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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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17 de enero de 2022
39 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estirar el chicle cuando ya está muy masticado es una historia de final archisabido, pues carece de todo gusto y se rompe con facilidad, por pura fatiga. De igual manera resulta esta insípida y última entrega de la saga ‘Cazafantasmas: Más allá’, rehén en exceso de la nostalgia. Uno a veces se pregunta en qué piensan los guionistas de Hollywood, si es que están secos de ideas u obligados a repetirse sobre idénticos clichés hasta el extremo de parecer escenas ‘déjà vu’.

Me costó mucho aguantar hasta el final de la película, mala de solemnidad, sosa, aunque técnicamente muy buena, como sus trabajos de fotografía, efectos especiales, cámara, ambientación, etc. Pero con un auténtico horror de guion (estúpido sería quizá la calificación pertinente).

Que haya que anclar estas secuelas a las anteriores es lógico y necesario, pero que una niña de poco más de doce años esté familiarizada con la física y la ingeniería como si fuera un doctorado de la UPM o del MIT, resulta poco creíble, por muchos genes de Egon Spengler (un cazafantasmas original, de quien es nieta) que lleve. Como que un pequeño pueblo de Oklahoma (libre de explotaciones de esquisto) sufra continuos temblores sísmicos y su población lo asuma como si nada, es, simplemente, increíble. Pero que unos chicos destrocen casi medio pueblo (no digo más) y la policía poco más que les da una reprimenda, es insultar nuestra inteligencia, el sentido común y la ferocidad de las leyes americanas. ¿Un Callidac que funciona perfectamente después de casi treinta años parado, con batería, lleno de gasolina y unos amortiguadores de fábula? Por favor…

Habíamos visto a Carrie Coon (Callie en la película, hija de Egon Spengler) en un excelente papel de esos ‘hollywoodenses’ que tanto gustan ahora en la (mala) película canadiense “The Nest”, aunque aquí, como madre soltera, se la ve algo cansada, casi tan apática como se muestra Paul Rudd (elegido hombre más sexy de 2021 por la revista People), instalado en sus tics de tipo majo, encarnando a un profesor de escuela de verano muy jeta y, por supuesto, sismólogo (fracasado) de profesión. Actuaciones, en mi opinión, muy mediocres, lejos de aquéllas de Sigourney Weaver y de los originales Cazafantasmas (Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis, y Ernie Hudson).

Los hijos de Callie, los niños Phoebe (Mckenna Grace, muy buen trabajo) y Trevor (Finn Wolfhard) son aquí los auténticos actores y actrices principales, y dan a esta continuación de historia un verdadero halo de fantasmada más allá de lo increíble (por supuesto) y de lo imaginable para una mente incluso muy fantasiosa que crea en leyendas de los sumerios. Hollywood es capaz de lo mejor (a veces) y de lo peor (como en este caso).

