Hasta el título es largo y pretencioso. Alguien definió este tipo de productos como "cine de atracciones". Creo que acertó. Nunca he gustado de enjaularme en un habitáculo mecánico y lanzarme a dar vueltas durante algunos segundos con el fin de marearme, gritar, vomitar o en el peor de los casos romperme la cabeza. A otros les encanta el subidón de adrenalina y aguantan colas enormes para repetir. Pues eso, Transformes 3, nos tiene dos horas y media mareados, entre gritos y explosiones, a punto de vomitar con las actuaciones y los diálogos y con ganas de romperle la cabeza al guionista. Eso si, con toda la tecnología punta a su servicio que nos regala algunos minutos impactantes, probablemente lo único que recordaremos a la hora de abandonar la sala.

Los que no lo olvidaran en sus cuentas corrientes serán Bay y Spielberg, sobre todo este último, que sabe de vender gadgets de dinosaurios, autobots y lo que se tercie como nadie. Ojalá que lo reinvierta en cine, de ese otro que también sabe hacer.