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Fin (C)

Fin (C)
1992 Armenia
Documental
6,3
592
Documental. Drama Un tren avanza hacia el fin. Pelechian y su cámara se hacen invisibles para captar los rostros de los pasajeros que emigran hacia Moscú. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
4 de diciembre de 2010
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este renombrado autor de cortometrajes/documentales de época soviética nos propone aquí un viaje en un tren que en el plano de lo real viaja por la línea de tierra que separa el mar Negro de las estribaciones de la inmensa barrera del Caúcaso. Varias cosas nos es dado ver en este film: las escenas cotidianas dentro de dicho tren, con sus ocupantes tratando de matar el tiempo y haciendo vida en éste (los trayectos en la región son muy largos). Todo aparece dominado por la presencia omnipresente del traqueteo del artefacto discurriendo por las vías, con sólo un breve instante musical en mitad de la obra (muy emotivo, por cierto, con la cámara perdida en la contemplación del paisaje: las lomas precaucásicas, el mar...), no se oyen conversaciones. Esto es muy propio del estilo de Pelechian, de hecho ayuda a potenciar la sensación de que todo es una especie de sueño, una abstracción del portador de la cámara que sería el sujeto receptor. Verdaderamente uno tiene la tentanción de contemplar esta obra como un film en primera persona, la percepción de cámara al hombro destaca la idea de que estamos en medio de un sueño. Quizás no sea más que eso. No obstante hay una poderosa voluntad de realismo en el modo de tratar la obra con esos primerísimos planos que destacan la individualidad de los seres humanos de las más diversas procedencias que conviven en el tren (se ven gentes de diferentes etnias, desde una hindú hasta una armenia ataviada con la vestimenta tradicional, imagen muy hermosa por la captación de esa mirada furtiva) transmitiéndonos la profunda humanidad inherente a cada una de estas imágenes. El tratamiento de la imagen es excepcional.

Muchos de los filmados en el cortometraje dejan escapar sus miradas a través de las ventanas del tren, quizás mirando al horizonte en busca de ese futuro hacia el que caminan o quizás asolados por la nostalgia del que sabe que deja atrás algo para siempre o, por qué no, ambas cosas. Todos caminamos hacia un fin, tanto en lo metafórico como en lo literal. El fin de ese tren es la luz, por lo tanto la vida. El tren se ha adentrado en un oscuro túnel negro que o bien representa la esperanza de aquellos que huyen de un pasado difícil y de un presente sin esperanza hacia un futuro luminoso o la propia muerte que no es tal, sino el comienzo de una nueva vida. Al fin y al cabo hay muchos finales en la vida del ser humano: el tren ha sido el vehículo para muchos de ellos, un símbolo del discurrir de la vida hacia sus fines. Yo, por mi parte, me quedo con ese mar infinito al atardecer y con la escena del niño de cabellos rizados que quiere caer rendido de sueño pero se obstina hasta que encuentra el hombro protector de la madre.

Puro lirismo, sólo para almas sensibles y abiertas al sentimiento y el sueño en el estado más puro que el alma y la creatividad humana pueden concebir.
davilochi
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11 de enero de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada día me alegro más de haber descubierto esta página donde estoy descubriendo a nuevos directores e incluso nuevos géneros, nunca antes había visto películas como ésta, un corto-documental, y me alegro de haber descubierto una maravilla como esta joya de ocho minutos.

El exdirector del periodo soviético y el actual director de cortos documentales de Armenia presenta este pequeño pero intenso viaje en tren, donde no solamente se habla de un pequeño viaje en tren sino algo que va mucho más allá.

Un impresionante trabajo documental y reflexivo, inteligencia y sabiduría se siente en cada segundo de este corto.
Recientemente he visto un pequeño documental del director polaco Kieslowski el cual centra la atención de las personas en sus miradas, él no dice nada, simplemente concentra su atención en las miradas de las personas, miradas que hablan por si solas.

Este es el caso del director armenio, sabe que personas mostrar, que detalles, que momento, para hablar y presentar una reflexión e invitar a una reflexión del viaje del ser humano, no solamente en un tren, sino un viaje que va mucho más allá.

Bravo, el director armenio sabe concentrar su filosofía en ocho poéticos minutos, no da respuestas pero plantea preguntas y ahí radica uno de los puntos principales de su técnica.

Otra de las genialidades es saber elegir el momento y los momentos adecuados y para ello hay que saber que se ha de contar, la precisión de los momentos elegidos es genial, no sobra ni falta nada, es simplemente genial.

La técnica de este corto es comparable para mí a la música del compositor vienés A. Webern, tal compositor sabe plasmar una fuerte energía y emociones con unos pocos sonidos, el director armenio hace lo mismo con un par de imágenes.
manuel
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12 de marzo de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede negar que posee cierto encanto, que la sugestión que ejerce la cámara moviéndose al ritmo del tren ofrece imágenes preciosas, también es cierto que el blanco y negro le confiere una fuerza especial y que algunos encuadres adquieren una estética de valor destacado por su originalidad no exenta de tensión dramática.

Pero el conjunto termina resultando algo insuficiente, tiende a convertirse en reiterativo a pesar de toda la simbología que siempre se asocia al viaje en general, al viaje en ferrocarril en particular y al final del túnel como arquetipo de planteamientos más serios.
ÉGIDA
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5 de enero de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias universales de trenes lentos de largo recorrido. Historias de gentes, de sus quehaceres y sus entrenamientos. Historias de paisajes en movimiento. Sol del atardecer que espectacularmente ilumina a esos viajeros asomados a las ventanas abiertas, sol de amanecer que crea nuevas expectativas y radiantes esperanzas. Y el mar, también en movimiento.

Claro oscuro provocado por entradas y salidas de luz, hasta penetrar en ese largo túnel, de cual sólo apreciamos ver una resplandeciente luz a lo lejos, esa luz que nos traga hasta iluminarnos a un nuevo mundo paisajístico, también en movimiento.

Recuerdos entrañables de aquellos vividos viajes, tediosos e interminables, en el T.E.R. hasta llegar al destino, esperanzado, feliz y destrozado, pero vivido.
iovErdÈ
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13 de enero de 2011
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
End es un documental que se puede resumir en cinco minutos de caras y el traqueteo de un tren, y tres de paisajes. Sí, es posible que las caras expresen sentimientos mucho más profundos que casi cualquier otra producción, y que las vistas desde el tren tengan un simbolismo especial, pero no deja de ser un sopor para el espectador, sobre todo si es del tipo insensibilizado.

El documental tiene varios momentos metafóricos, sobre todo en su finalización, e invita a la reflexión, pero desde luego no se hace amena de ver y los pocos minutos que duran parecen más. End ofrece bastante menos de lo que podría ofrecer y no deja de ser un documento que refleja una situación histórica, pero sin nada más.
NeoJ
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