El verdadero homenaje en la película es para el actor Harold Ramis (personaje del Dr. Egon Spengler -padre de Callie y abuelo de Phoebe y Trevor), actor que murió realmente en 2014. Pero ¿qué significa en el epílogo los cameos de Sigourney Weaver y Bill Murray? (éste, tan indolente como siempre hasta el aburrimiento). Necesitamos cazafantasmas, por supuesto, porque en la vida real hay una auténtica plaga de seres que deberían ser metidos en una trampa y dejados ahí sine die, aunque la película dirigida por Jason Reitman (hijo de Ivan Reitman, el director de la película original), es totalmente prescindible o, si cedieras a la tentación de verla por añoranza, comprobarás que es inmediatamente evanescente.
8 de septiembre de 2019
35 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película no cuaja, el guión está plagado de fallos y es resuelto al final a base de casualidades, mientras el desarrollo de la trama central no se sostiene sin menospreciar al sentido común de los espectadores. Encuentro que el lenguaje cinematográfico es pobre, con hechos que no quedan bien definidos, oscuros, a los que hay que echar a veces mucha imaginación para darles sentido. La película se sostiene a duras penas por la tensión de una violencia soterrada que se libera al final, con un desenlace previsible. Lo mejor de la película es, sin duda, la interpretación del actor Enric Auquer, realmente buena. Por otro lado, no parece una de las grandes interpretaciones de Luis Tosar, a quien a mi me suele costar diferenciar al personaje del propio actor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película no me gustó, el guión está plagado de fallos y es resuelto al final a base de casualidades, mientras el desarrollo de la trama central no se sostiene pues es incomprensible que en una residencia de ancianos, con un plantel de médicos, se pasen por alto durante meses determinadas evidencias, pues eso es menospreciar al sentido común y a la práctica habitual. El lenguaje cinematográfico es pobre, con hechos que no quedan bien definidos, como lo que ocurre con la entrega de la droga y el papel de los gallegos en medio de los otros dos bandos; la forma en la que desaparece el médico del narco, que no se deduce de lo visto y causa extrañeza (hay que deducirlo); o el notario que dice conocer al protagonista cuando solo se había cruzado sin mirarlo, etc. La película se sostiene por la tensión de una violencia soterrada que solo se libera al final, quizá en exceso. Lo mejor de la película, sin duda, es la interpretación del hijo pequeño del narco por el actor Enric Auquer, realmente buena. Por otro lado, no parece una de las grandes interpretaciones de Luis Tosar, a quien una fisonomía casi repetida en la mayoría de sus películas (siempre con espesa barba y cejas) puede hacer difícil diferenciar al personaje del propio actor.
5 de noviembre de 2021
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacer un comentario sobre el nuevo trabajo de Ridley Scott, director de películas como 'Blade Runner', 'Alien - el octavo pasajero', 'Thelma y Louise', o 'Gladiator', entre otras muchas muy buenas (sin olvidar 'Red de mentiras' o 'Prometheus'), tiene el riesgo de parecer un cretino si no es alabado, aunque me atreveré a hacer algunas críticas menores, o quizá no tanto.

'El último duelo' narra la sucesión de hechos hasta uno de los últimos duelos judiciales a muerte celebrados en Francia (en 1386), en los que se dirimía la acusación dando la razón al vencedor (hubo otros duelos de este tipo después, además de los frecuentes duelos de honor, pero el último duelo jurídico data realmente de 1547). Si bien no debemos revelar el argumento, la novela “The Last Duel: A True Story of Trial de Combat in Medieval France” de Eric Jager, en el que se basa el guion, está resumida en la Wikipedia por lo que, quienes odien saber anticipadamente el final del filme, no lo buscarán en Internet. Matt Damon (uno de los actores protagonistas), Ben Affleck (también actor secundario) y Nicole Holofcener han adaptado el libro de Jager, aunque al oscarizado dúo de guionistas del 'Indomable Will Hunting' puede que esta vez no le den el Oscar.

La película relata cómo llegaron a batirse en duelo a muerte en un frío diciembre de 1386 los antes amigos normandos, caballero Jean de Carrouges (Damon) y escudero Jacques Le Gris (Adam Driver, un trabajo estupendo). Los hechos transcurren en la Francia de la segunda mitad del siglo XIV y cuentan la historia real de la esposa de Jean de Carrouges, Marguerite (que encarna la inglesa Jodie Comer, un trabajo excepcional), quien acusa a Jacques Le Gris de haberla violado mientras su marido Jean batallaba en Escocia, encontrándose Marguerite sola en su castillo. A la progresivamente deteriorada relación entre de Carrouges y Le Gris se añade la acusación de violación, por lo que de Carrouges provocará que sea el mismo rey de Francia, Carlos VI (se sabe que estaba bastante loco, lo que facilitará entender la actuación de Alex Lawther), quien autoriza el duelo judicial a muerte entre ambos.

El trabajo de los actores es muy bueno, de todos, donde yo destacaría a Adam Driver y a Damon, aunque por encima de ellos, sin duda, está la excelente, perfecta, Jodie Comer (a quien también podemos ver en Free Guy). Sin olvidar a Ben Affleck (delgado y rubio), quien esta vez está bastante bien.

La película se estructura en tres partes esenciales narrando la misma historia, recreada desde la perspectiva de cada uno de los tres protagonistas esenciales, Jean, Jacques y Marguerite. Es éste un punto relevante del enfoque porque, si bien es interesante el planteamiento, resulta redundante y, de hecho, algunas escenas son un auténtico “déjà vu”, al repetirse dos y hasta tres veces. Gana la definición de los personajes, su visión particular de los mismos hechos, pero pierde la película en su conjunto pues, aunque se muestran ciertas diferencias entre las tres versiones, no parece justificada tanta reiteración.

