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Críticas ordenadas por utilidad
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7,7
2.923
8
8 de diciembre de 2022
8 de diciembre de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento es de todos conocido y no merece la pena repetirlo aquí. La película en mi opinión no trata solamente de la atocinada y culpable moral burguesa, ni solamente del camino que debemos recorrer por el dolor de la culpa hasta la redención (aunque nos lleva durante más de una hora por ese recorrido de forma magistral). Quisiera detenerme en ese final radical en el que se retrata cómo son las principales instituciones que sustentan nuestra sociedad (la policía, la familia, la ciencia, la justicia y la Iglesia) las que se ven obligadas a proscribir la renacida conciencia de la protagonista.
El marido, la madre, los médicos, el juez, el comisario y hasta el cura no pueden tolerar a esta mujer que parece haber despertado a un panteísmo incompatible con el debido respeto a la necesaria jerarquía social, a la ley jurídica y científica, y a la humildad propia del devoto. Esta mujer que de pronto parece amar con el amor de un niño a los pecadores, a los proscritos, a los locos, resulta inoportuna para el estratificado orden burgués. El último en rechazarla, condenándola, es el cura, que ve en su actitud no solo un riesgo a su autoridad espiritual sino una casi herética arrogancia. Ella no acata las reglas establecidas tras la muerte de su hijo, producida por su desatención ante los mandatos del mundo, y parece elevarse desde ese momento hacia una indiferenciada empatía hacia el mundo. Hay algo etéreo en Ingrid Bergman pasando entre la mugre romana. Hacia el final llega a imponer las manos a una loca suicida, que súbitamente se apacigua; se ve próxima incluso al milagro. Es difícil saber si es expulsada fuera de la sociedad porque despierta la mala conciencia de la clase alta o porque supone un riesgo a su estatus. Eludiendo el comunismo como respuesta, la película elude hábilmente que la respuesta a lo que plantea sea política. En cualquier caso parece claro que esta señora es incompatible con el contrato social moderno, es una verdadera terrorista espiritual, una nihilista que predica el amor, un peligro que hay que encerrar.
Como último apunte erudito quisiera decir que no se puede estar más buena, quiero decir, no se puede ser más guapa que esta señora en esta película.
El marido, la madre, los médicos, el juez, el comisario y hasta el cura no pueden tolerar a esta mujer que parece haber despertado a un panteísmo incompatible con el debido respeto a la necesaria jerarquía social, a la ley jurídica y científica, y a la humildad propia del devoto. Esta mujer que de pronto parece amar con el amor de un niño a los pecadores, a los proscritos, a los locos, resulta inoportuna para el estratificado orden burgués. El último en rechazarla, condenándola, es el cura, que ve en su actitud no solo un riesgo a su autoridad espiritual sino una casi herética arrogancia. Ella no acata las reglas establecidas tras la muerte de su hijo, producida por su desatención ante los mandatos del mundo, y parece elevarse desde ese momento hacia una indiferenciada empatía hacia el mundo. Hay algo etéreo en Ingrid Bergman pasando entre la mugre romana. Hacia el final llega a imponer las manos a una loca suicida, que súbitamente se apacigua; se ve próxima incluso al milagro. Es difícil saber si es expulsada fuera de la sociedad porque despierta la mala conciencia de la clase alta o porque supone un riesgo a su estatus. Eludiendo el comunismo como respuesta, la película elude hábilmente que la respuesta a lo que plantea sea política. En cualquier caso parece claro que esta señora es incompatible con el contrato social moderno, es una verdadera terrorista espiritual, una nihilista que predica el amor, un peligro que hay que encerrar.
Como último apunte erudito quisiera decir que no se puede estar más buena, quiero decir, no se puede ser más guapa que esta señora en esta película.

