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6
5 de junio de 2021
5 de junio de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de la película “Aquellos que desean mi muerte” parece irónico, pues no está dirigido a la protagonista Hannah (Angelina Jolie), sino a un pobre niño (Finn Little, muy bien) al que persiguen por paisajes de la supuesta Montana (aunque se rodaron en Nuevo México) dos malos muy malos, sicarios al servicio de quien sea (en este caso de una trama corrupta), después de ser testigo de la muerte de su padre (el verdadero héroe del filme).
La película se deja ver, con buenos actores secundarios, de los que destacaría las interpretaciones de Jon Bernthal (¿se rompió la nariz en el boxeo o jugando al béisbol?) y de Nicholas Hoult (uno de los malos muy malos). La dirección es correcta, aunque donde Taylor Sheridan juega fuerte es haciendo guiones como los de Comanchería y Sicario).
Pero algo no encaja en la película y no es que se rodase en tiempos de pandemia, aunque algo se nota. ¿Lo adivinan? En mi espectadora opinión, es evidente que el papel de bombera ruda, paracaidista aficionada al riesgo, no va con el físico de Angelina (una mujer desgarbada, a la que ya le tuvieron que poner enormes rellenos para encarnar a Lara Croft), aunque sí le cuadra perfectamente el papel de mujer atormentada por la culpa de su pasado. Su actuación es irregular, carente de brillo, y da la sensación en bastantes momentos de que tiene la cabeza en otra cosa, y seguro que es así.
No sabemos dónde se quedó interrumpida tu inocencia oscarizada y aquella belleza radiante, pero mucho nos tememos que alguna de las balas del Sr. Smith te hirió de gravedad y sigues convaleciente (cuidado, mira lo que le pasó a la J. Aniston). Deberías centrarte en tu carrera, Angelina, que te lo has ganado, para que no te olvidemos, porque desde tu divorcio de Brad, tu ex ha conseguido otro Oscar (y esta vez de interpretación, lo que debe doler) y sigue en muy buena forma, como un Aquiles, mientras a ti te vemos por ahí en acciones humanitarias y con muchos hijos, paridos y adoptados, pero sobre todo recorriendo las salas de tribunales y muy despistada en los rodajes, aunque sean tan inflamables como éste.
Nadie desea tu muerte (salvo tú misma en la película); al contrario, deseamos que sigas interpretando como la semidiosa que también eres.
La película se deja ver, con buenos actores secundarios, de los que destacaría las interpretaciones de Jon Bernthal (¿se rompió la nariz en el boxeo o jugando al béisbol?) y de Nicholas Hoult (uno de los malos muy malos). La dirección es correcta, aunque donde Taylor Sheridan juega fuerte es haciendo guiones como los de Comanchería y Sicario).
Pero algo no encaja en la película y no es que se rodase en tiempos de pandemia, aunque algo se nota. ¿Lo adivinan? En mi espectadora opinión, es evidente que el papel de bombera ruda, paracaidista aficionada al riesgo, no va con el físico de Angelina (una mujer desgarbada, a la que ya le tuvieron que poner enormes rellenos para encarnar a Lara Croft), aunque sí le cuadra perfectamente el papel de mujer atormentada por la culpa de su pasado. Su actuación es irregular, carente de brillo, y da la sensación en bastantes momentos de que tiene la cabeza en otra cosa, y seguro que es así.
No sabemos dónde se quedó interrumpida tu inocencia oscarizada y aquella belleza radiante, pero mucho nos tememos que alguna de las balas del Sr. Smith te hirió de gravedad y sigues convaleciente (cuidado, mira lo que le pasó a la J. Aniston). Deberías centrarte en tu carrera, Angelina, que te lo has ganado, para que no te olvidemos, porque desde tu divorcio de Brad, tu ex ha conseguido otro Oscar (y esta vez de interpretación, lo que debe doler) y sigue en muy buena forma, como un Aquiles, mientras a ti te vemos por ahí en acciones humanitarias y con muchos hijos, paridos y adoptados, pero sobre todo recorriendo las salas de tribunales y muy despistada en los rodajes, aunque sean tan inflamables como éste.
Nadie desea tu muerte (salvo tú misma en la película); al contrario, deseamos que sigas interpretando como la semidiosa que también eres.

7,3
17.007
7
12 de febrero de 2024
12 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 10 de marzo de 2024 se repartirán los premios Oscar, tan desprestigiados por la corriente 'woke' que cada vez menos gente les presta atención, como así lo demuestra que el Oscar a mejor película de los últimos tres años cuente con cifras mínimas de espectadores en la historia de estos premios [Nomadland (2021); Coda (2022); y Everything Everywhere All at Once (2023)].
“Los que se quedan” es el título español de la película “The Holdovers”, aunque en inglés parece jugarse con la más empleada palabra de “leftovers” (“las sobras” o “los restos”, en español), pues “holdovers” vendría a reflejar que son restos o remanentes al no quedarles más remedio, retenidos por su propio destino.