Resulta importante resaltar cómo se muestra la Edad Media, con un vestuario y entornos muy creíbles, acciones bien rodadas, quizá esto sea de lo mejor de la película, cámaras digitales recogiendo desde el siglo XXI la interpretación de cómo debió ser aquel periodo de suciedad, enfermedades, crueldad, continuas luchas guerreras, pocos ricos señores y muchos pobres (todos los demás). Aquí se echa en falta en alguna escena a más extras, pues es poco creíble una caballería e infantería tan escasas.

Ridley Scott, o más bien sus guionistas, se han debido dejar arrastrar por la moda universal del “yo también soy feminista”, y más aún en Hollywood. Pasa lo mismo con las películas de temática antifranquista o de la República en nuestro país (que aburren ya sobremanera), con una reciente víctima en el gran Pedro Almodóvar, despojado de la nominación a mejor película extranjera a pesar de bailarle el agua al gobierno.

El guion y por ende toda la película, mira con unos ojos tramposos lo que ocurrió en la postrimería del siglo XIV. No debe resultar fácil entender la justicia, la injusticia, la sociedad, la influencia de la Iglesia, y el estatus de la mujer en aquel siglo medieval, no tanto porque Marguerite exprese la impotencia ante un agravio como su violación, pues tanto hoy día como entonces sigue siendo inaceptable y punible, sino porque aunque parezca hacerse un esfuerzo por lo contrario se nos da mascado, triturado, con el filtro actual, lo que ocurrió hasta aquel duelo en 1386. Que opine cada uno, pero lo que se juzgaba entonces no era exclusivamente la afrenta a una mujer (en sentido feminista) y a su honra, sino a la casa Carrouges y a todas las personas cuyo honor y dignidad quedaron manchadas por aquel acto. Resulta muy clarificadora la escena final, donde R. Scott parece mostrar, como algo injusto, al principal vencedor (que no es quien creemos), aunque lo que se decidía en aquel duelo no concernía solo a Marguerite, en un mundo donde el rol de las mujeres estaba tasado y la esposa se consideraba una procreadora y ‘propiedad’ de su señor.

Ridley Scott no necesita justificarse como defensor del feminismo en 2021, pues treinta años antes, en 1991, él mismo dirigió 'Thelma y Louise', una de las películas más feministas que se han rodado, con aquel final a lo ‘Dos hombres y un destino’.

Me gustó mucho 'El último duelo', con las salvedades apuntadas, porque soy fan de Ridley Scott. Me impresionó el trabajo de Jodie Comer, Adam Driver y Matt Damon, pero repetir tres veces casi lo mismo es demasiado, aunque haya razones, como es algo tramposo el anacronismo de simplificar la época medieval con las leyes y la sociedad de hoy. Una buena película feminista de Ridley Scott, pero no la mejor.
18 de febrero de 2025
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al alemán Eduard Berger no le conocíamos hasta que los Oscar de 2023 premiaron su película bélica de 2022, “Sin novedad en el frente”, con cuatro estatuillas, siendo una de ellas la de mejor película internacional.

Ahora se nos presenta con un nuevo film cuya trama cardenalicia hace recordar aquella estupenda y exitosa novela de Morris West de 1963 “Las sandalias del pescador”, que llevó a la pantalla Michael Anderson en 1968, con un soberbio Anthony Quinn (interpretando a un cardenal ucraniano que, siendo obispo, había estado condenado a trabajos forzados en una prisión soviética -sí, ucraniano).

El guion de “Cónclave”, adaptado de una novela del británico Robert Harris, parece inspirado en gran medida en la novela de West, pero con un desenlace final muy distinto. Se describe con bastante detalle el proceso del cónclave cardenalicio, pero aquí los cardenales parecen comportarse como capos de mafias regionales, sin pudor sobre su corrupción y sus formas, algo que, aunque pudiera ser cierto en algún caso, difícilmente puede reflejar el comportamiento habitual de los padres de la Iglesia católica. No todo vale, y “Cónclave” acaba siendo una película de intriga negra que se puede perfectamente encasillar como cine policiaco.

