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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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7 de marzo de 2019 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Darren Aronofsky es de esos directores que hace cine del que te agarra de las entrañas, te las retuerce y hasta que no gritas de desesperación no te suelta. Está claro que de todas, las más visceral es ésta. Ésta es el súmum de su filmografía, me pregunto qué más podría hacer después de esto... lo estoy deseando ver. Si 'Pi' te descoloca, 'Réquiem por un sueño' te destroza y 'Cisne negro' te vuelve loco, Madre te arranca el corazón, las tripas y casi hasta el alma para dejarte totalmente descolocado.
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spoiler:
Lo más curioso de todo es que llega a incomodar tanto que puede ser incomprensible en su primer visionado y difícilmente agrade de primeras. Según avanza la locura atrapa, de tal manera que todavía horas más tarde puede que andes obsesionado como yo. Aronofsky juega como un Dios en su historia. '¡Madre!' es una alegoría en sí misma, una historia ya conocida, pero que o bien observas los detalles o te arrastra al infierno, y lo mejor al principio es dejarse arrastrar, pero cuando consigues enfriarte (tardas, porque es pura dinamita) y analizas toda la simbología que en ella hay, descubres la magnificencia de un director y cómo contar una historia de forma diferente y tremendamente visceral. La alegoría a la Madre Tierra representada, vivenciada a través de una magnífica Jennifer Lawrence que tras el crecimiento de las visitas en la casa, unas visitas invasivas, cae en una ardiente desesperación. Un Javier Bardem confuso y esquivo como un Dios egocéntrico y vanidoso, equilibra la balanza entre la creación y la destrucción. La creación de su obra, inspirada por un misterioso Adán interpretado por el gran Ed Harris y una viperina Eva, Michelle Pfeiffer extraordinaria como hacía años no veíamos, abren la caja de Pandora. Sus hijos, que tras el asesinato de Caín, desencadena el crecimiento de la comunidad y su retroalimentación del victimismo colectivo y suicidio de la responsabilidad individual enfermando al ser humano haciéndolo inmaduro e irresponsable hasta llegar a la desfachatez de la falta de racionalidad y empatía. Madre es mucho más que cine, es más grande que la historia que cuenta. Madre son las entrañas de un autor cansado de ver cómo nuestro hogar es denostado y maltratado día a día por el ego del creador humano, creyéndose Dios.

El caos se adueña de la película sin que te des cuenta, te pone a prueba de fuego y pocos directores han conseguido semejante hazaña, tal vez David Lynch, Gaspar Noé o Lars Von Trier. Lo que queda como herencia es una experiencia inolvidable, pesadillesca, y sobre todo, emocionalmente perturbadora.

Para más críticas en instagram; @risard_egoteabsorbo
5 de noviembre de 2019 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo nos dejó en legado el señor Kapur es la emocionalidad y pasión desenfrenda de un personaje histórico que ha dejado huella en la historia de Gran Bretaña, y en algún que otro país. Su visión realista, humanizadora y con medida culebronesca, nos deja buen sabor de boca para echar un vistazo unos siglos atrás, cuando el cristianismo protestante luchaba fervientemente por afianzarse ante el católico.

En una época donde María Tudor decaía sin herederos, donde la Inquisición rondaba a sus anchas y donde el protestantismo ganaba terreno gracias a la mente liberal de Martin Lutero, fue la ilegítima hermana de la reina la que consiguió ascender al trono con amenazantes servidores que no estaban dispuestos a perder privilegios. Ante semejante amenaza ante la Iglesia Católica Apostólica y Romana, el Vaticano no se quedó de brazos cruzados y declaró la sigilosa guerra atentando directamente contra la ascendente Isabel. La vulnerabilidad de una joven promesa a regir el gran reino hace tomar las riendas a sus súbditos más fieles para actuar en consecuencia para afianzarse su llegada al trono y per se, el asentamiento del Cristianismo Protestante. Ante el descubrimiento del secreto de su amante Dudley, Elizabeth decide convertirse en la reina virgen y así dominar a los hombres que la rodeaban incluso enfrentarse a un parlamento contumaz, siendo ella más terca que ninguno. Conocida también como la reina guerrera Isabel I de Inglaterra ha quedado ya como una de las mujeres más poderosas e imbatibles de la historia.

