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Críticas 239
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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2 de febrero de 2024
576 de 850 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más raro del director Yorgos Lanthimos no son las rarezas de sus películas sino la forma en que su cine ha evolucionado desde una interesante perversión a una aburrida extravagancia. El punto de inflexión de este cambio llegó con "La favorita". Hasta entonces sus películas se movían dentro del género fantástico. Eran películas europeas para minorías. Pero "La favorita" era una película de época, de corte clásico y sobre todo feminista. El poderoso imperio del "me too" no pudo evitar postrarse a los pies de una película que hablaba de reinas díscolas de sexualidad no normativa. Oliva Coldman ganó el Oscar. Lanthimos despegaba hacia el olimpo de Hollywood amparado por el más eficaz sortilegio para embaucar al público: el feminismo.

“Pobres criaturas” también tiene el feminismo por bandera. La actriz Emma Stone interpreta a Bella Baxter, una joven que tras morir ahogada es revivida por un siniestro doctor. Bajo su tutela Bella va creciendo a medida que su mente atrofiada asimila con apetito curioso el comportamiento humano.

Pero esta nueva adaptación del mito de Frankenstein tiene muchas trampas. “Pobres criaturas” es, de nuevo, una excusa para el manifiesto feminista. Un discurso sobre la mujer fuerte, independiente y liberada. De lo que no ha logrado liberarse este modelo de mujer es de la belleza. La protagonista es el primer Frankenstein sin cicatrices. Una criatura de rostro perfecto y sexualmente atractiva. Porque el asunto va de sexo y una mujer fea no es buen reclamo.

Bella descubre pronto que meterse frutas y verduras en la vagina proporciona placer. A razón de esta lógica también descubre, en un burdel parisino, que la prostitución es una magnífica forma de ganar dinero y buenas fornicaciones (según sus propias palabras). Al parecer la clave del triunfo femenino es mantener una práctica sexual promiscua, diversa y continuada. Algo así como una dieta mediterránea del coito. Tal vez Bella aprende álgebra, filosofía o los ríos de Europa, pero todo eso queda fuera de la vista del espectador. La película se centra en el sexo como valor indispensable del empoderamiento.

Lo peor de “Pobres criaturas” no es su sexualidad histérica sino la falta de empatía de su protagonista. Bella es un ser profundamente antipático. No hay en ella ni un ápice de amor ni cariño. Bella observa el mundo como un robot, almacena datos y aprende, pero no quiere a nadie. La impertinente novedad de “Pobres criaturas” no es su sexualidad hipertrofiada sino la proclamación de un mundo gobernado por el capricho individual. Un mundo egoísta que se mueve por el placer inmediato. Un lugar donde podemos masturbarnos en público, vomitar en público y tratar con desprecio al prójimo. Un mundo sin pudor ni intimidad. Sin respeto ni educación. Bella es guapa pero sigue siendo un monstruo por dentro. Si Bella es el ejemplo a seguir entonces estamos glorificando la falta de humanidad. Porque follar sabe hasta el más tonto.
26 de diciembre de 2021
255 de 387 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este texto no es un análisis, más bien una inquietud. Steven Spielberg insiste en que el clásico "West Side Story" tiene mucho que contar y las nuevas generaciones se merecen disfrutarla desde una mirada ajustada a su tiempo. Spielberg se presenta como el heraldo que saca brillo a lo viejo para colocarlo en la actualidad. Pero este mensaje en positivo tiene su reverso: lo que viene a decir el director es que el "West Side Story" de 1961 ha envejecido mal. Ha perdido interés. Necesita una reforma.

¿Ha envejecido mal "Casablanca"? Tal vez deberíamos convertir a Rick en un homosexual afgano huyendo del régimen talibán. La juventud se aburre con "Ciudadano Kane", tal vez una versión en color sería más actual. Otro género que ha envejecido fatal es el cine mudo. Deberíamos sonorizar "El acorazado Potemkin" y todas esas antiguallas de Buster Keaton. Por no hablar de la Biblia, ese gran texto indescifrable. Deberíamos resumir la Biblia en un tuit y acto seguido abrir un perfil de wasap a Don Quijote. Todo vale con tal de convertir la cultura en un producto fácil.

Flaco favor nos hacemos si rebajamos la cultura a una papilla fácil de masticar, a la altura de la dieta de un ignorante. La sabiduría exige esfuerzo. A veces la distancia cultural es inevitable y negarla es pedante. Por ejemplo hoy nadie sabe griego y nos perdemos el placer de leer a Homero en su voz original. Pero seamos curiosos para acercarnos al pasado con la máxima inquietud y descubrir su belleza. No cometamos el error de creer que la cultura es una foto en Instagram.

Spielberg, siempre ambicioso, se ha atrevido con algo que nadie le ha pedido. Su "West Side Story" es impecable pero personalmente solo veo artificio. Su película es un calculado baile de máscaras que siempre remite al baile original. Comparar es inevitable. Una película innecesaria cuyo mayor logro sería despertar en el advenedizo la curiosidad por la obra maestra original.
20 de febrero de 2022
140 de 218 usuarios han encontrado esta crítica útil
Artificiosa hasta lo obsceno. Una puesta en escena tan calculada que por momentos parece una coreografía de musical, pero aquí no canta nadie. Lo que más canta son sus decorados digitales del río Nilo. Importa poco que el paisaje de fondo sea Egipto o los anillos de Saturno, todo es ordenador. Un montaje abigarrado, lleno de planos cenitales, contrapicados, movimientos de grúa y simetrías escénicas. Un tono de folletín exageradamente teatral. Todo realmente agotador.