Alexander Payne, ya logró cinco nominaciones en 2004 con “Entre copas” (Sideways), incluyendo la mejor película y mejor dirección, aunque solo consiguió el Oscar al mejor guion adaptado. Paul Giamatti tuvo el rol principal en aquella película, pero no obtuvo la nominación por su excelente trabajo que, no obstante, otorgaron a sus compañeros de reparto. Payne lo intenta de nuevo en 2023 con Giamatti en “Los que se quedan”, con sólido guion, alcanzando de nuevo las cinco nominaciones, a mejor película, mejor actor principal, mejor guion original, mejor actriz secundaria (Da'Vine Joy Randolph) y mejor montaje. Payne no ha logrado esta vez la nominación a mejor dirección, como tampoco el excelente trabajo de Dominic Sessa como actor secundario.
La historia se desarrolla en un colegio estadounidense para niños ricos de Nueva Inglaterra (se rodó en el estado de Massachusetts), la Barton Academy, cerca de Boston, donde Paul Hunham (Paul Giamatti) es profesor de Historia Antigua, un hombre honesto y de la vieja escuela, con un ojo vago, que no se deja doblegar por las presiones del director del centro para aprobar al hijo de un senador y, a la vez, importante donante del centro académico. Su personalidad recta e inflexible le depara el odio generalizado de sus alumnos y también de sus compañeros profesores.
Llegan las frías y nevadas Navidades de 1970 y el centro Barton suspende las clases por vacaciones navideñas y fin de año, aunque algunos alumnos no podrán irse porque sus acaudalados padres, o no pueden reunirse con él, o prefieren no hacerlo. Por ello un profesor deberá quedarse de guardia como responsable durante esos días. Si bien esta vez no le correspondía al profesor Hunham, se la juegan y deberá quedarse él, junto con un pequeño grupo de alumnos con sensación de olvidados, aunque muy pronto sólo quedará uno, Angus Tully (Dominic Sessa), un alumno conflictivo a quien su madre le comunica en el último momento que no podrán reunirse, obligándole a quedarse en el colegio durante el periodo navideño.
En Navidad quedarán en Barton solamente la jefa de cocina Mary Lamb (Da'Vine Joy Randolph), de la que sabemos que su hijo de veinte años acaba de morir en Vietnam (estamos en plena guerra); el profesor Paul Hunham y el frustrado e inteligente alumno Angus Tully.
Las imágenes de los nevados alrededores de Barton contrastan con los lúgubres interiores, espartanos dormitorios y limitada cocina del colegio, pues no parecen ser los más acordes para un colegio de niños ricos (se rodó en cinco escuelas de Massachusetts, pero no con gran acierto, al parecer).
Los vivos, simpáticos y malsonantes diálogos iniciales de los estudiantes mientras preparan sus maletas para las vacaciones irán dando paso al cincelado continuo de las personalidades de los tres protagonistas y a la razón de por qué realmente son los que se quedan porque no han podido irse.
El guion va perfilando los personajes y lo que tienen en común. Los tres están marcados por sucesos de su pasado, arrastran una pesada carga y nada parece poder redimirles y superar el rencor, la injusticia o el azar, que la vida les ha deparado.
El momento crucial se presenta y los tres personajes se apoyarán mutuamente en la medida de sus capacidades. Paul no puede traicionar su integridad y en un acto de honestidad, como buen profesor, se sacrificará en favor de su alumno y de un merecido destino. Mary parece haber encontrado en la familia de su hermana un resquicio de esperanza. Paul seguirá su camino, de la única forma que un hombre como él puede hacerlo.
El film está rodado con pulcritud, con muy buena ambientación de exteriores y de época en esos fríos días de 1970-1971, aunque las imágenes en interiores son francamente mejorables. Las actuaciones son todas magníficas (qué envidia de actores cuando se compara…): Paul Giamatti (cuyos ojos están perfectamente en la realidad) puede tener posibilidades para el Oscar a mejor actor y la secundaria Randolph también. Quien también borda su papel es Dominic Sessa, quizá algo talludo para encarnar a un adolescente preuniversitario, aunque muy creíble. El guion de David Hemingson, aun siendo bastante bueno, deja flecos sin cerrar de la personalidad de Paul, como las razones de su aparente o forzada misoginia o sobre su verdadera capacidad intelectual. La sombra de la guerra de Vietnam planea quizá en exceso a través de Mary, como resulta también algo forzada la excesiva afición por el bourbon de los dos protagonistas adultos, o el innecesario ojo vago para dar a Paul un aire menos atrayente (y que en algunas escenas se exagera hasta la ridiculez).
“Los que se quedan” es el título español de la película “The Holdovers”, aunque en inglés parece jugarse con la más empleada palabra de “leftovers” (“las sobras” o “los restos”, en español), pues “holdovers” vendría a reflejar que son restos o remanentes al no quedarles más remedio, retenidos por su propio destino.
