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6,4
48.896
4
25 de febrero de 2015
25 de febrero de 2015
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clint Eastwood nos ha demostrado ser, a lo largo de los años, un gran director. "Sin Perdón", "Invictus", "Million Dollar Baby"... Grandes películas que emocionaron a muchos y le llevaron a lo más alto, llegando a ganar el Oscar en varias ocasiones. Ahora bien, El francotirador no es así. Nominada a mejor película por inercia, porque parece que si chillas muy fuerte que America mola y los americanos se matan por ella te ponen en la lista de nominados.
"American Sniper" nos cuenta la historia real del francotirador que más gente ha matado, un gesto digno de elogio solo en USA. Divide la película en la parte bélica y la personal de nuestro protagonista, combinando ambas durante los años que sirvió en Irak. Pero se queda coja por todos lados. No se profundiza en ninguna de las dos y se va perdiendo el interés progresivamente.
Las actuaciones (o actuación más bien) no destacan en ningún momento. Bradley Cooper, actor al que tengo en estima, no logra mostrar la psicología del personaje. Sin el más mínimo atisbo de emoción en la representación, aunque sea frialdad lo que se intenta transmitir, hace que no se empatice con el personaje y nos deje de importar lo que le pase. Una falta clara de profundización en una película que se supone que nos iba dar a conocer la dureza que supone tener que disparar y quitar una vida sin importar cuál sea.
En la parte de la guerra podemos ver a un militar que se dedica a disparar e intentar dar caza a otro francotirador (el de los malos) para así quedarse en paz consigo mismo y volver a casa. Las tramas secundarias flojean y se desarrollan a medias. No importa quién sea ese tío del taladro ni lo que haga, solo importa el gatillo de Cooper. Es cierto que hay ocasiones en la que la tensión está bien mantenida, sobre todo en el primer tercio del filme, pero la dureza de la situación no tiene ninguna fuerza. La crudeza, el sufrimiento y la devastación de una guerra para ambos bandos no se plasma. Parece que Eastwood está más interesado en justificar la guerra que en mostrarnos la realidad de la misma.
Por la parte personal y la vida íntima también se queda corta. Las relaciones padre-hijo apenas roza la superficie y el punto de vista de la mujer se deja totalmente de lado para mostrarnos a una madre que se pasa el día llorando sin crearnos lazos sentimentales con ella. Basan las dos horas y cuarto alrededor del marine y obvian a los personajes secundarios completamente (lo del hermano sí que no tiene ningún sentido).
Un conjunto que a pesar de la duración se queda corto, no se sabe bien que te quieren contar. La parte más sentimental no es tratada, dejando un plato superficial que no satisface ni lo más mínimo. Parece ser que El orgullo de la nación del que Hitler estaba tan orgulloso en Malditos Bastardos no está tan lejos. Si ya es injusta su nominación no hablemos si se hubiera llevado el premio. La próxima vez menos banderitas y más contenido.
"American Sniper" nos cuenta la historia real del francotirador que más gente ha matado, un gesto digno de elogio solo en USA. Divide la película en la parte bélica y la personal de nuestro protagonista, combinando ambas durante los años que sirvió en Irak. Pero se queda coja por todos lados. No se profundiza en ninguna de las dos y se va perdiendo el interés progresivamente.
Las actuaciones (o actuación más bien) no destacan en ningún momento. Bradley Cooper, actor al que tengo en estima, no logra mostrar la psicología del personaje. Sin el más mínimo atisbo de emoción en la representación, aunque sea frialdad lo que se intenta transmitir, hace que no se empatice con el personaje y nos deje de importar lo que le pase. Una falta clara de profundización en una película que se supone que nos iba dar a conocer la dureza que supone tener que disparar y quitar una vida sin importar cuál sea.
En la parte de la guerra podemos ver a un militar que se dedica a disparar e intentar dar caza a otro francotirador (el de los malos) para así quedarse en paz consigo mismo y volver a casa. Las tramas secundarias flojean y se desarrollan a medias. No importa quién sea ese tío del taladro ni lo que haga, solo importa el gatillo de Cooper. Es cierto que hay ocasiones en la que la tensión está bien mantenida, sobre todo en el primer tercio del filme, pero la dureza de la situación no tiene ninguna fuerza. La crudeza, el sufrimiento y la devastación de una guerra para ambos bandos no se plasma. Parece que Eastwood está más interesado en justificar la guerra que en mostrarnos la realidad de la misma.