Técnicamente está muy bien realizada, con ocho nominaciones a los Oscar de este año (mejor película, actor principal, actriz de reparto, guion adaptado, banda sonora, producción, vestuario y montaje), esto es, una verdadera candidata. Sin embargo, resulta sorprendente este medio plagio de “las sandalias del pescador” consumando un final tan excéntrico y un desarrollo tan puerilmente policiaco que, no solo no ha influido en su peor consideración, sino que ha resultado ser, por el contrario, la razón por sí misma de su relativo éxito.

Ha sido premiada como mejor película en los 78 premios Bafta, aparte de mejor producción británica y mejor edición. Nadie quiere quitarle méritos; por ejemplo, algunas de sus interpretaciones son muy buenas, como la del protagonista Ralph Fiennes (excelente), quien puede pasar de ser Lord Voldemort a Cardenal decano sin solución de continuidad. Lo mismo se puede decir de las interpretaciones de John Lithgow o de Stanley Tucci. Aunque se debería discrepar de la nominación como mejor actriz de reparto a Isabella Rossellini, pues su correcta y brevísima participación no parece merecedora de tanta distinción.

Hay que destacar que todo el guion pero, sobre todo, el giro final ante la elección papal, acaba resultando ridícula, una concesión a la ya en declive filosofía ‘hollywoodiana’ para criticar los principios de la Iglesia católica, en lo que solo puede considerarse un simple exabrupto para captar mayor atención, ahora que hasta Disney ha incorporado la nueva métrica de la “estrategia de talento” reemplazando la anterior categoría de “diversidad e inclusión” como esquema de remuneración ejecutiva.

En resumen, una película que sutilmente reproduce aquélla otra de 1968 (“Las sandalias del pescador”), con personajes de cardenales que más bien parecen jefecillos de alguna mafia de la droga, con interpretaciones excelentes desmerecidas por un final risible que, por cierto, Hollywood solo se atreve a hacer contra una religión, pues a otras ni las toca.
12 de marzo de 2024
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dune: Parte dos” se estrenó entre febrero y marzo de 2024, y no podemos menos que preguntarnos qué habría pasado con los Oscar si hubiera sido estrenada tan solo dos meses antes, en diciembre de 2023.

Denis Villeneuve es un director y productor canadiense quebequés que nos encogió el corazón en ‘Prisioneros’ y demostró su valía con creces en ‘Sicario’, una película tan cruel como realista. Luego se pasó definitivamente a la ciencia ficción con ‘La llegada’ y su primera nominación de Oscar a mejor director (excelente música de Jóhann Jóhannsson -también en ‘Prisioneros’ y ‘Sicario’- y sobresaliente trabajo de Amy Adams). Le siguió ‘Blade Runner 2049’, que aceptó dirigir tras rechazarlo antes Ridley Scott (quien se arrepintió). Y llegó el proyecto Dune de la productora Warner, de las que se acaba de estrenar la segunda parte (¿de tres?).

Basada en la novela “Dune” (1963-65) y sus cinco secuelas (‘Dune’ significa ‘Duna’ en español), de Franklin Patrick Herbert Jr., un escritor americano coetáneo de Philipp K. Dick, ya la filmó David Lynch en 1984 con escaso éxito. Villeneuve retomó la idea a lo grande, y en 2021 pudimos ver su primer ‘Dune’, una cinta sorprendente envuelta en las arenas desérticas de un árido planeta donde nunca llueve, con unos efectos especiales deslumbrantes, muy creíbles (ojalá Christopher Nolan tomase nota), y una música penetrante de Hans Zimmer que le da la fuerza y justa ambientación (quizá Jóhannsson también lo hubiese hecho bien con esa inspiración de György Ligeti).

‘Dune 1’ fue excelente, y ahora ‘Dune 2’ sigue la misma línea, pero con matices importantes. Si la primera era bastante creíble, dentro de lo que es ciencia ficción, en Dune 2 se introducen más elementos, más actores, una trama más compleja donde además de la religión, las profecías, el amor filial, la política, la economía y el poder en un futuro año 10191 en el desértico planeta Arrakis, se añade el amor entre los dos protagonistas, el joven heredero de la casa de los Atreides, Paul (Timothée Chalamet) y la joven Chani de la tribu de los Fremen (Zendaya).

