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Kid Galahad

Drama. Romance Nick Donati, un mánager de boxeo, descubre en un hotel a Ward, un botones que logra noquear a un peso pesado que estaba molestando a Louise, la novia de Nick. Nick le ofrece al chico entrenarlo para hacer de él un boxeador profesional. Ward acepta y se hace llamar 'Kid Galahad'. Las cosas se complicarán porque un tipo sin escrúpulos se interpondrá en los planes de Nick. Además, Louise empieza a sentirse atraída por Ward, pero éste se ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
20 de noviembre de 2008
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera de las seis colaboraciones del realizador Michael Curtiz con el actor Humprhey Bogart. El guión, de Seton I. Miller (“Robín de los bosques”, Curtiz, 1938), se inspira en un relato breve, de Francis Wallace, publicado en “The Saturday Evening Post” (2-V-1936). Se rueda en los Warner Studios. Gana la Copa Volpi (mejor actriz, Davis) del Festival de Venecia. Producido por Samuel Bischoff para la Warner, se estrena el 26-V-1937 (EEUU, preestreno).

La acción dramática tiene lugar en Miami (Florida), New London (Coneticut) y NYC (NY), en 1936-37. Nick “Nicky” Donati (Robinson), mafioso y manager de boxeadores, no consigue asentar la marcha del negocio porque los pupilos no atienden sus órdenes. Por indicación de su amante, Louise “Fluff” Philips (Davis), toma a su cargo la promoción como boxeador, con aspiraciones a ganar el campeonato de los pesos pesados, del joven y apuesto camarero Ward (Morris), al que hace llamar Kid Galahad. Nick es de reacciones primarias rápidas, se enoja con facilidad y se deja llevar por sus sentimientos. “Fluff” es joven, apasionada, inteligente, juiciosa y sensata. Sabe controlar los sentimientos y tomar decisiones no inmediatas. Ward es tranquilo, sumiso, disciplinado, fuerte y ambicioso.

El film suma drama, romance, crimen y boxeo. Es un trabajo memorable sobre el trema del boxeo y los ambientes oscuros y sucios que lo rodean. En él se inspiran obras posteriores, como “Cuerpo y alma” (Rossen, 1947), “El ídolo de barro” (Robson, 1949) y “Más dura será la caída” (Robson, 1956). Ofrece un vibrante enfrentamiento de Bogart y Edward G. Robinson y uno de los mejores papeles de la primera etapa de la actriz Bette Davis, entonces (1937) de 29 años.

Curtiz presta especial atención a los aspectos visuales del film, sobre todo a las secuencias de los combates en el ring, resueltas brillantemente con planos largos, planos elevados, encuadres del público gritando y juegos rápidos de planos y contraplanos. La narración visual es dinámica, rápida y trepidante. El ritmo, vivo e intenso, se poya en el uso de buen número de elipsis, que agilizan la exposición y le confieren frescura y ligereza. Se apoya también en unos diálogos concisos, lacónicos, casi telegráficos y rotundos, construidos según el estilo habitual de la Warner en los años 30. Curtiz retrata con fuerza singular los celos, el rencor, el arrepentimiento, los afanes de venganza, el miedo y el revanchismo. La cinta incorpora una fuerte carga emocional (amor, amistad, odio, lealtad, afecto...). No falta la representación del exilio, una de las constantes del autor, que la concreta en este caso en el alejamiento de Nick de su tierra natal (Coneticut) y su abandono precipitado de Miami. Son notables las interpretaciones de Robinson, Davis y Bogart. La tensión dramática sigue la línea ascendente de un crescendo muy bien administrado.

(Sigue en el spoiler sin revelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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6 de octubre de 2009
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El boxeo significó, y en algunos lugares todavía significa, una salida medio honrosa de la marginalidad y de la miseria. El cine, a lo largo de su historia, ha venido recogiendo este fenómeno popular, al que me niego a llamar deporte, y lo ha puesto enfrente de los espectadores. De esta forma el gran público ha podido conocer y juzgar no solo las películas sino también las violencias sin sentido, la exaltación de los “aficionados” rayana en la locura colectiva y el paroxismo de las masas así como esos submundos pugilísticos donde las mafias de las apuestas campan a sus anchas y los buitres-paparazzis lo devoran absolutamente todo.