Por la parte personal y la vida íntima también se queda corta. Las relaciones padre-hijo apenas roza la superficie y el punto de vista de la mujer se deja totalmente de lado para mostrarnos a una madre que se pasa el día llorando sin crearnos lazos sentimentales con ella. Basan las dos horas y cuarto alrededor del marine y obvian a los personajes secundarios completamente (lo del hermano sí que no tiene ningún sentido).
Un conjunto que a pesar de la duración se queda corto, no se sabe bien que te quieren contar. La parte más sentimental no es tratada, dejando un plato superficial que no satisface ni lo más mínimo. Parece ser que El orgullo de la nación del que Hitler estaba tan orgulloso en Malditos Bastardos no está tan lejos. Si ya es injusta su nominación no hablemos si se hubiera llevado el premio. La próxima vez menos banderitas y más contenido.
22 de julio de 2014
22 de julio de 2014
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la sorpresa de "El origen del planeta de los simios", César regresa con su secuela para volver a demostrar que no todo se limitaba a Charlton Heston. Esta séptima entrega de la franquicia nos sitúa en un mundo post-apocalíptico en el que humanos y simios están enfrentados, 10 años después de los acontecimientos sucedidos en San Francisco. Al igual que en la anterior entrega, damos gracias por poder olvidar el remake de Tim Burton para sentarnos en una butaca y disfrutar de los chimpancés palrlantes.
Tanto técnica como argumentalmente, supera a su predecesora. Corría riesgo de convertirse en un número ilimitado de secuencias de acción pero que desde la primera "conversación" entre simios, vemos que no será así. Un perfecto reflejo de nuestra historia, bandos enfrentados infectados por el virus de la desconfianza, mucho más potente que el que lleva a la humanidad al borde de la extinción. Aún así, se nos regalan buenas dosis de disparos, fuego y luchas, totalmente necesarias y por lo general, magistralmente rodadas. No hay un lado bueno y otro malo para que el público se decante, un punto a favor para los guionistas, ya que las películas pro-animales donde los humanos somos malos malísimos ya cansan. A pesar de ello, se puede ver la mano de Hollywood, como en cada superproducción, metiendo diálogos sin ningún sentido entre humanos que buscan la lágrima fácil.
Una de las sorpresas y decepciones, fue el anuncio de la no presencia de James Franco, algo que pierde importancia conforme va avanzando la cinta. Jason Clarke satisface nuestras necesidades y nos enseña que John Connor volverá con fuerza. Gary Oldman no realiza su mejor interpretación, pero a pesar de ello, es más que suficiente para disfrutar de sus discursos.
Andy Serkins lleva mucho tiempo demostrándonos que su trabajo merece un reconocimiento mayor, y aquí lo vuelve a hacer. La capacidad de mimetización es impresionante, cada movimiento está medido a la perfección, como ya lo hizo con el majestuoso King Kong. Quitarse el sombrero ante este pedazo de artista es algo inevitable.
Amistad, unión y verdad son unos de los valores que transmite esta secuela muy a tener en cuenta. Un guión sólido, que concluye en un clímax donde no podremos apartar la mirada de la pantalla, y la dirección de Matt Reeves que nos impacta a todos, forman dos de los pilares básicos para el disfrute de la película. Cautivadora de principio a fin, claramente superior a la primera parte y que nos hará contar los días hasta el estreno del último largometraje de esta, por qué no decirlo, gran trilogía.
(Borja Tamayo para cenitalynadir.es)
Tanto técnica como argumentalmente, supera a su predecesora. Corría riesgo de convertirse en un número ilimitado de secuencias de acción pero que desde la primera "conversación" entre simios, vemos que no será así. Un perfecto reflejo de nuestra historia, bandos enfrentados infectados por el virus de la desconfianza, mucho más potente que el que lleva a la humanidad al borde de la extinción. Aún así, se nos regalan buenas dosis de disparos, fuego y luchas, totalmente necesarias y por lo general, magistralmente rodadas. No hay un lado bueno y otro malo para que el público se decante, un punto a favor para los guionistas, ya que las películas pro-animales donde los humanos somos malos malísimos ya cansan. A pesar de ello, se puede ver la mano de Hollywood, como en cada superproducción, metiendo diálogos sin ningún sentido entre humanos que buscan la lágrima fácil.
Una de las sorpresas y decepciones, fue el anuncio de la no presencia de James Franco, algo que pierde importancia conforme va avanzando la cinta. Jason Clarke satisface nuestras necesidades y nos enseña que John Connor volverá con fuerza. Gary Oldman no realiza su mejor interpretación, pero a pesar de ello, es más que suficiente para disfrutar de sus discursos.