Shekhar Kapur dirige con maestría y desenvoltura un histórico relato donde una magnánima Cate Blanchett merecía su primer Oscar, pero como bien acostumbrados nos tiene la Academia de Hollywood, decidieron robárselo. Sin duda es un film que ha de verse, donde su escenografía, vestuario y maquillaje son de una alta calidad a destacar, sobre todo éste último, que se fabricó tal cual la época que representa y consiguió su merecido Oscar. Elizabeth es pionera en entretenimiento histórico sin bostezos a la vista que un servidor destaca en su cineteca favorita, exaltando por supuesto a su hermosa protagonista.

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2 de octubre de 2019 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La magnificencia de la ambición humana alejada de la misma humanidad, como paradoja, y como conflicto afectivo, en dos horas con un personaje de una inexpresividad forzada haciéndonos creer que es proveniente del personaje, pero que parece más impuesta por un forzado guion, un humano que caerá ante el conflicto afectivo, y es que somos mitad razón, mitad emoción, es inevitable. La reflexiva historia de un astronauta falto de padre, que idolatra como figura más icónica que emocional, nos lleva a Neptuno. No es casualidad que el planeta con nombre de Dios romano (originalmente griego y conocido como Poseidón) simbolizando la tempestad que un padre de los mares causa en la tierra, hogar de hábitat familiar, sea el causante de la odisea de nuestro protagonista, pues consigue remover los océanos de sentimientos ocultados durante años y que ahora resbalan sobre una mejilla fría.

Tommy Lee Jones en un breve pero correcto trabajo, haciendo referencia al Kurt de Conrad, en el oscuro corazón del espacio, nos deja a un hijo abandonado y muy reflexivo, sobre cómo la ambición de un hijo que quiere llegar a estar a la altura de su héroe, lo convierte en un ser forzadamente apático y ambicioso, superponiendo cualquier logro profesional a una relación sentimental. Los soliloquios de su protagonista, al igual que algunos referentes simbólicos, son lo interesante de un film que se apesadumbra en su propio discurso narrativo, tanto visual como guionizado. Su pretenciosidad de querer alcanzar momentos entre 2001, Interstellar o Blade Runner 2049, se quedan a puertas expensas de meras inspiraciones que no logran trascender ante mi pupila. Malogrados momentos de acción, que de adrenalina más bien petiza, duran lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio, y una Liv Tyler que parece más Arwen llorando por su caballero que una esposa indignada.

A mi modo de ver, lo más importante de esta espacial historia es la importancia de la ausencia del padre, como bien nos habla Robert Bly en su maravilloso libro 'Iron John' sobre masculinidad, es, que la ambición del hombre por construir y alcanzar metas lejanas, ha hecho que se aleje emocionalmente de su familia, así uno, sólo tiene hijos que desconocen el oficio de su padre y a su padre, a excepción de si logran éxitos del nivel de ser una estrella en los medios y que utilizarán como meta o referente, y ni aún así obtenemos una satisfacción emocional completa, o al menos básica. Nuestro protagonista cita en un momento dado sobre su ausente progenitura como la innecesidad de tener descendencia para no estar presente, y es que la figura paterna, sana, equilibrada y afectiva, es harto necesaria en la vida de un niño. Si no se da el caso, el niño buscará algún referente externo como algún profesor, hermano mayor, compañero de clase o amigo. James Gray ha tenido buenas intenciones, pero un servidor va seguir enamorado de aquella tormentosa historia romántica de "Two lovers".


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30 de septiembre de 2019 0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El solsticio de verano como lienzo para narrar una obra iluminada de dolor, oscuridad y paganismo. Esa es la base de Ari Aster para describirnos uno de los festivales más antiguos de la humanidad. Es innegable su basta influencia de 'El hombre de mimbre' de 1973. Aster va más allá de una convencional película de terror, ya que es el género que roza, profundizando así en el drama de una joven que pierde de manera trágica a su familia.

La gestión del duelo es la pincelada que va dando una y otra vez tocando colores como la etnografía pagana de la cultura escandinava, donde mucho se podría decir en contraposición al lugar de donde la protagonista proviene. Las antiguas culturas ritualísticas empoderan el crecimiento personal a través de la naturaleza, su simbología, y honra a la muerte como transformación en contra de un cultura industrializada y judeocristianizada posteriormente. Una cultura que acepta y naturaliza, incluso celebra la muerte al revés de otra que la teme, esquiva y dramatiza, cuando no deja de ser un proceso natural de la vida. Las pinceladas de Aster continúan en la mutua ridiculización de ambas culturas entre sí. La incomprensión de los visitantes por las costumbres macabras que sus anfitriones presumen, y a la vez la anulación de la ignorancia de éstos al mancillar de forma inconsciente sus sagradas creencias, son el paisaje donde su protagonista irá inmiscuyéndose en un lugar oscuro que engañosamente iluminado la acogerá más allá de sus expectativas. Las pinturas de sus costumbres nos dan el preámbulo del retablo que poco a poco, va a quedar al final.