7,6
12.609
6
26 de octubre de 2024
26 de octubre de 2024
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es visualmente apabullante. Cada plano está cuidadosamente planeado. La recreación de la isla donde se desarrolla la mayor parte de la película, desde un punto de vista artístico, resulta por momentos pictórica. En este sentido no se puede decir de ella sino que es un producto de primera calidad.
El guión (el, digamos, fraseo de los personajes) es adulto, irónico, por momentos brillante. Como hablan descarnadamente de la muerte, la matenidad y otros temas adultos no se trata de una película infantil.
Otra cosa es el mensaje que nos ofrece: más basura posmo: la machaconería de los sentimientos, la depauperación de la inteligencia, y el especismo más descarado travestido de ecologismo.
El guión (el, digamos, fraseo de los personajes) es adulto, irónico, por momentos brillante. Como hablan descarnadamente de la muerte, la matenidad y otros temas adultos no se trata de una película infantil.
Otra cosa es el mensaje que nos ofrece: más basura posmo: la machaconería de los sentimientos, la depauperación de la inteligencia, y el especismo más descarado travestido de ecologismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aquí el proceso de humanización del robot, la formación de su identidad, no viene de los oscuros recovecos de una inteligencia que toma conciencia de sí sino, cómo no, de los sentimientos. Los sentimientos del robot por el pájaro. La inteligencia no es algo vivo, por tanto, para esta gente, sino 100% replicable, programable en un soporte informático. El robot viene ya de serie con una inteligencia igual a la humana ( y hasta superior, cuando se actualiza con un software que le permite entenderse con los animales que le rodean), lo cual deja la inteligencia humana en un asunto reducible a ingenieros informáticos, psicólogos y programadores. A partir de ahí es solamente la cosa de los sentimientos lo que hace despertar de lo inorgánico a lo orgánico, del motor al corazón, del metal a la hormona, del chip a la célula viva. Por algún motivo, para guionistas, productores y demás fauna hollywoodiense, no es al revés. Hasta resucita gracias a unos leds colorados que le salen al robot del pecho. Es demencial, pero bueno. De todos es sabido que para esta gente el sentimiento es lo único que nos hace humanos. Vale.
A lamentar también el descarado especismo de que se hace gala. Igual que se depaupera la inteligencia humana equiparándola a una especie de programación biológica, igual pasa con los animales, que como no saben comportarse se dedican a devorarse unos a otros. Hasta que llega nuestro robot y con su nuevo evangelio, dentro de la isla, pone orden en los bestiales corazones de osos, zorros y demás ralea. Es un desprecio descarado al pecaminoso mundo natural.
La película es buena pero me resulta en realidad genocida la vocación de esta gente por ir suplantando limpiamente el salvaje mundo orgánico por ese paraíso rutilante de lo artificial que a ellos les va. Dios les confunda.
A lamentar también el descarado especismo de que se hace gala. Igual que se depaupera la inteligencia humana equiparándola a una especie de programación biológica, igual pasa con los animales, que como no saben comportarse se dedican a devorarse unos a otros. Hasta que llega nuestro robot y con su nuevo evangelio, dentro de la isla, pone orden en los bestiales corazones de osos, zorros y demás ralea. Es un desprecio descarado al pecaminoso mundo natural.
La película es buena pero me resulta en realidad genocida la vocación de esta gente por ir suplantando limpiamente el salvaje mundo orgánico por ese paraíso rutilante de lo artificial que a ellos les va. Dios les confunda.
7
6 de abril de 2021
6 de abril de 2021
5 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de un buen producto de la HBO. Habla de cómo el inesperado y desconocido virus del SIDA barrió a buena parte de la juventud mundial entre los años 80 y 90. Frente al implacable virus, una siniestra mezcla de desinformación y prejuicios sociales se llevan a varios de nuestros protagonistas, que mueren un poco estupefactos en la flor de la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hasta aquí el drama. Un drama bien llevado, bien hecho, con algunas interpretaciones correctas.