Andy Serkins lleva mucho tiempo demostrándonos que su trabajo merece un reconocimiento mayor, y aquí lo vuelve a hacer. La capacidad de mimetización es impresionante, cada movimiento está medido a la perfección, como ya lo hizo con el majestuoso King Kong. Quitarse el sombrero ante este pedazo de artista es algo inevitable.
Amistad, unión y verdad son unos de los valores que transmite esta secuela muy a tener en cuenta. Un guión sólido, que concluye en un clímax donde no podremos apartar la mirada de la pantalla, y la dirección de Matt Reeves que nos impacta a todos, forman dos de los pilares básicos para el disfrute de la película. Cautivadora de principio a fin, claramente superior a la primera parte y que nos hará contar los días hasta el estreno del último largometraje de esta, por qué no decirlo, gran trilogía.
(Borja Tamayo para cenitalynadir.es)
9
2 de diciembre de 2015
2 de diciembre de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me canso de hablar de la maestría del señor David Simon, porque si hay alguien capaz de elevar el nivel televisivo un escalón más, es él. Con trabajos a sus espaldas como The Wire o Treme, ahora mismo podría hacer lo que quisiera, pero no cambia. Criticar temas que a día de hoy siguen a flor de piel como el racismo y la corrupción es lo que plasma en cada producto que lleva a cabo. Por lo que era cuestión de tiempo que adaptara esta historia, porque parece hecha para que él la realizara.
Show me a hero nos cuenta la vida de Nick Wasicsko, alcalde de Yorkers, una ciudad en principio con poco que contar. Pero con sus 6 episodios vemos que esto no es así. Mientras el pueblo pide que el gobierno elimine la normativa por la cual se ven obligados a construir viviendas sociales para los menos favorecidos, nuestro protagonista tendrá que hacer frente a los gobernados. Como ya hizo anteriormente, Simon nos vuelve a colocar en la contraposición de ambos mundos. Vemos de nuevo los bajos fondos de la ciudad, donde todo es crimen pero no todos criminales. Familias que solo buscan prosperar en un ambiente más sano, algo que no contentará a la parte mejor establecida de la sociedad, llena de personas clasistas que tendrán miedo de las nuevas incorporaciones a sus acomodados barrios. Gracias a esto podemos ver que no son los pobres los que tienen que cambiar, el mundo de la droga no concierne solo a los traficantes sino a todos los que se ven afectados por este. Los prejuicios son uno de los mayores virus que contamina la sociedad y su cura está en la aceptación. Algo que muchos de los protagonistas irán aprendiendo poco a poco.
Paul Haggis sabe llevar a un Oscar Isaac de la mano a una de sus mejores interpretaciones. Desde la felicidad en el inicio de la serie hasta la más profunda depresión por el abandono de aquellos que le dieron la mano en su momento al final; consigue plasmar a la perfección esa progresión hacia la caída inevitable forjada por un sistema contaminado. Porque no hay que olvidar que si la figura representada se fundamenta en el progreso que suponen sus ideas, estas ideas vienen causadas por el éxito entre los bajos fondos. Ideales que se verán destrozados y enterrados en aras del triunfo político. Todo es un bucle que se repite y que solo cambia según los votantes vayan cediendo. No consiste en que la gente con poder aporte valores éticos a la sociedad, sino en contentar al pueblo para poder llegar al ayuntamiento.
Es pues una muestra más de que la televisión no tiene límites. Que ganar dinero no es el único objetivo cuando se cuentan historias. Hay mundo después de los patrones que triunfan para quedarse y seguir facturando. Lástima que España aún no sepa apreciar esta edad que estamos viviendo, pero ya le llegará su momento. Porque son estos productos los que dejan su huella en la historia, y nosotros somos los que tenemos en nuestra mano agradecer el vivir en esta época.