Alexander Payne, ya logró cinco nominaciones en 2004 con “Entre copas” (Sideways), incluyendo la mejor película y mejor dirección, aunque solo consiguió el Oscar al mejor guion adaptado. Paul Giamatti tuvo el rol principal en aquella película, pero no obtuvo la nominación por su excelente trabajo que, no obstante, otorgaron a sus compañeros de reparto. Payne lo intenta de nuevo en 2023 con Giamatti en “Los que se quedan”, con sólido guion, alcanzando de nuevo las cinco nominaciones, a mejor película, mejor actor principal, mejor guion original, mejor actriz secundaria (Da'Vine Joy Randolph) y mejor montaje. Payne no ha logrado esta vez la nominación a mejor dirección, como tampoco el excelente trabajo de Dominic Sessa como actor secundario.
La historia se desarrolla en un colegio estadounidense para niños ricos de Nueva Inglaterra (se rodó en el estado de Massachusetts), la Barton Academy, cerca de Boston, donde Paul Hunham (Paul Giamatti) es profesor de Historia Antigua, un hombre honesto y de la vieja escuela, con un ojo vago, que no se deja doblegar por las presiones del director del centro para aprobar al hijo de un senador y, a la vez, importante donante del centro académico. Su personalidad recta e inflexible le depara el odio generalizado de sus alumnos y también de sus compañeros profesores.
Llegan las frías y nevadas Navidades de 1970 y el centro Barton suspende las clases por vacaciones navideñas y fin de año, aunque algunos alumnos no podrán irse porque sus acaudalados padres, o no pueden reunirse con él, o prefieren no hacerlo. Por ello un profesor deberá quedarse de guardia como responsable durante esos días. Si bien esta vez no le correspondía al profesor Hunham, se la juegan y deberá quedarse él, junto con un pequeño grupo de alumnos con sensación de olvidados, aunque muy pronto sólo quedará uno, Angus Tully (Dominic Sessa), un alumno conflictivo a quien su madre le comunica en el último momento que no podrán reunirse, obligándole a quedarse en el colegio durante el periodo navideño.
En Navidad quedarán en Barton solamente la jefa de cocina Mary Lamb (Da'Vine Joy Randolph), de la que sabemos que su hijo de veinte años acaba de morir en Vietnam (estamos en plena guerra); el profesor Paul Hunham y el frustrado e inteligente alumno Angus Tully.
Las imágenes de los nevados alrededores de Barton contrastan con los lúgubres interiores, espartanos dormitorios y limitada cocina del colegio, pues no parecen ser los más acordes para un colegio de niños ricos (se rodó en cinco escuelas de Massachusetts, pero no con gran acierto, al parecer).
Los vivos, simpáticos y malsonantes diálogos iniciales de los estudiantes mientras preparan sus maletas para las vacaciones irán dando paso al cincelado continuo de las personalidades de los tres protagonistas y a la razón de por qué realmente son los que se quedan porque no han podido irse.
El guion va perfilando los personajes y lo que tienen en común. Los tres están marcados por sucesos de su pasado, arrastran una pesada carga y nada parece poder redimirles y superar el rencor, la injusticia o el azar, que la vida les ha deparado.
El momento crucial se presenta y los tres personajes se apoyarán mutuamente en la medida de sus capacidades. Paul no puede traicionar su integridad y en un acto de honestidad, como buen profesor, se sacrificará en favor de su alumno y de un merecido destino. Mary parece haber encontrado en la familia de su hermana un resquicio de esperanza. Paul seguirá su camino, de la única forma que un hombre como él puede hacerlo.
El film está rodado con pulcritud, con muy buena ambientación de exteriores y de época en esos fríos días de 1970-1971, aunque las imágenes en interiores son francamente mejorables. Las actuaciones son todas magníficas (qué envidia de actores cuando se compara…): Paul Giamatti (cuyos ojos están perfectamente en la realidad) puede tener posibilidades para el Oscar a mejor actor y la secundaria Randolph también. Quien también borda su papel es Dominic Sessa, quizá algo talludo para encarnar a un adolescente preuniversitario, aunque muy creíble. El guion de David Hemingson, aun siendo bastante bueno, deja flecos sin cerrar de la personalidad de Paul, como las razones de su aparente o forzada misoginia o sobre su verdadera capacidad intelectual. La sombra de la guerra de Vietnam planea quizá en exceso a través de Mary, como resulta también algo forzada la excesiva afición por el bourbon de los dos protagonistas adultos, o el innecesario ojo vago para dar a Paul un aire menos atrayente (y que en algunas escenas se exagera hasta la ridiculez).