Más allá de estos tecnicismos, no del todo mal llevados, encontramos un producto que rezuma ideología. Veamos. La vida de los chavales transcurre feliz, es un continuo cachondeo, entre locas bacanales y precariedad laboral. Viven en plan comuna, con poco per muy unidos, a menudo carnalmente unos con otros. Dentro de esta permanente orgía no encontraremos contradicción alguna. Se quieren todos mucho, todos ríen, se cuidan todos con unos mimos desmesurados, difícilmente concebibles en el arduo mundo exterior... forman en definitiva una comunidad virtuosa.
Frente a este mundo de paz y amor el mundo adulto acecha: hostil, aburrido, tránsfobo, ignorante, e intolerante.
Aparentemente ellos son los tolerantes, pero no. Esto es mentira, ojo. Ellos, nuestros alegres protagonistas, solamente toleran su propia forma de vida. Se ríen de la vida de los demás, que les parece (no sin razón) una vida de mierda. La tolerancia del Millenial, quiero decir, es una trampa.
Es este maniqueísmo tan propio de los millenials lo que me echa para atrás de la serie.
Como no puede ser de otro modo nos encontramos con una segunda trampa, la del posmodernismo. Consiste en aceptar que todo lo que se oponga a lo tradicional (la religión, la policía, la política, la familia) es, por defecto, virtuoso, es puro, es bueno de por sí. Puedes haber llevado un modo de vida alternativo que te ha llevado a infectarte de un virus y acabar muriendo a los 30, si lo que has hecho es oponerte al modelo dominante, te abrazo como héroe, hermano.
Y por último quieren lavarse las manos, no sumiendo su responsablidad. En este sentido, el discurso final que suelta la protagonista a la madre es es un monumento a la cara dura ("la culpa de que tu hijo se tirara durante años a todo Londres es tuya", "La culpa de que él contagiara a sabiendas a otros muchos es tuya, que no le diste amor en tu casa, porque no te diste cuenta de que era gay, porque no has estado a la altura estas últimas semanas de vida de tu hijo"). Vamos que resulta que la culpa de que el chico, redomado sodomita, se contagiara, resulta que es de la madre, de la familia, tócate los huevos.
Más allá de estos tecnicismos, no del todo mal llevados, encontramos un producto que rezuma ideología. Veamos. La vida de los chavales transcurre feliz, es un continuo cachondeo, entre locas bacanales y precariedad laboral. Viven en plan comuna, con poco per muy unidos, a menudo carnalmente unos con otros. Dentro de esta permanente orgía no encontraremos contradicción alguna. Se quieren todos mucho, todos ríen, se cuidan todos con unos mimos desmesurados, difícilmente concebibles en el arduo mundo exterior... forman en definitiva una comunidad virtuosa.
Frente a este mundo de paz y amor el mundo adulto acecha: hostil, aburrido, tránsfobo, ignorante, e intolerante.
Aparentemente ellos son los tolerantes, pero no. Esto es mentira, ojo. Ellos, nuestros alegres protagonistas, solamente toleran su propia forma de vida. Se ríen de la vida de los demás, que les parece (no sin razón) una vida de mierda. La tolerancia del Millenial, quiero decir, es una trampa.
Es este maniqueísmo tan propio de los millenials lo que me echa para atrás de la serie.
Como no puede ser de otro modo nos encontramos con una segunda trampa, la del posmodernismo. Consiste en aceptar que todo lo que se oponga a lo tradicional (la religión, la policía, la política, la familia) es, por defecto, virtuoso, es puro, es bueno de por sí. Puedes haber llevado un modo de vida alternativo que te ha llevado a infectarte de un virus y acabar muriendo a los 30, si lo que has hecho es oponerte al modelo dominante, te abrazo como héroe, hermano.
