The Music NeverStopedd (La música nunca dejó de sonar), es una película que para el que suscribe ha resultado extraordinaria, por muchas razones.

Vistas anteriores críticas creo humildemente que algunos de los que la han visto no han alcanzado a entender su corazón, más allá del drama médico con la utilización de la música como terapia.

La película se presenta como un drama familiar que de alguna forma gracias al azar encuentra una oportunidad de resolución de un pasado quebrantado en el tiempo, en este punto diría que la exposición de los hechos que producen el devenir del núcleo del film no importan, de hecho en su construcción no se indica cual ha sido el motivo de los mismos, para presentarnos un metraje lleno de singularidades impresionantes, sobre la vida, sobre la reconciliación, sobre el abismo generacional, sobre el amor y sobre cómo entender al otro con mayúsculas por medio de un proceso de alteridad profundo, todo ello desde una perspectiva que nos recuerda que la música es muy personal e íntima y que los sentimientos que lleva añadidos conforman nuestro devenir por la vida y sus conexiones construyen parte de nuestros recursos, ya que la música así como el arte poseen esa naturaleza fijadora de nuestras vivencias, amplificándolas y dándole un mayor sentido a nuestra existencia.

Los personajes diría que son de una complejidad cotidiana, esa que hay en cada familia, esa que transita el delicado espacio entre la referencia educacional y la creación de la identidad propia, donde en cualquier momento puede romperse esa ilusoria precaria armonía que mantiene enlazados ambos mundos, buscando el film trabar de nuevo ese quebranto que todas las familias en algún momento de su acaecer pueden sufrir.

Para mi la parte más importante del film es el cambio experimentado de forma muy bien estructurada en sus tiempos del personaje del padre, consiguiendo la magistral actuación de J.K. Simmons transmitir al espectador con sinuosa tranquilidad el sentimiento de encuentro con el otro, ese otro nuestro que forma parte inseparable de nosotros y es nuestro legado, para a través de la música y un guión correcto, presentarnos un acontecer en el metraje que saborea lo genuino, para encontrar el camino que enlazará de nuevo dos puntos de vista, inevitablemente distintos y rotos por el devenir de los acontecimientos pasados, dando la oportunidad al descubrimiento y la reconciliación, todo ello desde personajes sencillos en su forma pero extremadamente complejos en su estructura, consiguiendo fundirse en una nueva relación más auténtica que da sentido a su existencia reconstruyendo así ese lazo roto del pasado.

Dejaría sin sentido estos comentarios sobre la película si no hiciera referencia a los dos otros personajes del filme interpretados magistralmente por Cara Seymour y Lou Taylor Pucci de los que sólo puedo sentir agradecimiento por transmitirme y permitirme ver su maravillosa vivencia del amor.

Tampoco puedo dejar sin mención la banda sonora de la película, simplemente mágica…

He visto algunos comentarios sobre que el film es sensiblero, en este aspecto diría que encontrar un personaje con un trastorno tan desestructurador pero carente de conflicto existencial es algo que no había visto antes, su constitución no abusa de lo sensible, simplemente es puro amor, es en si la estructura del personaje desde siempre, llevando a una correcta representación del mensaje hippy de la época, manteniendo el personaje a lo largo de todo el film esa visión de la vida y del mundo, sirviendo la música como el rayo heraclitiano que ilumina y da luz a la oscuridad de los recuerdos perdidos.

A mi la película me ha gustado bastante, con una construcción cuidada y unos personajes llenos de frescura y ritmo.

Ruby Sparks es sin duda una película que habla sobre la libertad, esa premisa donde el camino de la elección libre llena de autenticidad lo que nos acontece.

Es sin duda una tragicomedia romántica alejada del estereotipo del género, donde predominan tintes predecibles y reconocidos en nuestra común visión de la realidad.

En Ruby Sparks el personaje Calvin Weir-Fields representado magistralmente por Paul Dano, nos hace sentir la alegría y la amargura de ser capaces de dirigir las elecciones de los otros, buscando ajustarlas a nuestras necesidades sentimentales, para navegar en un universo lleno de complejidades que aunque aparentan estar llenas de felicidad, carecen profundamente de ella, hundiéndonos en la fragilidad de lo predecible, de lo pensado-deseado de cada uno de nosotros, para darnos cuenta más tarde de lo que la realidad compone, donde únicamente lo impredecible de los actos libres y espontáneos será lo que en realidad nos conducirá allá donde lo desconocido del desenlace tejerá de poder a nuestros sentimientos y donde amor, pasión, odio y un sinfín de huracanes yacen a nuestro lado para hacernos entender que el amor no se escribe, sino que simplemente sucede.

Me he llevado una grata sorpresa con esta película, sus valoraciones eran bajas en general, incluso en esta página, en donde escribo mi reseña, y de alguna manera tenía dudas sobre si verla o no, pero el recuerdo de su protagonista en la magistral “El Atlas de las Nubes”, me llevó a pasar un rato con una película en la que sin duda su actuación ha estado a la altura de mis expectativas.

Cuando comienzas a ver “El sentido de un final”, te encuentras absorto en una vida llena de fragmentos adecuados al recuerdo del protagonista que se presenta como alguien arrogante y exento de algunas de las sensibilidades básicas, pero en el transcurso de la historia el personaje te captura en su construcción del recuerdo y te lleva de la mano a un mundo subconsciente donde navegamos todos y donde recuerdos y vivencias son reescritas para adecuarlas a lo soportable, en un intento narcisista de poder mirarnos con los ojos de otros para así poder seguir siendo.

En su visionado asistí conmovido a una resolución llena de ingenio especulativo, donde se construye y da sentido a una historia llena de momentos fragmentados y olvidados por el protagonista, para volver sobre ella y construirla a través de lo propio y lo ajeno, con la ayuda de la mirada de otros que allí estuvieron y conformaron ese mundo de lo recordado por el protagonista, éste, obligado a su propia evolución va rememorando aquello que conformó lo que ahora es.

Es una historia de paz, de paz con el pasado, de encuentro con la realidad de aquello que no nos gustó de nosotros mismos y escondimos, donde convergen nuestros miedos y anhelos incumplidos y donde sentimientos tan básicos como la envidia, la vergüenza y el miedo, hicieron de las suyas y vivieron nuestra existencia construyendo nuestros recuerdos, donde el protagonista se ve inducido por una suerte sobrevenida a revivir y a reconstruir, integrándolos y haciéndolo parte del mundo, ese mundo con que el que necesita reconciliarse y que ha marcado todo el discurrir de su vida e incluso de su propio discurso.

Y si, el personaje consigue una relativa resolución, a costa de ir generando fisuras en su propia construcción y configurar un presente que va integrando lo escondido de su propia construcción a lo lardo de su vida, permitiéndose reconciliarse con los fantasmas del pasado, perdonándose y entregándose a la vida venidera.