Show me a hero nos cuenta la vida de Nick Wasicsko, alcalde de Yorkers, una ciudad en principio con poco que contar. Pero con sus 6 episodios vemos que esto no es así. Mientras el pueblo pide que el gobierno elimine la normativa por la cual se ven obligados a construir viviendas sociales para los menos favorecidos, nuestro protagonista tendrá que hacer frente a los gobernados. Como ya hizo anteriormente, Simon nos vuelve a colocar en la contraposición de ambos mundos. Vemos de nuevo los bajos fondos de la ciudad, donde todo es crimen pero no todos criminales. Familias que solo buscan prosperar en un ambiente más sano, algo que no contentará a la parte mejor establecida de la sociedad, llena de personas clasistas que tendrán miedo de las nuevas incorporaciones a sus acomodados barrios. Gracias a esto podemos ver que no son los pobres los que tienen que cambiar, el mundo de la droga no concierne solo a los traficantes sino a todos los que se ven afectados por este. Los prejuicios son uno de los mayores virus que contamina la sociedad y su cura está en la aceptación. Algo que muchos de los protagonistas irán aprendiendo poco a poco.
Paul Haggis sabe llevar a un Oscar Isaac de la mano a una de sus mejores interpretaciones. Desde la felicidad en el inicio de la serie hasta la más profunda depresión por el abandono de aquellos que le dieron la mano en su momento al final; consigue plasmar a la perfección esa progresión hacia la caída inevitable forjada por un sistema contaminado. Porque no hay que olvidar que si la figura representada se fundamenta en el progreso que suponen sus ideas, estas ideas vienen causadas por el éxito entre los bajos fondos. Ideales que se verán destrozados y enterrados en aras del triunfo político. Todo es un bucle que se repite y que solo cambia según los votantes vayan cediendo. No consiste en que la gente con poder aporte valores éticos a la sociedad, sino en contentar al pueblo para poder llegar al ayuntamiento.
Es pues una muestra más de que la televisión no tiene límites. Que ganar dinero no es el único objetivo cuando se cuentan historias. Hay mundo después de los patrones que triunfan para quedarse y seguir facturando. Lástima que España aún no sepa apreciar esta edad que estamos viviendo, pero ya le llegará su momento. Porque son estos productos los que dejan su huella en la historia, y nosotros somos los que tenemos en nuestra mano agradecer el vivir en esta época.
24 de diciembre de 2014
24 de diciembre de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las aventuras en la Tierra Media han llegado ha su fin. Tras trece años de elfos, enanos, hombres y hobbits toca dar nuestro "last goodbye". Si "El retorno del rey" supuso un final por todo lo alto, esta vez podría decirse que ha sido lo proporcionalmente contrario. Nuestra despedida no ha sido lo esperado, el mundo de Tolkien se merecía mucho más.
"I am fire, I am death", así concluía el final más abierto de la saga. Imposible evitar que el corazón se me pusiera a mil revoluciones cuando Smaug alzó el vuelo, Bilbo temió lo peor y Ed Sheeran empezó a entonar su "I see fire". Empezamos pues donde lo dejamos. Todas las historias por concluir, lástima que decidan acabarlas tan rápido. Un verdadero timo dejar ese final adrenalítico si le van a emplear diez minutos a cada trama.
Hasta el momento siempre había defendido el hecho de hacer una trilogía de un libro de apenas 300 hojas. A diferencia de El señor de los anillos aquí cada cinta no cuenta con un inicio, un desarrollo y una conclusión, sino más bien cada largometraje se corresponde con un concepto. En "Un viaje inesperado" se nos cuentan los inicios de esta aventura, con "La desolación de Smaug" se desarrolla el nudo y en "La batalla de los cinco ejércitos" nos concluyen las andanzas del señor Bolsón. El primer punto a favor de Jackson fue complementar la historia mediante el uso de apéndices, algo que descontentó a miles de fans. Pero "El hobbit" es un cuento para niños. Se agradecen todas las tramas que se le añaden otorgando es matiz oscuro, es más, gracias a ellas podemos ver como se enlaza directamente con su ópera prima. Azog es un gran villano que de ninguna manera habríamos visto y los orcos tienen su capitán que no es otro que el mismísimo Sauron en forma de Nigromante. ¿Quién es capaz de pedir que Légolas no dispare sus flechas una vez más? Ahora bien, si sus dos primeras partes eran capaces de, en su propia medida, hacerle sombra a sus predecesoras evitando por meros hechos argumentales la comparación, aquí es inevitable acordarse de El abismo de Helm o de la Puerta Negra, y tristemente cojea por todos lados.