Y por último quieren lavarse las manos, no sumiendo su responsablidad. En este sentido, el discurso final que suelta la protagonista a la madre es es un monumento a la cara dura ("la culpa de que tu hijo se tirara durante años a todo Londres es tuya", "La culpa de que él contagiara a sabiendas a otros muchos es tuya, que no le diste amor en tu casa, porque no te diste cuenta de que era gay, porque no has estado a la altura estas últimas semanas de vida de tu hijo"). Vamos que resulta que la culpa de que el chico, redomado sodomita, se contagiara, resulta que es de la madre, de la familia, tócate los huevos.
6
8 de junio de 2022
8 de junio de 2022
5 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La serie es bastante entretenida. El guión, como no puede ser de otro modo, es bueno, la realización excelente, la dirección funciona. David Simon nos mete de lleno en una pesadilla distópica y consigue transmitirnos la angustia creciente de una familia judía para quien el futuro se va haciendo inhabitable. Aunque en mi opinión va de más a menos, como producto cinematográfico funciona generalmente bien. Me parecen remarcables las actuaciones de John Turturro y especialmente la de Zoe Kazan, que se erige en el corazón mismo del drama como madre de la familia.
No queda claro si la miniserie ataca o defiende la democracia. Parece querer defenderla, pero adolece de atroces gatillazos. ¿Cómo conciliar la idea de la democracia con la crítica al populismo representada por Lindbergh? Si somos demócratas asumamos el nazismo, señores. Esta contradicción no solamente no se resuelve en la serie, sino que parece no ser percibida siquiera por sus creadores.
Por qué su calado político me parece solamente apto para disminuidos mentales lo intentaré explicar en la zona de spoilers.
No queda claro si la miniserie ataca o defiende la democracia. Parece querer defenderla, pero adolece de atroces gatillazos. ¿Cómo conciliar la idea de la democracia con la crítica al populismo representada por Lindbergh? Si somos demócratas asumamos el nazismo, señores. Esta contradicción no solamente no se resuelve en la serie, sino que parece no ser percibida siquiera por sus creadores.
Por qué su calado político me parece solamente apto para disminuidos mentales lo intentaré explicar en la zona de spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No queda claro si la postura de la serie es que el pueblo elige a sus gobernantes o si es el gobernante quien moldea al pueblo. Es decir, si existió la amenaza del antisemitismo en la sociedad americana de principios de s.XX, entonces ¿vienen a decirnos que fue detenida por Roosevelt?
Incluso metida en arenas distópicas, la serie rinde pleitesía como garante de la convivencia civil al Partido Demócrata, que es el bando pacificador, el tolerante. En un alarde de zafiedad casi obscena llegan a poner la famosa “America first” de Trump en boca de los filonazis. Se nota quién paga aquí, porque vamos a ver, siendo realistas: Quienes azuzan a los negros contra los blancos son los demócratas. Quien enfrenta a mujeres y hombres es la ideología demócrata. Quienes crean división entre distintas tendencias sexuales son los demócratas. Quienes han demonizado sin rubor, por medio de su portentosa artillería propagandística (una muestra es esta serie), a la ideología conservadora son los demócratas. Quienes promueven la eugenesia descarnada en los EEUU y en sus países satélites son los demócratas. Quienes garantizan el negocio de la industria armamentística americana son los demócratas. Quienes apoyaron la esclavitud, ya puestos, fueron los demócratas. Quienes han forzado los límites de la OTAN hasta la guerra con Rusia son los demócratas. Quienes han expandido el colonialismo progresista, a sangre y fuego, y caiga quien caiga por medio de sus revoluciones de colores, señoras y señores, son los demócratas. Si hay fahcihmo, digo, hoy en día, si hay un aparato totalitario en el presente en marcha, este es el Partido Demócrata Americano. Eso sí en la distopía son buenísimos, los tíos.