En este orden de cosas, Michael Curtiz rueda Kid Galahad, un film que recuerda The set-up de Robert Wise (1949) tanto por su temática como por todo el “folklore” que acompaña al boxeo. Ambos films los he visto recientemente y ambos podrían comentarse juntos dadas sus similitudes, sin embargo aquí me referiré a la película de Curtiz, gran cineasta, donde brillan con luz propia tanto Bogart en su papel de gangster, rol muy habitual en sus primeras interpretaciones y donde, sin encajarlo demasiado bien, he acabado por acostumbrarme, como Edward G.Robinson de quien es raro encontrar una crítica negativa y sobre todo de Bette Davis, actriz a la que no vamos a descubrir ahora pero que en aquellas primeras interpretaciones demostraba además de talento una belleza, un tanto a lo muñeca de porcelana, que luego, el tiempo, la vida, lobas y Margo Channings varias, endurecerían.

No es un film negro, ni tampoco una peli de deportes. Es un drama. Es cierto que hay dramas mayores con púgiles surgidos del fondo de los arrabales y que se quitan la mugre a base de golpes. Aquí, nuestro granjero de nombre impronunciable y apodado Galahad por aquel sir de la “table ronde” paladín de las damas, es un honesto y un tanto simple granjero potencial en busca de unos cuantos dólares con las que empezar a crear futuro y que encuentra en el título de los grandes pesos una fuente de financiación. Pero el drama le envuelve. Su propio manager dispuesto a venderle por un plato de lentejas (eso sí, con muchísimo chorizo), la prensa dando mordiscos al derecho a la intimidad, los mafiosos intimidando (y no es redundancia) y, como en todo buen drama que se precie, su chorrito de amor mezclado, no agitado con las lágrimas de los finales felices y comieron perdices.

Entretenido film, bien interpretado y excelentemente dirigido que, seguro que no consigue que me apasione demasiado el boxeo, pero al menos me ayuda a comprenderlo en el entorno de una época de depresiones y subsistencias varias.
FATHER CAPRIO
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10 de enero de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los sentimientos no existen en el boxeo. Quienes están en eso, son máquinas y no cuerdas de violín”. Ésta es una categórica frase que espeta, Nick Donati, como si partiera la historia en dos… pero no es cierta. Es cierto que, entre los cuadriláteros se mueven hombres duros, a veces individualistas y egocéntricos. Otros, llenos de rencor y con poco aprecio por su propia vida o la de los demás… pero, cada tanto, también allí se cuela algún individuo con un alma grande, un hombre o una mujer que sabe de tolerancia, de compromiso y valoración… que de repente conecta en aquel ambiente una fuente de luz espiritual que ilumina a uno que otro individuo que el destino siente que puede ser tocado por la esperanza.

A ese mundo de “máquinas”, de que hablaba Donati, entra Ward Guisenberry, un joven y novato mesero que primero motivará unas cuantas risas pero, luego, convertido por él en el boxeador Kid Galahad -según le ha llamado la bella y amable “Fluff”, semejándolo al "caballero de corazón puro” de la legendaria mesa redonda-, los hechos que se avienen permitirán el autodescubrimiento de la nobleza que tienen sus amigos, y hará fluir el amor puro y sin trampas de las dos chicas más cercanas al viejo manager: su amiga “Fluff” (Pelusa) y su hermana Maria.

Así, <<KID GALAHAD>>, es un filme que, en aquel mundo donde en principio sólo encajan la violencia y la frialdad, y donde lo pugilístico está claramente entrelazado con el gansterismo, de repente mana una grandeza humana que sorprende y emociona, porque hace que reluzcan la amistad, la lealtad y la transparencia.

Contando con un efectivo guion de Seton I. Miller y Francis Wallace, el director, Michael Curtiz, da cuenta una vez más, de su virtuosismo estético y narrativo al contar una historia de sólidos pilares (fotografía, edición, puesta en escena…), a lo que añade poderosas escenas de boxeo, y unos personajes que enamoran con su carisma y sus grandes sentimientos, magníficamente representados por, Bette Davis, Edward G. Robinson, Jane Bryan, Harry Carey… y Wayne Morris, un actor con suficiente ángel (luego condecorado como heróico piloto en la II Guerra Mundial) y quien asumió el rol tras el suicidio del joven Ross Alexander, quien también aspiraba al rol de Kid Galahad. Un todavía joven, Humphrey Bogart, preservado por la Warner durante varios años, como el malo de las películas, es la piedra en el zapato (instrumento del Universo) que motivará el florecimiento de la fuerza moral que aquellos otros necesitan.