5,6
11.022
7
9 de agosto de 2022
9 de agosto de 2022
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas traducciones al español de títulos originales ingleses han mejorado nuestra comprensión sobre el tema abordado como, por ejemplo, “Con la muerte en los talones” (mucho mejor que ‘North by Northwest’). Pero traducir ‘The Gray Man’ por “El agente invisible’, ni da pistas, ni expresa la metáfora encerrada detrás de ser “un hombre gris”, en la sombra, que debió haber sido el título en español y que explica las esculturas plateadas en la larga entrada de la película. Además, puede confundirse con “El hombre invisible”, de 2020, protagonizada por Elisabeth Moss.
Netflix no gana para sustos. Aquí echó la casa por la ventana, con un presupuesto de 200 millones de dólares (no excesivo para una superproducción) y un rodaje en cinco meses que terminó en julio de 2021. En el segundo semestre de 2021, Netflix anunció que había perdido casi un millón de abonados en su plataforma. Aunque la película se estrenó en julio de 2022, no ha servido para relanzar a Netflix, a quien le va creciendo la competencia, lo que no es malo en absoluto.
Las causas de la falta de éxito de la película no están claras, pero podemos apuntar a posibles razones (más allá de las expuestas por otros colegas en filmaffinity, a veces quizá exageradamente negativas). Con un plantel de actores de gran talla, como Ryan Gosling (Court Gentry, el agente invisible Seis), Ana de Armas (Dani Miranda), Chris Evans (Lloyd Hansen, el malo) o Billy Bob Thornton (Donald Fitzroy), resulta extraña la tibia acogida, aunque no se planteó como película para salas de cine, sino esencialmente para plataformas de internet.
El guion es algo flojo (sobran guionistas), pues en cierta medida es un refrito de escenas y conceptos que nos recuerdan u ‘homenajean’ otras de Jason Bourne (el cuestionamiento del objetivo), o de James Bond 007 (también con elegancia y flema, pero sin carácter dramático). Ana de Armas es explotada recordando aquellas escenas de 007 ‘Sin tiempo para morir’, aunque está desaprovechada, sobre todo porque un poco de atracción mutua entre Seis y Miranda no habría venido mal, incluso añadiendo algo de erotismo fugaz.
El agente invisible es un asesino a sueldo con encargos de la CIA para trabajos extraoficiales, un ‘hombre gris’ sin conexión contractual con la organización para realizar trabajos sucios, matar a los malos rápido y sin preguntar, reclutado de entre asesinos convictos con adecuado perfil.
La trama básica se reduce a que a Seis no le encargan un habitual trabajo de asesino, sino el de niñera-protector de la sobrina de su reclutador-jefe y contacto de la CIA (Donald Fitzroy), pues él estará en una misión y se ha filtrado la existencia de su sobrina Claire (Julia Butters), una niña adolescente a quien Fitzroy acogió tras la muerte de sus padres y que sufre una dolencia de corazón que le obliga a llevar un marcapasos. La filtración del apadrinamiento de la sobrina hace vulnerable a Fitzroy, convirtiendo a Claire en un objetivo que requiere máxima protección. En casa de Fitzroy, Seis intenta ceñirse a su trabajo de seguridad mientras Claire le hace preguntas, “Seis es un nombre raro, ¿por qué te llamas así?”. Seis responde con ironía “007 ya estaba cogido”.
La clave de la película está en la protección de Claire, quien observa un tatuaje carcelario en el antebrazo de Seis. Éste responde, sin nombrarlo, refiriendo el mito de Sísifo, (condenado eternamente por Zeus a subir una roca hasta la cima de la montaña, para caer rodando de nuevo y tener que volver a subirla -en El Prado está representado en el famoso cuadro de Tiziano de 1548-. Sísifo había desvelado el rapto de la ninfa Egina por Zeus). “¿Y llegó a subir la roca a la cima?”, pregunta la niña. Seis responde: “Ya te contaré”.
En el trabajo de actores, hay que destacar a los secundarios, a todos, incluidos Regé-Jean Page (como jefe en la CIA), la niña Julia Butters, Alfre Woodard (Maurice Cahill) o el actor tamil Danush. En los roles principales, Chris Evans roba el carisma a los demás, su personaje es muy atrayente y se nota que lo disfruta. Gosling no está aquí en La-la-land, sino en una rueda de ciudades que marea bastante y donde la impasibilidad del personaje se confunde a veces con inexpresividad, no con contención.
Hay que destacar del film su acción, con espeluznantes escenas en Praga, así como en el avión de carga con salto en pleno vuelo, marcas de los hermanos Russo. Quizá haya un exceso de explosiones y situaciones mejoradas por el CGI que desbordan cualquier realidad imaginaria. Pero están bien, con nivel. En las acciones tranquilas, Gosling bien, Ana de Armas muy bien y Evans un malo extraordinario. La película es buena, sin alcanzar los trabajos de Bourne o de Bond, pero muy digna en ese campo, por ello no se explica muy bien su aparente fracaso.
El proyecto se planteó como una franquicia. Seis-Sísifo lleva finalmente la roca a la cima de la montaña, ahora queda por saber si Netflix la dejará rodar de nuevo montaña abajo para la secuela.