Por otro lado, hay que insistir la ambivalencia de la serie mantiene respecto de la democracia misma. El 3 de noviembre de 1944 gana Roosevelt las elecciones, devolviendo el equilibrio a la Fuerza, el negro periodo de er fahcihmo parece superado. Los minutos finales están rodados como una elegía a la soberanía popular. La cámara flota como a través de una luz dominical por las colas a las puertas de los colegios electorales, la sonrisa de los votantes congregados va a corregir el rumbo maligno que había tomado el país, la fotografía se acaramela por fin, después de capítulos tenebrosos. Pero de repente esto se quiebra cuando vemos cómo la noche de las elecciones se queman papeletas (parece aquí más que una distopía una profecía de lo de Biden). Antes de esto se insinúa que el avión de Lindbergh ha sido derribado previamente por una conspiración de demócratas. Que el hijo de Linbergh había sido secuestrado por Hitler y no se qué historias más. La serie aquí es una vez más cobardona y pichafloja: apunta pero no termina de disparar. Vemos asimismo que sobrino y tío se pelean por las heridas que han quedado abiertas en el país. Nos queda a todos claro que restaurar la convivencia, cicatrizar las heridas, no será fácil. En un país podrido por “er fahcihmo” no parece que la paz vaya a volver a su cauce por sí mismo, a pesar de la bucólica escena del día de las elecciones que gana Roosevelt.
Por otra parte se pone a Lindbergh prácticamente desde el principio como un muñeco que repite siempre la misma frase, un tontaina popular que engatusa al pueblo, volviéndolo mágicamente facha. ¿Dónde queda el inquebrantable principio del criterio individual que sustenta la ideología democrática? para Simon y sus patrocinadores cuando gana un Lindbergh de la vida es por culpa del populismo. Democracia es cuando gana Roosevelt / Obama.
Buena serie, de buena factura, buenos actores y guión, como digo. No he leído la novela de Roth, pero dudo que sea tan de brocha gorda como este panfleto.
Incluso metida en arenas distópicas, la serie rinde pleitesía como garante de la convivencia civil al Partido Demócrata, que es el bando pacificador, el tolerante. En un alarde de zafiedad casi obscena llegan a poner la famosa “America first” de Trump en boca de los filonazis. Se nota quién paga aquí, porque vamos a ver, siendo realistas: Quienes azuzan a los negros contra los blancos son los demócratas. Quien enfrenta a mujeres y hombres es la ideología demócrata. Quienes crean división entre distintas tendencias sexuales son los demócratas. Quienes han demonizado sin rubor, por medio de su portentosa artillería propagandística (una muestra es esta serie), a la ideología conservadora son los demócratas. Quienes promueven la eugenesia descarnada en los EEUU y en sus países satélites son los demócratas. Quienes garantizan el negocio de la industria armamentística americana son los demócratas. Quienes apoyaron la esclavitud, ya puestos, fueron los demócratas. Quienes han forzado los límites de la OTAN hasta la guerra con Rusia son los demócratas. Quienes han expandido el colonialismo progresista, a sangre y fuego, y caiga quien caiga por medio de sus revoluciones de colores, señoras y señores, son los demócratas. Si hay fahcihmo, digo, hoy en día, si hay un aparato totalitario en el presente en marcha, este es el Partido Demócrata Americano. Eso sí en la distopía son buenísimos, los tíos.
Por otro lado, hay que insistir la ambivalencia de la serie mantiene respecto de la democracia misma. El 3 de noviembre de 1944 gana Roosevelt las elecciones, devolviendo el equilibrio a la Fuerza, el negro periodo de er fahcihmo parece superado. Los minutos finales están rodados como una elegía a la soberanía popular. La cámara flota como a través de una luz dominical por las colas a las puertas de los colegios electorales, la sonrisa de los votantes congregados va a corregir el rumbo maligno que había tomado el país, la fotografía se acaramela por fin, después de capítulos tenebrosos. Pero de repente esto se quiebra cuando vemos cómo la noche de las elecciones se queman papeletas (parece aquí más que una distopía una profecía de lo de Biden). Antes de esto se insinúa que el avión de Lindbergh ha sido derribado previamente por una conspiración de demócratas. Que el hijo de Linbergh había sido secuestrado por Hitler y no se qué historias más. La serie aquí es una vez más cobardona y pichafloja: apunta pero no termina de disparar. Vemos asimismo que sobrino y tío se pelean por las heridas que han quedado abiertas en el país. Nos queda a todos claro que restaurar la convivencia, cicatrizar las heridas, no será fácil. En un país podrido por “er fahcihmo” no parece que la paz vaya a volver a su cauce por sí mismo, a pesar de la bucólica escena del día de las elecciones que gana Roosevelt.