Peter Jackson tiene un claro problema con los finales. Cuando en 2003 parecía que su película no iba a acabar nunca, aquí es más bien lo contrario. Se empeña en crear una batalla brutal pero olvida zanjar las cosas más importantes de la trama que de ningún modo pueden dejarse para la versión extendida (si es que salen en esta). A su gran guerra le falta espectacularidad. Queríamos ver a los orcos dando gritos de guerra cuales Uruks en Las dos torres, pero no. La parte de Bardo es solamente comparable al asalto de Osgiriath y aún así sale perdiendo. El personaje de Tauryel pierde todo mi respeto en esta tercera parte que pasa de ser la chica guerrera a la típica niña tonta que necesita ser rescatada. Si vas a inventarte personajes, hazlo bien.
Sin lugar a dudas la más floja y estirada de las tres. Si los señores ejecutivos hubieran pensado menos en el dinero, se habrían hecho dos filmes que servirían de hermanos pequeños a las aventuras de Frodo. Tal vez funcione como final de historia, pero son dos horas y media y ni siquiera son capaces de cerrarla bien. La próxima vez menos enanos por ordenador y más centrarse en las cosas importantes. Aún así tengo que decir que a pesar de sus deficiencias y mi pequeña decepción, como enamorado de la Tierra Media pude disfrutarla completamente. Supongo que tendré que esperar para ver las tres seguidas y juzgarlas como una única de ocho horas.
www.cenitalynadir.es
"I am fire, I am death", así concluía el final más abierto de la saga. Imposible evitar que el corazón se me pusiera a mil revoluciones cuando Smaug alzó el vuelo, Bilbo temió lo peor y Ed Sheeran empezó a entonar su "I see fire". Empezamos pues donde lo dejamos. Todas las historias por concluir, lástima que decidan acabarlas tan rápido. Un verdadero timo dejar ese final adrenalítico si le van a emplear diez minutos a cada trama.
Hasta el momento siempre había defendido el hecho de hacer una trilogía de un libro de apenas 300 hojas. A diferencia de El señor de los anillos aquí cada cinta no cuenta con un inicio, un desarrollo y una conclusión, sino más bien cada largometraje se corresponde con un concepto. En "Un viaje inesperado" se nos cuentan los inicios de esta aventura, con "La desolación de Smaug" se desarrolla el nudo y en "La batalla de los cinco ejércitos" nos concluyen las andanzas del señor Bolsón. El primer punto a favor de Jackson fue complementar la historia mediante el uso de apéndices, algo que descontentó a miles de fans. Pero "El hobbit" es un cuento para niños. Se agradecen todas las tramas que se le añaden otorgando es matiz oscuro, es más, gracias a ellas podemos ver como se enlaza directamente con su ópera prima. Azog es un gran villano que de ninguna manera habríamos visto y los orcos tienen su capitán que no es otro que el mismísimo Sauron en forma de Nigromante. ¿Quién es capaz de pedir que Légolas no dispare sus flechas una vez más? Ahora bien, si sus dos primeras partes eran capaces de, en su propia medida, hacerle sombra a sus predecesoras evitando por meros hechos argumentales la comparación, aquí es inevitable acordarse de El abismo de Helm o de la Puerta Negra, y tristemente cojea por todos lados.
Peter Jackson tiene un claro problema con los finales. Cuando en 2003 parecía que su película no iba a acabar nunca, aquí es más bien lo contrario. Se empeña en crear una batalla brutal pero olvida zanjar las cosas más importantes de la trama que de ningún modo pueden dejarse para la versión extendida (si es que salen en esta). A su gran guerra le falta espectacularidad. Queríamos ver a los orcos dando gritos de guerra cuales Uruks en Las dos torres, pero no. La parte de Bardo es solamente comparable al asalto de Osgiriath y aún así sale perdiendo. El personaje de Tauryel pierde todo mi respeto en esta tercera parte que pasa de ser la chica guerrera a la típica niña tonta que necesita ser rescatada. Si vas a inventarte personajes, hazlo bien.
Sin lugar a dudas la más floja y estirada de las tres. Si los señores ejecutivos hubieran pensado menos en el dinero, se habrían hecho dos filmes que servirían de hermanos pequeños a las aventuras de Frodo. Tal vez funcione como final de historia, pero son dos horas y media y ni siquiera son capaces de cerrarla bien. La próxima vez menos enanos por ordenador y más centrarse en las cosas importantes. Aún así tengo que decir que a pesar de sus deficiencias y mi pequeña decepción, como enamorado de la Tierra Media pude disfrutarla completamente. Supongo que tendré que esperar para ver las tres seguidas y juzgarlas como una única de ocho horas.