Fue éste, un filme de gran éxito comercial que, en 1941, sería adaptado al circo por, Ray Enright, con el título, “The Wagons Roll at Night” y con Bogart en el lugar de Robinson. En 1962, Phil Karlson haría otro liviano remake en el mundo del boxeo, "Kid Galahad", con Elvis Presley, al que vemos boxeando… y cantando.

Curtiz, por su parte, se ha puesto de nuevo en alto con otro excelente filme sobre el escabroso, y a ratos emocionante mundo del boxeo.

Título para Latinoamérica: HONOR Y GLORIA
Luis Guillermo Cardona
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7 de setiembre de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada a principios de 1937, justo después de que Bette Davis terminara “La mujer marcada”.
Trata de un camarero (Wayne Morris) que por casualidad es llamado para trabajar en la fiesta organizada por un promotor de veladas de boxeo, Donati (Edward G. Robinson) y su novia, Fluff (Bette Davis). Fiesta en la que casi dan ganas de entrar y tomarse una copa.
Donati está enfrentado con Turkey (Humphrey Bogart), su rival. En un pequeño altercado, Wayne golpea a un matón de Bogart, con tanta rotundidad que causa sensación.

La película se mueve en los ambientes pugilísticos (comienza con un combate) y las apuestas, como un claro antecedente de la excepcional “Cuerpo y alma” de Rossen.

La obsesión de Edward G. Robinson es crear, desde su puesto de manager, a un campeón del mundo de los pesos pesados. “Tienes dinamita en tu derecha, muchacho”, le dice a su pupilo.
La dirección de Curtiz es vigorosa y efectiva. Se atisban someramente la influencia de los emergentes medios de comunicación.

Con respecto a Wayne Morris, me ha parecido un actor bastante limitado, aunque se puede excusar por ser su debut en cine.
Otra cuestión a tener en cuenta es la pareja Edward G.-Bette Davis. Si bien ella ha sido emparejada con todo tipo de actores –desde Charles Boyer en “El cielo y tú”, pasando por Herbert Marshall en “La carta”, hasta el apuesto Errol Flynn en “Las hermanas”-, aquí probablemente cuente con una de sus partenaire más atípicos. Quizá por eso ella es una buena chica y él, aunque rudo y mandatario, está lo suficientemente edulcorado para resultar comprensivo.

Posiblemente sea una de las películas donde podemos contemplar a una Bette Davis más atractiva (29 años), vistiendo trajes de fiesta y diseños escotados. Incluso se la puede ver en plan “star”, cantando “The moon is in tears tonight” (aunque no sea su voz), tendida sobre un piano, en una escena para el recuerdo.

Después de dedicarme a ver y hacer críticas de películas de Bette Davis (esta es la octava), he constatado que siendo más o menos estridente, sobreactuada, contenida o excesiva, furiosa o resignada, angelical o demoníaca, no puede decirse que esté mal en ninguna película. Puede que sea una “boutade”, pero con todas sus intromisiones en guiones, sus discusiones con directores y su fama de actriz difícil, sin duda, Bette Davis es un magnífico “animal cinematográfico”. Cuando se pone tras la cámara, rinde “como ella sola”, sin duda, una “mujer marcada” para ser estrella de cine.

El mayor valor del film es juntar en un mismo film a tres monstruos de la interpretación: Bogart, Davis y Robinson.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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2 de abril de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curtiz dirigió con brío y soltura este drama ambientado en el mundo del boxeo con un duelo sincopado pero muy sabroso entre Edward G. Robinson y Bogart, con la guinda de una Davis magnífica, íntegra y derrotada.
El guión desarrolla muy bien su tupido argumento, manejando bien también las claves melodramáticas dentro de una historia que mezcla dos ingredientes que se adoran, para hacer un guiso irrechazable: el boxeo y el cine negro, los entresijos detrás del ring y el mundo gangsteril.
"Kid Galahad" va creciendo en su metraje desde que empieza, siendo un ejemplo más de un Hollywood sistémico a la hora de hacer películas notables.
kafka
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