Por otra parte se pone a Lindbergh prácticamente desde el principio como un muñeco que repite siempre la misma frase, un tontaina popular que engatusa al pueblo, volviéndolo mágicamente facha. ¿Dónde queda el inquebrantable principio del criterio individual que sustenta la ideología democrática? para Simon y sus patrocinadores cuando gana un Lindbergh de la vida es por culpa del populismo. Democracia es cuando gana Roosevelt / Obama.
Buena serie, de buena factura, buenos actores y guión, como digo. No he leído la novela de Roth, pero dudo que sea tan de brocha gorda como este panfleto.
6
29 de enero de 2022
29 de enero de 2022
11 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene todos los mimbres para ser una buena miniserie. Cuenta con buenos personajes, al principio, una trama múltiple (la del pueblo minero, los magnates farmacéuticos, la DEA, la Fiscalía...) bastante bien hilvanada, una buena dirección y un puñado de actores en estado de gracia (Michael Keaton, Peter Saargsgard y Michael Stuhlbarg especialmente). Sin embargo la serie fracasa a mi juicio por su excesiva dramatización del yonqui. Diría que de los ocho capítulos la mitad es dramón yonki. Muchos minutos en hacer del yonki, en vez de responsable de sus actos, una víctima. En este caso por supuesto víctimas de ávidas corporaciones farmacéuticas o de problemas psicológicos de los magnates, que acaban con su mesianismo redentor por joder a la pobre gente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Insisto en que se empatiza con el yonki victimizado negando su responsabilidad individual. Los propios adictos a los opiáceos piden que les limiten su acceso a ella, porque ellos son víctimas, son reos de la sustancia, frente a la cual nada pueden hacer (en alguno de los muchos momentos irrisorios llegan a hablar del lóbulo frontal o nosequé para exculpar al yonki de su adicción). Venga ya. Lo de Michael Keaton, que pasa de ser un médico probo e inteligente, incluso reacio a la recetar dosis elevadas, a convertirse en un yonki tambaleante porque se ha roto unas costillas y le han puesto unas pastillas en un vaso, como si le hubiera mordido un zombi, ya es de chiste.
La serie abusa de toda esa iconografía de la droga: la jeringuilla, la sobredosis, el esnifar, los ojos rojos, la ropa sucia y pinta de tener en general muy mal aliento y de oler muy mal. Y sin embargo deja a medias la trama judicial, que los productores debían considerar demasiado exigente para la atención del espectador medio. Es mucho más fácil machacar con el yonki vomitón para empatizar con su drama que atender a complejas razones jurídicas, o a un debate serio sobre qué es la adicción, dónde está el problema.
Basurilla televisiva de perfecta factura.
La serie abusa de toda esa iconografía de la droga: la jeringuilla, la sobredosis, el esnifar, los ojos rojos, la ropa sucia y pinta de tener en general muy mal aliento y de oler muy mal. Y sin embargo deja a medias la trama judicial, que los productores debían considerar demasiado exigente para la atención del espectador medio. Es mucho más fácil machacar con el yonki vomitón para empatizar con su drama que atender a complejas razones jurídicas, o a un debate serio sobre qué es la adicción, dónde está el problema.
Basurilla televisiva de perfecta factura.
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