putero y un rico hacendado que, bajo esa fachada de perfección, oculta una de las mentes más perversas y enfermas del cine, convirtiendo la cinta en un cúmulo de freaks y anormales. El personaje de Kelly aparece en un arranque sencillamente antológico donde Fuller saca a pasear ese esteta que lleva dentro y que será en esta película quien lleve la voz cantante por encima del gran narrador que también era. A raíz de aquí, Fuller despedaza a la sociedad norteamericana más puritana mostrando la llegada de una prostituta a un nido de víboras que, si bien la acepta, es cuando conocen su pasado cuando todos los pretendidamente normales la aceptan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tony Montana
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7 de marzo de 2008
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La grandeza de un director debe medirse en función de su capacidad para trascender un material de segunda, tercera o cuarta mano y convertirlo en arte puro, personal. O al menos debería ser una variable más a tener en cuenta. Fuller ratifica lo enorme de su talento con este melodrama rarísimo y demencial, con prostitutas en busca de redención, sueños rotos y ribetes de film noir insertados a modo de electroshocks narrativos (la escena de apertura, la visita a la madame). Una luz en el hampa (esquivo pero finalmente inteligente y hermoso título en castellano para el mucho más explícito The naked kiss) es una obra que muta a través de la forma que le imprime su director: así, un improbable y moralista relato de expiación y búsqueda de la felicidad (esa ansiada “normalidad”) se transforma, mediado el metraje, en un emocionante y sugestivo ejercicio de kitsch con visos de retratar el fondo nada ejemplar que se esconde en aquello que parece no tener mácula.

Aunque es evidente que Fuller no es un pensador profundo, nadie le negará su capacidad para esbozar personajes con sus luces y sus sombras, nunca del todo buenos (¿quién lo es?), nunca del todo claros. Constance Towers realiza una interpretación magistral e insufla vida, rabia y ternura a uno de los personajes más singulares y memorables de la historia del cine, llevando la película a un nivel emocional que en un principio resultaba improbable. Sólo ella podía alejar del ridículo una historia así, y sólo Fuller podía tener los cojones y el talento suficiente para reconvertir una canción inicialmente lacrimógena interpretada por niños discapacitados en una melodía perversa dispuesta a acompañar a la escena más perdurable -y perturbadora- del filme. Clara demostración de que en Fuller nada es evidente, y de que éste siempre será fiel a sí mismo y a su forma de ver y entender el cine y la vida, incluso moviéndose en un tema tan peliagudo como el que plantea la película (y que nuestro hombre contempla con ese prisma ligeramente reaccionario, pero inconfundiblemente honesto, que le caracteriza y que tantas polémicas ha suscitado en el gremio de la crítica más progresista).

Lo mejor: una escena cumbre que no desvelaré.
Lo peor: la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo siempre está presente.
nachete
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