Netflix no gana para sustos. Aquí echó la casa por la ventana, con un presupuesto de 200 millones de dólares (no excesivo para una superproducción) y un rodaje en cinco meses que terminó en julio de 2021. En el segundo semestre de 2021, Netflix anunció que había perdido casi un millón de abonados en su plataforma. Aunque la película se estrenó en julio de 2022, no ha servido para relanzar a Netflix, a quien le va creciendo la competencia, lo que no es malo en absoluto.
Las causas de la falta de éxito de la película no están claras, pero podemos apuntar a posibles razones (más allá de las expuestas por otros colegas en filmaffinity, a veces quizá exageradamente negativas). Con un plantel de actores de gran talla, como Ryan Gosling (Court Gentry, el agente invisible Seis), Ana de Armas (Dani Miranda), Chris Evans (Lloyd Hansen, el malo) o Billy Bob Thornton (Donald Fitzroy), resulta extraña la tibia acogida, aunque no se planteó como película para salas de cine, sino esencialmente para plataformas de internet.
El guion es algo flojo (sobran guionistas), pues en cierta medida es un refrito de escenas y conceptos que nos recuerdan u ‘homenajean’ otras de Jason Bourne (el cuestionamiento del objetivo), o de James Bond 007 (también con elegancia y flema, pero sin carácter dramático). Ana de Armas es explotada recordando aquellas escenas de 007 ‘Sin tiempo para morir’, aunque está desaprovechada, sobre todo porque un poco de atracción mutua entre Seis y Miranda no habría venido mal, incluso añadiendo algo de erotismo fugaz.
El agente invisible es un asesino a sueldo con encargos de la CIA para trabajos extraoficiales, un ‘hombre gris’ sin conexión contractual con la organización para realizar trabajos sucios, matar a los malos rápido y sin preguntar, reclutado de entre asesinos convictos con adecuado perfil.
La trama básica se reduce a que a Seis no le encargan un habitual trabajo de asesino, sino el de niñera-protector de la sobrina de su reclutador-jefe y contacto de la CIA (Donald Fitzroy), pues él estará en una misión y se ha filtrado la existencia de su sobrina Claire (Julia Butters), una niña adolescente a quien Fitzroy acogió tras la muerte de sus padres y que sufre una dolencia de corazón que le obliga a llevar un marcapasos. La filtración del apadrinamiento de la sobrina hace vulnerable a Fitzroy, convirtiendo a Claire en un objetivo que requiere máxima protección. En casa de Fitzroy, Seis intenta ceñirse a su trabajo de seguridad mientras Claire le hace preguntas, “Seis es un nombre raro, ¿por qué te llamas así?”. Seis responde con ironía “007 ya estaba cogido”.
La clave de la película está en la protección de Claire, quien observa un tatuaje carcelario en el antebrazo de Seis. Éste responde, sin nombrarlo, refiriendo el mito de Sísifo, (condenado eternamente por Zeus a subir una roca hasta la cima de la montaña, para caer rodando de nuevo y tener que volver a subirla -en El Prado está representado en el famoso cuadro de Tiziano de 1548-. Sísifo había desvelado el rapto de la ninfa Egina por Zeus). “¿Y llegó a subir la roca a la cima?”, pregunta la niña. Seis responde: “Ya te contaré”.
En el trabajo de actores, hay que destacar a los secundarios, a todos, incluidos Regé-Jean Page (como jefe en la CIA), la niña Julia Butters, Alfre Woodard (Maurice Cahill) o el actor tamil Danush. En los roles principales, Chris Evans roba el carisma a los demás, su personaje es muy atrayente y se nota que lo disfruta. Gosling no está aquí en La-la-land, sino en una rueda de ciudades que marea bastante y donde la impasibilidad del personaje se confunde a veces con inexpresividad, no con contención.
Hay que destacar del film su acción, con espeluznantes escenas en Praga, así como en el avión de carga con salto en pleno vuelo, marcas de los hermanos Russo. Quizá haya un exceso de explosiones y situaciones mejoradas por el CGI que desbordan cualquier realidad imaginaria. Pero están bien, con nivel. En las acciones tranquilas, Gosling bien, Ana de Armas muy bien y Evans un malo extraordinario. La película es buena, sin alcanzar los trabajos de Bourne o de Bond, pero muy digna en ese campo, por ello no se explica muy bien su aparente fracaso.
El proyecto se planteó como una franquicia. Seis-Sísifo lleva finalmente la roca a la cima de la montaña, ahora queda por saber si Netflix la dejará rodar de nuevo montaña abajo para la secuela.
17 de abril de 2022
17 de abril de 2022
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay animales fantásticos, directores fantásticos y directores mediocres y malos (a David Yates yo lo metería en el último grupo). La tercera entrega del libro de J. K. Rowling de 2001 ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ llega con el título ‘Los secretos de Dumbledore’ y es como las dos anteriores, floja, ni buena ni mala, sino todo lo contrario, con buenos momentos y mal desarrollo, sin ritmo.
