Eden Lake en cuanto a la típica historia de persecuciones gore nada nuevo aporta, incluso tiene menos para ofrecer en términos de tensión y crueldad que otras entregas de este sobreexplotado género.
Sin embargo, sí llama muchísimo la atención su enfoque y trasfondo. Más allá de algunas casi absurdas coincidencias y accidentes del guión, podría decirse que todo lo que aquí vemos es posible, o probable al menos, y nadie podría asombrarse de que la historia se basara en más o en menos en la realidad cotidiana.
En efecto en este film se toma el caldo de cultivo social de las clases marginadas en todo su espectro, desde el resentimiento que genera la exclusión y la pobreza, hasta el racismo, el temor y el odio genérico al diferente.
Toda esta realidad que vivimos diariamente en cualquier comunidad más o menos compleja del mundo, aquí es utilizada y potenciada llevándola a una situación, si bien extrema y casual, también tangible y efectiva en cuanto descomprime con furia toda esta violencia latente y contenida.
El mérito de esta película está en su credibilidad, no tanto referida al guión, el cual, insisto, tiene agujeros enormes, sino al realismo de estos asesinos que en potencia están a la vuelta de nuestras casas, incluso podríamos ser nosotros mismos, quien lo sabe.
No hay nada más terrorífico que lo posible.

Estéticamente inmejorable. Roles protagónicos irreprochables. Un reparto excelente encabezado por el siempre efectivo Stephen Rea. Gran dirección, fotografía y música. Adaptación de una novela magistral de Graham Greene.
Con estos condimentos debería ser un film inolvidable.
Sin embargo, esta obra del irlandés Neil Jordan, tiene un pecado mortal en lo que refiere a dramas románticos.
El romance pasional que núclea a los personajes, no se construye, no se explica, no se desarrolla en la trama.
Este supuesto amor que trasciende lo terrenal, viene ya cocinado y embalado desde el minuto cero, se abusa tanto del poder de síntesis en estos primeros minutos que a uno le sorprende que de una relación aparentemente rápida, física y frívola de un Don Juan letrado con la esposa insatisfecha, se llegue a los acontecimientos posteriores, de tan extremo compromiso pasional y espiritual. Como resultado, el transcurso de la historia se ve frío y algo torpe.
Uno recuerda obras maestras del genero como Out of africa o Algo para recordar, para citar dos ineludibles, y advierte a simple vista que los amores cinematográficos para quedar en la memoria colectiva, deben pasar, al menos, por unos 30 minutos de flirteo, paseos, arrumacos y cariños para luego encarar la tragedia con mayor intensidad. Hay una carencia notoria en la película en este sentido. Uno se sienta en la butaca y ya están en la cama con carita de enamorados.
Otro punto flojo está en las escenas centrales de la trama. Una de ellas es reiterada y prolongada en exceso, la otra es casi obviada y relatada con apuro innecesario.
En cambio, no es de por sí malo ni despreciable el tono clerical (inconfundiblemente irish) de la resolución final de la trama, pero ante las inconsistencias señaladas en la faz romántica, tal desenlace no tiene suficiente explosión y parece algo forzado y demasiado fantástico.
Sin perjuicio de estas importantes falencias, con sólo lo dicho en el primer párrafo de esta critica, The End Of The affair es una película muy recomendable y con matices dignos de analizar.

Muerte, paternidad, destino, temas universales que en este "film" (palabra que se usa generalmente para este tipo de películas) se muestran con la parsimonia y resignación que caracteriza a los japoneses (o a la imagen occidental que tenemos de ellos).
Si bien la historia tiene tópicos y lugares comunes que la hacen llevadera y emotiva, y hasta profunda por momentos; hay reacciones, actitudes y un lenguaje general que ningún ser humano nacido más acá de los Urales usaría para tratar esos temas.
Esta comprensible circunstancia apoyada en una cultura milenaria y millares de kilómetros de distancia, le da cierto exotismo y extranjería inevitable que impide involucrarse e identificarse completamente con la película.
Un ejemplo practico y crudo de esta idea que sostengo, está en la forma de llorar que tienen los japoneses, llantos tan exagerados, gestos tan histriónicos que a nosotros nos causan una reacción humorística discordante con el tono de tristeza de las escenas, claramente hay una divergencia cultural que le quita fuerza a esos tramos.
Por otra parte me da la impresión de que se repite mucho la misma escena, el que la haya visto no necesita que le diga a que escena me refiero, creo que se abusa de el momento más feliz y bello de la cinta.
Respecto a esto último y hablando en términos puramente estéticos, la cinta es impecable, con momentos de una factura notable, muy bien apoyada por una banda sonora excelente.

Ya en 1997 Michael Haeneke realizó por primera vez esta película con la infructuosa pretensión de sorprender y generar shock.
Para eso utilizó rústicas y tediosas herramientas: Violencia injustificada, demoras innecesarias y escenas que pretenden suspender la tensión y despistar al auditorio pero resultan harto previsibles y aburridas.
10 años después la cerrada industria norteamericana necesita recrear este olvidable film, rememorando un producto merecedor del ostracismo.
Lo más llamativo de esta copia hollywoodense(no es un remake es una fotocopia idéntica plano por plano) es que la única idea original y rescatable del film es su crítica a los tradicionales finales satisfactorios. Paradójicamente su realizador se vende a la concepción cinematográfica que critica y echa por tierra su solitario mensaje.
Tal como ocurrió con Ulrich Muhe en la versión original, el talentoso reparto es desperdiciado por la abulia narrativa y los guiños del "malo" hacia el público parecen más una burla que complicidad.
Si era estúpida la versión original lo es doblemente esta versión "U.S." por sumar a su insensatez la falta de originalidad.

Sí, un desperdicio. Un desperdicio de tábaco con lo caro que está.
Esta película quedará en la historia, sin duda alguna, como el film con más escenas de gente fumando en la centenaria industria cinematográfica. Dado éste llamativo abuso y el sopor que me producía la historia, como a los 20 minutos comencé a mirar el reloj ansiosamente, entonces como una suerte de pasatiempo me puse a contar cuantos cigarrillos se gastaron, llegué a la nada despreciable cifra de 53.
Poco más que decir de este film, mucho actor convocante y hasta uno talentoso como Cillian Murphy, (obviamente con mucha menos participación que ese sobrevaluado arenque congelado llamado Keira Knightley) muy bonita fotografía, poemas que serán muy buenos para un inglés pero subtitulados no tienen mucha gracia, el paisaje siempre atractivo de los mares del norte y algún que otro bombardeo bien logrado.
El guión, la emoción, la narrativa ausentes sin aviso.
Le pondría un uno, pero como Siena Miller está tan pero tan buena le subimos dos puntitos puramente masculinos.