Pero lo más irritante no son sus excesos formales. El mayor atractivo del género "Who done it" es despertar la curiosidad del espectador por la investigación en curso. Lograr que el público se identifique con el detective protagonista y descubrir juntos al asesino. Para ello es importante presentar bien a los personajes, distribuir los tiempos y dosificar con claridad las pistas para estimular el interés por el enredo. Pero un guion precipitado y unos personajes vacíos lo hacen imposible. Branagh no deja espacio a la reflexión. Aceptamos resignados las deducciones de Hércules Poirot con más fe que certezas.

"Muerte en el Nilo" se hace fuerte en lo superfluo y fracasa en lo esencial. Una película de misterio que descuida el misterio y se preocupa en exceso por la estética del viaje tan apreciada por la cultura instagram. Un Egipto aséptico, incapaz de conmover porque es digital y para colmo el suspense brilla por su ausencia. Lo único que brilla es su fotografía saturada de filtros de colores casi radiactivos. Oro parece y plátano es.
22 de enero de 2023
143 de 227 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una experiencia insufrible. Con muy poca sutileza el director quiere convencernos de que los dorados años veinte fueron una especie de ruta del bakalao salvaje. "Babylon" se explica mejor desde la cultura de discoteca que desde los valores de la época que describe. En un ejercicio de reduccionismo Damien Chazelle traslada a los años veinte la forma de pensar actual, explicando el pasado desde valores contemporáneos.

A Chazelle no le interesa tanto el rigor histórico como ofrecer un espectáculo con el que la juventud de la generación Instagram pueda identificarse. Para ello convierte los años veinte en una "rave-party" de calculada trasgresión (si tal oxímoron es posible). Las continuas analogías con nuestro presente más moderno rozan lo ridículo. Impagable contemplar a Margot Robbie dejándose caer sobre su público, entregada a un océano de brazos que la arrastran como si fuera David Getta.

Además Chazelle quiere ser provocador. El argumento está plagado de escenas escatológicas, apología de la droga, mujeres desnudas, incluso algún que otro pene. Pero la orgía vital que pretende vendernos ya nos la contaron antes otras películas como "Moulin Rouge" o "El lobo de Wall Street". Pero Chazelle no es Scorsese y por mucho que se esfuerce en el montaje sincopado, acciones paralelas y diálogos ocurrentes no hay forma de contagiar un frenesí que por demasiado evidente peca de ingenuo.

Tampoco acierta Chazelle ni en el tono ni en el ritmo. "Babylon" parece una comedia pero nada resulta especialmente gracioso, al contrario, su humor es bastante chusco. En cuanto al ritmo el exceso de clímax bloquea el entendimiento. Si la película pretende ser algo más que una fiesta perpetua, se hace difícil subirse al carro del argumento. A la película le cuesta coger forma, cosa que logra hacia el final cuando pierde velocidad y gana en profundidad. Un emotivo epílogo que no logra dar sentido a todo un carnaval de disparates que parece no terminar nunca.
25 de enero de 2024
75 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo muy contradictorio en el nazismo. Su oscura mecánica de muerte pretendía construir una sociedad luminosa. Los nazis no eran bárbaros sino que defendían la ciencia y la razón. Resulta incomprensible que el mayor genocidio de la historia se perpetrara desde el imperativo de la civilización. Por eso muchos pensadores siguen buscando respuesta a semejante aberración. El filósofo Theodor Adorno y la escuela de Fráncfort investigaron a fondo las causas del Holocausto. La herida fue tan profunda que algunas corrientes sionistas consideran, todavía hoy, que no se puede hablar del Holocausto. Una especie de respetuoso tabú destinado a sacralizar el trauma. Porque intentar explicar semejante atrocidad es imposible.

La grandeza de “La zona de interés” es precisamente este cuestionamiento ético sobre la forma de abordar un asunto tan sensible. La película, basada en la novela de Martin Amis, narra el día a día del coronel Rudolph Hoos durante su jefatura en el campo de exterminio de Auschwitz. Pero la película no muestra el Holocausto sino la vida de la familia Hoos en la villa que ocupaban a escasos metros del campo. El director Jonathan Glazer cancela la representación del Holocausto al tiempo que dirige la mirada del espectador hacia lo anodino. La cámara de Glazer acompaña los movimientos de la familia Hoss dentro de la casa. Vemos a la familia reunida para desayunar, a los niños jugar en su habitación o al matrimonio paseando entre los rosales del jardín. La vida es perfecta en el lado bueno del muro.

La pantalla queda dominada por la banalidad doméstica y el horror queda en el fuera de campo. En la película no aparece ningún nazi malvado ejecutando reclusos, ni judíos esqueléticos hacinados en sus barracones. “La zona de interés” evita el emocionalismo exagerado de las películas sobre campos de concentración, pero provoca un malestar aséptico. No podemos ver el Holocausto pero podemos sentir su presencia al igual que escuchamos el susurro siniestro de la valla electrificada. En algunas escenas las chimeneas de los crematorios asoman al fondo del plano. También los gritos de los reclusos rebasan los muros.

El debate moral ya no apunta al Holocausto sino a su representación. El acierto de Jonathan Glazer es contar las cosas sin contarlas. El Holocausto cobra más fuerza precisamente porque no se ve. Una ausencia que instala la culpa en la conciencia del espectador. Todos sabemos lo que ocurre al otro lado del muro, pero como estamos en el lado bueno es muy cómodo mirar para otro lado. A la familia Hoss le ocurría lo mismo.
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