Es difícil explicar cómo una superproducción de la Warner Bros. como ésta, contando nada menos que con su creadora J.K. de guionista y acompañada de nuevo del habitual Steve Kloves, con medios para efectos especiales CGI realmente fantásticos, un compositor de música como James Newton Howard, y actores de primera línea, puede quedarse en un producto tan mediocre. La razón, en mi opinión, no es otra que la del director, Yates, que no sabe cómo componer estas historias y las hace vulgares, lentas, tristes, sosas y mágicamente aburridas.
Estaba previsto tener de nuevo a Johnny Depp en el papel del mago oscuro Gellert Grindelwald, pero las vicisitudes de su divorcio con Amber Heard (actualmente en juicio), acabaron con su renuncia “oficial” de esta tercera entrega. El rodaje comenzó en septiembre de 2020, en medio de la pandemia, y con el danés Mads Mikkelsen interpretando a Grindelwald, dándole un tono más suave, menos dramático, pero con una interpretación de contención muy buena. No obstante, Depp es Depp.
Jude Law como el profesor Dumbledore resulta insípido, bastante inexpresivo, y Eddie Redmayne como el magizoólogo Newt Scamander, vuelve a estar muy bien, en esa reinterpretación blanda de un tímido, aunque capaz de todo. El tronco del guion es bueno, complejo, aunque algunos diálogos puestos en la boca del ‘muggle’ pastelero (Dan Fogler) suenan bastante estúpidos. En esta entrega solo hay un cameo final de Katherine Waterston (el amor de Scamander), muy delgada y desmejorada. Jessica Williams entra como profesora defensora y lo borda.
La película hace un símil entre el ascenso del nazismo de principios de los treinta del siglo pasado y las elecciones a presidente/presidenta del mundo mágico. Pero no vayan a creer que esto solo se resuelve entre Londres y Berlín, qué va, se decide… en Bután. Hay también bellas panorámicas de paisajes rodados en China.
J. K. Rowling es una excelente escritora, no solo por sus novelas de Harry Potter y el mundo mágico, sino que ahí están otras bajo el seudónimo de Robert Galbraith. Puede que ser productora y guionista le haga perder cierta perspectiva, pero con otro director presumo que toda la serie, incluida esta película, habría sido muy mejorable. El guion reintroduce a un Bambi mítico con poderes de democracia inteligente, aquélla que ve más allá del pueblo mismo lo que será mejor para el pueblo, algo así como una autocracia mágicamente buena, una contradicción en sí misma. Lo mejor, el homenaje a John McTiernan y el “El secreto de Thomas Crown”, inspirándose en aquella magnífica escena de múltiples personajes con bombín ‘Magritte’ portando maletines y recorriendo el ‘Met’ mientras suena ‘Sinnerman’ de Nina Simone (magnífica).
Aunque lo peor del guion es comprobar cómo J. K. Rowling y el equipo WB han sucumbido a la presión de los tiempos “woke” pues, adivinen cuál es la orientación sexual de los principales protagonistas (Dumbledore y Grindelwald), cuyo amor se retrotrae y explicita al principio de la película. Rowling y WB de esta forma ceden al chantaje de la comunidad LGTB quizá por las declaraciones de J.K. sobre el transgénero. Qué tristes tiempos estos donde las minorías delinean nuestra moral irreal y donde los autócratas siguen dictando igualmente el devenir de nuestro futuro en base a nuestro conformismo.
Es difícil explicar cómo una superproducción de la Warner Bros. como ésta, contando nada menos que con su creadora J.K. de guionista y acompañada de nuevo del habitual Steve Kloves, con medios para efectos especiales CGI realmente fantásticos, un compositor de música como James Newton Howard, y actores de primera línea, puede quedarse en un producto tan mediocre. La razón, en mi opinión, no es otra que la del director, Yates, que no sabe cómo componer estas historias y las hace vulgares, lentas, tristes, sosas y mágicamente aburridas.
Estaba previsto tener de nuevo a Johnny Depp en el papel del mago oscuro Gellert Grindelwald, pero las vicisitudes de su divorcio con Amber Heard (actualmente en juicio), acabaron con su renuncia “oficial” de esta tercera entrega. El rodaje comenzó en septiembre de 2020, en medio de la pandemia, y con el danés Mads Mikkelsen interpretando a Grindelwald, dándole un tono más suave, menos dramático, pero con una interpretación de contención muy buena. No obstante, Depp es Depp.