Como en la primera parte, la continuación nos muestra una ambientación soberbia del desierto, donde la madre de Paul, Lady Jessica (Rebecca Ferguson) jugará un papel determinante como sacerdotisa que reemplazará a la Reverenda Madre del líder Fremen Stilgar (Javier Bardem), si es capaz de sobrevivir tras beber el ‘agua de vida’ que permite ver el pasado y entender el futuro.

Si bien los efectos digitales son espectaculares, con enormes naves espaciales que simulan verdaderas ciudades móviles, resulta sorprendente no ver un solo androide o robot en esta saga, más allá de helicópteros con rotores libélula y enormes máquinas extractoras de la codiciada ‘especia’, ese mineral que subyace en la arena desértica de Arrakis y cuya extracción es causa de la codicia, las intrigas y traiciones de poder, frente al deseo de los originales moradores de la tribu Fremen, invadidos por tropas de otros planetas que, aunque no poseen armas sofisticadas, controlan a los enormes gusanos que habitan bajo las arenas de Arrakis y les sirven tanto de armas destructoras como de transporte rápido colectivo (esto último lo deberían mirar, porque resulta altamente ridículo).

Tras el ataque y la supuesta destrucción de la casa Atreides por la casa de los Harkonnen con la toma del control de Arrakis, bajo la aprobación del Emperador Shaddam IV (Christopher Walken), la madre Lady Jessica (embarazada) y su hijo, el príncipe Paul Atreides, sobreviven y son amparados por la tribu Fremen donde con el tiempo van siendo aceptados. Stilgar, líder de los Fremen, cree en la leyenda del libertador y está convencido de que es Paul, quien da muestras de valor y estrategia en las batallas y promete llevarlos a la victoria.

Paul empieza a ser consciente de sus capacidades y de dónde proceden y, aunque enamorado de Chani, tendrá que decidir en el momento crucial cuál es su prioridad frente a la dificultad de hacer compatible el amor con las obligaciones del líder.

Un aspecto de gran relevancia geopolítica (en un universo de planetas habitables) es la gran similitud de los Fremen con una tribu inspirada en la religión musulmana y la forma de vida de los bereberes en el desierto, sus costumbres en el vestir (incluido el uso del velo y hasta del burka) o en ritos religiosos separando a hombres y mujeres, aunque se distancie de ello en la expresividad sensual. Esto lleva a los espectadores a identificar a ‘los buenos’ con la tribu Fremen (incluyendo a Paul con sus promesas de salvación y liderazgo), por un lado, y a ‘los malos’ con las casas invasoras de Atreides, Harkonnen, etc., cuando, en nuestra realidad actual, estos últimos serían asimilables a los actuales países de la cultura occidental, mientras que los Fremen se acercarían más, por tanto, a los islamistas enemigos de Occidente, proyectando un mensaje de futuro inquietante en el siglo CII.

En las actuaciones, Bardem (Stilgar) no tiene su momento de esplendor como en la primera parte, aunque acumula más minutos. Chalamet (Paul Atreides) se consagra como un actor de carisma, buena interpretación, si bien su físico tan endeble no se presta a tanta contundencia en las luchas cuerpo a cuerpo, aunque disponga de otros poderes. Pero quien está insuperable es Zendaya (la Fremen Chani) absolutamente creíble por su físico y por una interpretación perfecta.

Aun siendo una buena continuación de la primera parte de ‘Dune’, con mejores efectos, sólidas interpretaciones, mayor número de actores y más metraje (sobra mucho en la primera hora y falta al final, donde se apelotonan acontecimientos), no llega a la intensidad enigmática de la primera parte, o quizá ya nos hayamos acostumbrado a la aridez, al calor, los enormes gusanos y los filtros naranja. Tendremos seguramente que esperar hasta 2028 para conocer el desenlace, y vete tú a saber si ganan los buenos o los malos, pues el universo parece estar al revés y hay amenaza nuclear.
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