Miss Osaka

Hace unas cuantas ediciones, el Atlántida Film Fest nos descubrió, en una de las mejores películas que quien esto escribe ha visto en ese festival, a una actriz de curioso nombre -para ser nórdica-, y mirada y actitud particulares, de esas con las que el espectador se queda. La película era 'Holiday'; la actriz Victoria Carmen Sonne.

En la presente edición de 2022 volvemos a tenerla, protagonizando el intrigante drama 'Miss Osaka', que se caracteriza principalmente por desprender un aura muy especial, como si de un sueño filmado se tratara.

También es intrigante y extraña, en un buen sentido; e irregular pero atractiva. Una misteriosa historia -con montaje a menudo desconcertante- de suplantación y de búsqueda, tanto de la libertad como de la personalidad y autoafirmación. Interesante, cuanto menos.

La búsqueda de una joven para encontrar una nueva vida lejos de la rutina con su marido la lleva al misterioso Japón después de suplantar una identidad.

Inés es una chica noruega infeliz con su marido ejecutivo, con el que no consigue conectar. Cuando accidentalmente conoce a una turista llamada Maria queda prendada por ella, su forma de ser y su carisma consiguen una atracción compleja hacia ella. Congenian muy bien y se divierten, pero junto a un río después de ver la aurora boreal ocurre la tragedia. Maria aparece ahogada y es cuando Inés ve la forma de escapar a Japon suplantando su identidad.

A veces resulta desconcertante este thriller psicológico con una gran actuación de la protagonista de la perturbadora "Holiday" Victoria Carmen Sonne que tiene un magnetismo especial con esa lánguida mirada.

Una buena película danesa que con cierto aire de misterio nos lleva desde la fría Noruega a las noches de neón de Osaka, la cual, a pesar de no ser intensa, consigue tu atención hasta el final.
Destino Arrakis.com

Osaka es en Occidente un nombre místico. Al pronunciarlo resuenan en nuestros oídos las melodías del Oriente más tradicional y antiguo, pero también se dejan entrever algunas notas modernas, ritmos neuróticos y desquiciados del Japón actual. Osaka posee el encanto de un pasado que nunca conoceremos, y el atractivo de un presente que todavía no entendemos. Por eso el nombre de esta película es Miss Osaka, porque la mujer que lleva ese nombre posee un encanto que atrapa a todos los que la conocen.

Como muchas películas de hoy día (películas de festivales y de autor, no blockbusters), este filme sigue los pasos de Wong Kar Wai casi a pies juntillas: su ritmo lento, casi pegajoso, que no deja avanzar a ningún personaje hasta casi el final del largometraje; una trama sórdida que arrastra al espectador por calles llenas de neón, prostíbulos y zulos raquíticos mientras se intercalan a ratos los paisajes interminables del norte de Noruega; personajes en busca de sí mismos, necesitados de nuevas experiencias (nuevos países, nuevos trabajos, nuevos amantes) al son de un saxofón suave y meloso.

Este cine tiene un poco de Miss Osaka: cuando uno intenta explicar en qué consiste su encanto, se vuelve de repente insufrible. Aquí todo se apuesta al poder de los personajes, de las imágenes, de la música. Todo consiste en enamorar al espectador, y el amor sólo tiene lógica cuando lo siente.

PD. Para entender el título, hay que verse al menos los 10 primeros minutos de película.

Victoria Carmen Sonne vendría ser como la gran musa del cine independiente danés. Especialmente en el festival Atlántida que organiza Filmin, conocemos algunos de los títulos que va estrenando, manteniendo un nivel muy alto, ofreciendo actuaciones ricas en matices, expresándose siempre desde el detalle y lo verosímil antes que desde lo llamativo o el lucimiento. Sonne es así la candidata ideal para hacerse con Ines, esta joven danesa perdida en la incertidumbre, falta de rumbo y que parece replegada en sí misma, en capas de timidez e introversión que subrayan su condición de aislamiento. Prácticamente va como sonámbula por la vida.

Durante unas vacaciones aparece en el hotel una atractiva joven medio japonesa llamada Maria, que desprende todo lo que ella desearía tener: irradiar seguridad, encanto, dominar la conversación, demostrar erudición sin pedantería. Una verdadera mujer de mundo. Pero ésa es solo la fachada, la vista desde lejos, cuando la protagonista accede a un círculo más íntimo de su admirada medio japonesa descubre que también ella experimenta el mundo desde el dolor y la incerteza, si bien ella sabe manejarse, en el fondo no difieren tanto y seguramente por eso entre ambas se erige un puente, cierta amistad.

Cuando la narración no ha alcanzado su primer cuarto, vemos un desenlace trágico y desde ahí la narración da un gran giro para convertirse en una suerte de película de aventuras cuando Ines decide suplantar a la malograda Maria y viaja a Japón, específicamente a Osaka, dónde ocupa su lugar y empieza a trabajar en una casa de citas en la cual los hombres acuden al final del día, a beber, sentirse acompañados y quizás llegar más lejos en ese encuentro con una de esas geishas modernas.

Lo curioso es que precisamente en un lugar en el que desde diferentes frentes se moldea la personalidad para lucir como fantasías masculinas, la protagonista se puede permitir explorar y probarse. Pudiéndose olvidar de sí misma, a la larga podrá encontrarse y descubrir cosas que en su país natal no se manifestarían.

Más que ofrecer una visión crítica del grado de machismo de la sociedad japonesa, la impresión que me dejó que en verdad se trata de una narración existencialista. ¿Si estamos en contextos diferentes siempre seremos los mismos? ¿Hasta qué punto nos condiciona nuestros entornos? Éstas y otras preguntas se van erigiendo a lo largo del metraje, todas interesantes, con la gracia añadida que no se intenta maquillar con colores más brillantes para consolar a ojos poco atentos, que posiblemente pase por alto el esfuerzo de sutileza que Victoria Carmen Sonne realiza a la hora de confeccionar a su personaje y la encuentren simplemente sosita, ignorando así con qué detalle saca a la pantalla la idea de fragilidad, arriesgándose a desaparecer bajo el personaje de Ines y permitiendo que se pueda confundir con ella misma como persona.

Si alguien desea comprobar cómo se puede hacer mal esta misma historia, basta con que vea la desangelada "Earthquake bird" con la también Alicia Vikander escandinava, que se sincroniza con el inane talante del anodino largometraje. Digo esto porque encuentro que es importante comprender lo sutil que es "Miss Osaka", que por más que el choque cultural juegue un papel relevante, es en esa exploración de cómo se disuelve el sujeto dentro de nuestra época posmoderna dónde creo que clava su apuesta. Quien esté dispuesto a no ver una película con grandes fuegos de artificio puede apostar por "Miss Osaka" y dejarse llevar por ese viaje a la extrañeza que en ocasiones despertamos en nosotros mismos.