Jude Law como el profesor Dumbledore resulta insípido, bastante inexpresivo, y Eddie Redmayne como el magizoólogo Newt Scamander, vuelve a estar muy bien, en esa reinterpretación blanda de un tímido, aunque capaz de todo. El tronco del guion es bueno, complejo, aunque algunos diálogos puestos en la boca del ‘muggle’ pastelero (Dan Fogler) suenan bastante estúpidos. En esta entrega solo hay un cameo final de Katherine Waterston (el amor de Scamander), muy delgada y desmejorada. Jessica Williams entra como profesora defensora y lo borda.
La película hace un símil entre el ascenso del nazismo de principios de los treinta del siglo pasado y las elecciones a presidente/presidenta del mundo mágico. Pero no vayan a creer que esto solo se resuelve entre Londres y Berlín, qué va, se decide… en Bután. Hay también bellas panorámicas de paisajes rodados en China.
J. K. Rowling es una excelente escritora, no solo por sus novelas de Harry Potter y el mundo mágico, sino que ahí están otras bajo el seudónimo de Robert Galbraith. Puede que ser productora y guionista le haga perder cierta perspectiva, pero con otro director presumo que toda la serie, incluida esta película, habría sido muy mejorable. El guion reintroduce a un Bambi mítico con poderes de democracia inteligente, aquélla que ve más allá del pueblo mismo lo que será mejor para el pueblo, algo así como una autocracia mágicamente buena, una contradicción en sí misma. Lo mejor, el homenaje a John McTiernan y el “El secreto de Thomas Crown”, inspirándose en aquella magnífica escena de múltiples personajes con bombín ‘Magritte’ portando maletines y recorriendo el ‘Met’ mientras suena ‘Sinnerman’ de Nina Simone (magnífica).
Aunque lo peor del guion es comprobar cómo J. K. Rowling y el equipo WB han sucumbido a la presión de los tiempos “woke” pues, adivinen cuál es la orientación sexual de los principales protagonistas (Dumbledore y Grindelwald), cuyo amor se retrotrae y explicita al principio de la película. Rowling y WB de esta forma ceden al chantaje de la comunidad LGTB quizá por las declaraciones de J.K. sobre el transgénero. Qué tristes tiempos estos donde las minorías delinean nuestra moral irreal y donde los autócratas siguen dictando igualmente el devenir de nuestro futuro en base a nuestro conformismo.
8
26 de octubre de 2022
26 de octubre de 2022
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un enigma por qué esta serie se titula “Un Asunto privado” en lugar de “El asesino de la flor de lis”, aunque quizá algún día nos enteremos (no quiero pensar en el rechazo por su relación con las heráldicas francesas o con la también simbología religiosa u otras).
La serie de ocho capítulos, de producción española (Bambú Producciones), es un trabajo decente lejos del esperpento y la mala copia tan habituales en las producciones nacionales. Además, no se aprecian adoctrinamientos progresistas, de memoria histórica u otras referencias guerracivilistas. Lo que sí queda claro y patente, no obstante, es que su leitmotiv es la no inferior (o incluso superior) inteligencia detectivesca femenina, sobre el resto de los personajes masculinos, policías aparentemente menos capacitados (qué se le va a hacer en estos tiempos ‘woke’), y todo ello en aquel contexto de mediados del siglo XX en Galicia, en una sociedad de reminiscencias matriarcales, pero controlada por hombres.
La serie se ambienta en mil novecientos cuarenta y tantos, básicamente en Pontevedra y sus alrededores, captando unos magníficos edificios, exteriores y paisajes que es un verdadero obsequio de esta serie, sin duda una de sus mejores virtudes. Son fantásticas las tomas en la ciudad vieja de Pontevedra, las Islas Cíes, y otras playas y bellos paisajes bien filmados. La cámara se mueve con una enorme soltura y maestría y habla por sí sola. Excelentes son también los interiores, sus muebles y detalles, así como el vestuario y automóviles de época, todo ello resaltado por una fotografía magistral de Daniel Aranyo y Daniel Sosa. Enhorabuena.
La trama es simple, copiada mil veces, una serie de intriga de policías donde la contrapartida está a cargo de los dos protagonistas; por un lado, la hermana del jefe de policía, Marina Quiroga (interpretada por Aura Garrido) y, por otro, el mayordomo de la casa de la familia Quiroga, Héctor, interpretado por el gran Jean Reno (el actor principal aunque sea el mayordomo escondidamente gay). El jefe de policía es el también hermano de Marina, Arturo Quiroga (Pablo Molinero), y otros policías son Pablo Zarco (Gorka Otxoa), Andrés Castaño (Álex García) y Antón Ramírez (Tito Valverde). Marina y Arturo son hijos de quien fuera un reputado comisario de policía y ambos han heredado la vocación de detective, aunque Marina sufre ser mujer en aquellos tiempos.
Se empiezan a producir asesinatos en serie de prostitutas con una flor de lis grabada a cuchillo en el pecho (muy complicado, por cierto) y Marina, joven inquieta (y a quien su padre inculcó los principios de buen detective) tratará de hacer otra investigación paralela por su cuenta con la inestimable ayuda de Héctor, el mayordomo, tratando de demostrar que es capaz de superar al machismo policial. El guion salta a veces a conclusiones sin causa aparente, como si hubiera sido rehén de los exteriores necesarios o del decorado, aunque al final se cierra bien.