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2
9 de diciembre de 2014
9 de diciembre de 2014
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda alguna, Drácula ha sido uno de los monstruos más veces adaptado al cine (eso sin contar sus versiones “pirata”, como lo fue en 1922 Nosferatu). No obstante, nunca se había prestado atención a los orígenes del vampiro y es que viendo el resultado, mejor que esto hubiera seguido así. Luke Evans encarna al príncipe Vlad Tepes que se ve obligado a recurrir a las fuerzas oscuras con el fin de defender su reinado del ejército turco.
La historia podría dividirse en tres partes: Evans quiere mucho a su hijo y provoca una guerra, Evans se convierte en vampiro y Evans acompañado de murciélagos combate a un ejército. Un largometraje que cada minuto que avanza parece esforzarse por ser peor que el anterior, una hazaña realmente complicada que consigue con creces. Toda la trama gira alrededor del vampiro que no consigue estar ni de lejos a la altura que conlleva su nombre. Los personajes son completamente absurdos, parecen olvidar que viven en una época muy distante a la actual, con un romance comparable al de la saga Crepúsculo. Tampoco parecen darle demasiada importancia al hecho de que el chico guapo y honorable sea conocido como “El empalador”, pero bueno, si alguien que mete palos por el culo y los saca por la boca es un auténtico héroe, The Punisher es un santo.
Tal vez lo único que se podría aprovechar sean los efectos especiales, pero no se puede basar la calidad de una película en esto. Las secuencias de acción dejan mucho que desear y tratándose de una cinta en la cual la mitad del metraje está compuesto por estas, es algo arriesgado hacerlas mal. Por no hablar de la batalla final, que más hacer muestra de los despliegues de la producción con la que cuenta, parece haberse hecho sabiendo que la cinta era ya insalvable.
Actualmente se está dando una saturación en el mundo de los remakes y los reboots (Terminator, Spiderman, Gremlins…), ya que son apuestas relativamente seguras en taquilla. Una muestra más de cómo funciona este mundo, en el que se prioriza la importancia de generar billetes en cuanto a realizar contenidos de calidad. Dracula Untold es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Dirección pobre traída por el novato Gary Shore que compagina su deficiencia argumental con un guión digno de olvidar.
Cinta comercial que prescinde de contar una historia de violencia en un mundo violento y apuestan por las flores y los arcoíris, algo que nos es de recibo en Transilvania. Se pierde la oscuridad del protagonista desde el minuto uno, pero bueno, siempre nos quedará al grandísimo Gary Oldman que Coppola supo presentarnos a la perfección.
www.cenitalynadir.es
La historia podría dividirse en tres partes: Evans quiere mucho a su hijo y provoca una guerra, Evans se convierte en vampiro y Evans acompañado de murciélagos combate a un ejército. Un largometraje que cada minuto que avanza parece esforzarse por ser peor que el anterior, una hazaña realmente complicada que consigue con creces. Toda la trama gira alrededor del vampiro que no consigue estar ni de lejos a la altura que conlleva su nombre. Los personajes son completamente absurdos, parecen olvidar que viven en una época muy distante a la actual, con un romance comparable al de la saga Crepúsculo. Tampoco parecen darle demasiada importancia al hecho de que el chico guapo y honorable sea conocido como “El empalador”, pero bueno, si alguien que mete palos por el culo y los saca por la boca es un auténtico héroe, The Punisher es un santo.
Tal vez lo único que se podría aprovechar sean los efectos especiales, pero no se puede basar la calidad de una película en esto. Las secuencias de acción dejan mucho que desear y tratándose de una cinta en la cual la mitad del metraje está compuesto por estas, es algo arriesgado hacerlas mal. Por no hablar de la batalla final, que más hacer muestra de los despliegues de la producción con la que cuenta, parece haberse hecho sabiendo que la cinta era ya insalvable.
Actualmente se está dando una saturación en el mundo de los remakes y los reboots (Terminator, Spiderman, Gremlins…), ya que son apuestas relativamente seguras en taquilla. Una muestra más de cómo funciona este mundo, en el que se prioriza la importancia de generar billetes en cuanto a realizar contenidos de calidad. Dracula Untold es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Dirección pobre traída por el novato Gary Shore que compagina su deficiencia argumental con un guión digno de olvidar.
Cinta comercial que prescinde de contar una historia de violencia en un mundo violento y apuestan por las flores y los arcoíris, algo que nos es de recibo en Transilvania. Se pierde la oscuridad del protagonista desde el minuto uno, pero bueno, siempre nos quedará al grandísimo Gary Oldman que Coppola supo presentarnos a la perfección.
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