Las relaciones sentimentales, en este caso de pareja, donde ella vampiriza y él se insensibiliza absorto ante la hipnosis de la feminidad, sirven de detonante para implosionar en una venganza no preparada, sino fluida como el horror de la naturaleza misma. Momentos lisérgicos con resutados que empeoran la estancia, aunque no se sabe si necesarios o irrisorios para la historia. La incomprensión del sexo, la muerte, o la vida misma llevan a sus invitados a la banalización más ignorante de nuestra cultura occidental y donde el espectador ríe confirmando esa ignorancia a través de la mofa. La concepción sagrada a través de la mera instrumentalización masculina en aquelarres para desechar después y purificar o destruir a través del padre fuego bajo la supervisión de la madre tierra. En la danza de cautivación y coronación de la venganza por el falso compromiso, forzado y temeroso da lugar a la saciedad de algo inesperado, aunque sorprendentemente saboreado por su protagonista, que sonríe y ríe al descubrir ser la ganadora del juego.

Nos deja así de tibios pero reflexivos ante la profunda metáfora sobre aspectos que hoy día el ser humano huye encsombreciéndolos, y Aster no hace más que darles luz y empastelártelos en la cara para que sigamos huyendo como cobardes que somos en esta sociedad tan 'evolucionada' pero que no deja de ser más cruel que su predecesora, o para que al contrario podamos reflexionar y valorar las diferentes necesidades de expresar nuestra esencia en costumbres y culturas que tanto unas como otras se ridiculizan a sí mismas.

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11 de octubre de 2019 0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Santos genitales tenía que tener Don Miguel de Unamuno para subir al estrado a orar semejantes palabras delante de tanta ignorancia, aquel hombre que cambiaba la veleta según le dictaba su raciocinio, y es que Don Miguel no se andaba con bromas, era tan terco como vehemente. La intención de la película es mostrarnos cómo su intención de castigar a su amada República hace que le salga el tiro por la culata y fustigue su alma con achaques de salud (igualmente ya naturales a su edad) y remordimientos irreparables.

Amenábar dirige con pulso firme y sin dudar en su neutral reflejo del dilema de uno de los autores de novelas y ensayos filosóficos más importantes de nuestra literatura, y consigue algo inaudito en nuestro cine, no ridiculizar uno de los personajes más odiosos de nuestra historia, ese ser taimado con voz repelente, e insufrible despotismo. La excentricidad de un cicatrizado Millán Astray, interpretado magistralmente por (y es pura opinión personal) el mejor actor español, Eduard Fernández, y un Karra Elejalde que destaca por su brillante interpretación, que huele a Goya.

El alzamiento de los sublevados ante una debilitada República, escogida democráticamente es una de las mayores desgracias que vivimos, pero la mayor desgracia no fue esa sino la que terminamos por arrastrar, unas heridas que no han sido sanadas por ese encubrimiento firmado en una ley de amnistía impuesta y amenazada de nueva guerra por la derecha más radical. Amenábar deja claro que la izquierda y la derecha son dos caras de la misma moneda, pues al hombre parece ser que sólo le gusta obtener el poder por su propio beneficio por encima de cualquier otro ideal que no sea el suyo, y es tal la herencia que a día de hoy acarreamos políticos con la misma índole.

Jugando con los fáciles momentos melancólicos de un anciano, donde sobra en la trama y posiblemente se haya añadido por rellenar o de mostrar la parte más emotiva de su personaje, reconocido racionalista, su director marca decidido y sin pretensiones, contar con su honrada actitud hacia sus historias que te gusten más o menos, merece respeto como autor. Refleja a un intelectual con amor y respeto como trató a Hipatia de Alejandría, sólo que estas heridas las hurga más cerca en tiempo y espacio. La historia se cuenta incoherentemente coherente, pues los cambios que podrían ser incomprendidos para la sociedad, son la veleta de un autor que se permitía dudar de sí mismo según pensaba.

Mucho se preguntan el porqué de no enterrar este tema ya y pasar página, y llenar nuestro cine de la más iterante de las historias, para qué seguir regocijándonos en la guerra de los "hunos contra los hotros" como decía el gran Unamuno, y es que la memoria de un país no se puede sanar con cadáveres en cunetas sin darles (independientemente del bando) un entierro digno, por una causa indigna como es morir por ideología.

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