El trabajo del estelar Jean Reno como el mayordomo Héctor es muy bueno, aunque sea un papel que no haya interpretado mucho anteriormente. Yo destacaría también el excelente trabajo de Gorka Otxoa, muy creíble siempre y destilando esa vis cómica que le caracteriza y gusta. Ángela Molina, como la madre-florero de los Quiroga sobreactúa bastante. Y el resto de los actores secundarios está francamente bien. Sin embargo, la actuación de la protagonista femenina alrededor de la que gira la serie, Aura Garrido, no me ha gustado, sin saber compaginar el carácter de una mujer joven, ambiciosa e inquieta, con la contención de una actuación sin tantas estridencias como muestra a menudo.
Una buena serie, en definitiva, que nos muestra lo mejor de lo que es capaz nuestro cine/series cuando dispone de buena financiación y una distribución en Amazon Prime, con un excelente elenco técnico y profesional, especialmente el artístico y la fotografía que ha sabido capturar la belleza visual de Galicia.
La serie de ocho capítulos, de producción española (Bambú Producciones), es un trabajo decente lejos del esperpento y la mala copia tan habituales en las producciones nacionales. Además, no se aprecian adoctrinamientos progresistas, de memoria histórica u otras referencias guerracivilistas. Lo que sí queda claro y patente, no obstante, es que su leitmotiv es la no inferior (o incluso superior) inteligencia detectivesca femenina, sobre el resto de los personajes masculinos, policías aparentemente menos capacitados (qué se le va a hacer en estos tiempos ‘woke’), y todo ello en aquel contexto de mediados del siglo XX en Galicia, en una sociedad de reminiscencias matriarcales, pero controlada por hombres.
La serie se ambienta en mil novecientos cuarenta y tantos, básicamente en Pontevedra y sus alrededores, captando unos magníficos edificios, exteriores y paisajes que es un verdadero obsequio de esta serie, sin duda una de sus mejores virtudes. Son fantásticas las tomas en la ciudad vieja de Pontevedra, las Islas Cíes, y otras playas y bellos paisajes bien filmados. La cámara se mueve con una enorme soltura y maestría y habla por sí sola. Excelentes son también los interiores, sus muebles y detalles, así como el vestuario y automóviles de época, todo ello resaltado por una fotografía magistral de Daniel Aranyo y Daniel Sosa. Enhorabuena.
La trama es simple, copiada mil veces, una serie de intriga de policías donde la contrapartida está a cargo de los dos protagonistas; por un lado, la hermana del jefe de policía, Marina Quiroga (interpretada por Aura Garrido) y, por otro, el mayordomo de la casa de la familia Quiroga, Héctor, interpretado por el gran Jean Reno (el actor principal aunque sea el mayordomo escondidamente gay). El jefe de policía es el también hermano de Marina, Arturo Quiroga (Pablo Molinero), y otros policías son Pablo Zarco (Gorka Otxoa), Andrés Castaño (Álex García) y Antón Ramírez (Tito Valverde). Marina y Arturo son hijos de quien fuera un reputado comisario de policía y ambos han heredado la vocación de detective, aunque Marina sufre ser mujer en aquellos tiempos.
Se empiezan a producir asesinatos en serie de prostitutas con una flor de lis grabada a cuchillo en el pecho (muy complicado, por cierto) y Marina, joven inquieta (y a quien su padre inculcó los principios de buen detective) tratará de hacer otra investigación paralela por su cuenta con la inestimable ayuda de Héctor, el mayordomo, tratando de demostrar que es capaz de superar al machismo policial. El guion salta a veces a conclusiones sin causa aparente, como si hubiera sido rehén de los exteriores necesarios o del decorado, aunque al final se cierra bien.
El trabajo del estelar Jean Reno como el mayordomo Héctor es muy bueno, aunque sea un papel que no haya interpretado mucho anteriormente. Yo destacaría también el excelente trabajo de Gorka Otxoa, muy creíble siempre y destilando esa vis cómica que le caracteriza y gusta. Ángela Molina, como la madre-florero de los Quiroga sobreactúa bastante. Y el resto de los actores secundarios está francamente bien. Sin embargo, la actuación de la protagonista femenina alrededor de la que gira la serie, Aura Garrido, no me ha gustado, sin saber compaginar el carácter de una mujer joven, ambiciosa e inquieta, con la contención de una actuación sin tantas estridencias como muestra a menudo.
Una buena serie, en definitiva, que nos muestra lo mejor de lo que es capaz nuestro cine/series cuando dispone de buena financiación y una distribución en Amazon Prime, con un excelente elenco técnico y profesional, especialmente el artístico y la fotografía que ha sabido capturar la belleza visual de Galicia.
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